Plácida era la Cartagena de antaño, cuando los –ahora– otoñales señores disfrutaban de la seguridad del cálido corralito de piedra y sus fastuosas playas, que dejaban a los más ávidos turistas boquiabiertos, lástima que en la actualidad ya no queden resquicios de lo que alguna vez fue una ciudad segura.
Ahora, el notable ascenso en las cifras de homicidios y ataques sicariales tienen en jaque a los máximos agentes en seguridad ciudadana, que aún no manifiestan ningún tipo de solución al grave problema. Y es que los 15 homicidios que puso Cartagena en los primeros 15 días del año 2022 ahora suman más de 20; y dan fe de lo inmanejable en que se está convirtiendo la situación de seguridad.
En consecuencia, se ha de destacar que los veraneantes y viajeros tampoco escapan de la cruenta inseguridad que se vive en La Heroica, entre hurtos a mano armada y los latentes ataques crean el coctel perfecto para hacer de este paraíso histórico una selva de asfalto donde el vivo vive del bobo.
Sin embargo, lo que ocurre en Cartagena es apenas un coletazo de lo sucedido en el país; tal es la envergadura de esta situación que los Estados Unidos sugirió no viajar a Colombia por el aumento en los contagios de la covid-19 y, de forma especial, por la inseguridad que se presenta en distintos puntos del país, entre esos la capital del departamento de Bolívar.
Es así como en esta metrópoli costera se percibe un aura violenta y con una vertiginosidad que por lo pronto no se frenará, amén de ser palpable una incontrolable situación de orden público exageradamente difícil de atajar por parte de las autoridades. A lo anterior se le suma que nuestro alcalde, William Dau Chamat, se encuentra en un escenario de desgobierno total, en el cual prefiere sacar a flote todos los escándalos de corrupción habidos y por haber mientras la urbe está sumida en una ola de inestabilidad política.
Por el momento, queda en manos de los mandos policiacos acompasados por las funciones del burgomaestre que rige los designios de la población hacer de esta ciudad el paraíso terrenal que tantas almas conquistó en el pasado con sus fastuosas playas, y no en la Cartagena sangrienta que hoy conocemos.