Aquel día el presidente Santos habrá llegado algo tarde al Palacio de Nariño y eufórico su secretario privado le habrá dicho que fresco JuanPa, tras la implacable lucha que hemos librado contra la corrupción ya casi nos parecemos a Finlandia.
—Lo que he dicho siempre, habrá respondido blablablá, la tal mermelada no existe.
Y tras las risas de rigor y mientras se acercaba a su oficina, era interrumpido por el ministro de guerra (lapsus: de Defensa) quien le comentó que lo del lío de faldas de los colombianos va en plan de solucionarse, que ya Profamilia está en la tarea de reeducar a aquellos líderes sociales asesinados y al avanzar dos pasos más es interrumpido por el ministro de las obras y carreteras quien claro le dijo que lo de ese puente que se cayó son nimiedades carentes de importancia, que todo fue cosa de un tornillo mal atornillado y cuando finalmente se sienta en su sillón lo llama el ministro del Interior quien, con una dialéctica impensable aclara que no le haga tanto caso a aquellos que dicen que medio país está en la guerra de la minería ilegal y el tráfico de drogas, que no señor presidente, lo que debe preocuparnos es el inexistente caso de inseguridad en los barrios exclusivos de la capital.
Imagino que después vino una llamada de Tutina o Titina o como se llame la pareja del presidente diciéndole cosas bonitas, y sería tal el gozo presidencial que de un grito despertó a su secretaria y claro le dijo venga para acá mi niña que te voy a dictar una carta a mi sucesor.
Y así fue. En vez de enviarle un corto y efusivo mensaje de contados caracteres por tuit a su sucesor (una vez sepa su nombre), el presidente firmó una carta, faltando meses aún para las elecciones, una amplia carta de cuatro páginas en donde resumiendo le dice: Ahí te dejo a Colombia, y te la dejo perfecta, pacífica y ajena a los corruptos, y todos confiamos que nos la cuides.
Hizo una extensa misiva en donde solo resaltó frases maravillosas que de ahí surgen.
Noventa meses después de haber comenzado esta larga y difícil jornada,
somos un país mejor que cuando comenzamos”.
Lo inquietante de la frase en que seguramente se la cree
“Creo sinceramente que Colombia avanzó y avanzó mucho. Noventa meses después de haber comenzado esta larga y difícil jornada, somos un país mejor que cuando comenzamos”. Lo inquietante de la frase en que seguramente se la cree.
“Tenemos más paz y tranquilidad, hay menos desigualdad, tenemos un país más moderno y mejor posicionado internacionalmente, una democracia más inclusiva, y estamos mejor preparados para aprovechar las inmensas oportunidades que ofrece nuestra querida patria”.
Eso ocurre cuando el presidente parece no estar al tanto de las noticias diarias que dan cuenta de la maravilla que nos rodea.
Y exhibiendo la joya de la corona, el presidente le aclara al sucesor: “Dejamos ni más ni menos que la Justicia Especial para la Paz”. Y sí, en efecto, ahí queda la famosa JEP y nadie sabe eso para qué es ni con qué se come.
“La lucha contra la corrupción ha sido objetivo fundamental de mi gobierno, y de mi vida. El Congreso aprobó el estatuto anticorrupción”. ¿Qué habrá que decir sobre lo anterior?, pues nada, absolutamente nada.
Que siga soñando.
Y hablando de…
Y hablando de sueños, habrá un día en que todas las palabras del idioma español van a tener su femenino y su masculino.
Poco a poco, la tarea es ardua, pero informamos con alegría una nueva palabra: Portavoza, que le hará compañía al conocido portavoz.