Una bomba social a punto de estallar en Arauca

Una bomba social a punto de estallar en Arauca

La crisis que padece Venezuela está afectando al municipio fronterizo. El asesinato de un comerciante a manos de un hombre del país vecino fue la gota que rebosó la copa

Por: Orlando Gaviria Giraldo
agosto 08, 2018
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Una bomba social a punto de estallar en Arauca
Foto: Captura de video Facebook

El vil y cobarde asesinato del señor Henry Estupiñán, hombre de bien, comerciante él, a manos de un delincuente de nacionalidad venezolana fue la gota que rebosó la copa de la paciencia de los araucanos. Don Henry fue ultimado el sábado 4 de agosto de 2018 en horas de la tarde por un tipo que utilizó como arma un destornillador. El móvil del atroz crimen fue un atraco.

Esta acción ha desencadenado una ola de repudio (en las redes sociales fue tendencia el mensaje Yo también estoy indignado. Al día siguiente del asesinato se llevó a cabo una nutrida marcha pacífica en señal de protesta) de parte de la opinión pública como no se veía desde hace años en el pueblo. No solo porque el occiso era un ciudadano muy conocido, sino porque la sensación de desamparo ha llegado a límites insospechados. Arauca está a merced de los delincuentes, de los vendedores ambulantes venezolanos. Varios hechos nos llevan a afirmar lo anterior.

La crisis social venezolana ha ocasionado que municipios como Arauca tengan que pagar las consecuencias. Desde el país vecino han llegado miles de colombianos retornados, nacionales de allá en busca de oportunidades y, lamentablemente, también ha llegado lo peor de esa sociedad, el lumpen, delincuentes sin el menor asomo de escrúpulos. Desde hace tres años, más o menos, la tradicional calma del pueblo se ha visto deteriorada por los atracos al comercio y a la comunidad en general. Lo que antes era una anécdota, los atracos a mano armada, ahora son el pan diario de cada día. En este municipio ya atracan de día y de noche, a kilómetros de la subestación de policía, pero también a pocos metros de ella, y en la periferia, y en el centro. En todas partes. Los ladrones se han empoderado y ya no temen delinquir en cualquier sector. Para los maleantes ya no hay sitios vedados. Toda la ciudad está a merced de ellos.

Sitios en otrora tradicionales, el malecón, la cancha Los Güires y el parque Caldas, se han convirtiendo en focos de violencia, prostitución, consumo de alucinógenos y degradación social. En algunos de esos sitios la policía teme acceder en horario nocturno. Se está perdiendo hasta el control territorial. El alcalde y los secretarios de despacho dicen que están maniatados pues el municipio no cuenta con la suficiente fuerza pública para afrontar la problemática de inseguridad. Es decir, estamos en el peor de los escenarios, desamparados.

La gran mayoría de delitos que se han cometido desde hace tres años para acá han sido cometidos por ciudadanos venezolanos, debido a ello, la xenofobia hacia los hermanos del país vecino crece como la espuma. Y aunque esa no es una reacción plausible, es en cierta medida entendible porque para los araucanos de bien es imposible determinar quién es un venezolano de bien y quién un matón o un atracador. Los controles migratorios están fallando. Cada día ingresan al municipio miles de ciudadanos venezolanos, con fines diversos, unos vienen a comprar alimentos que allá no se consiguen, otros tantos a fungir como vendedores ambulantes de toda clase de productos, desde cárnicos sin ninguna medida fitosanitaria, hasta almuerzos, tinto, ropa y mercado. Cientos de damas de todas las edades vienen a vender su cuerpo. Igualmente, homosexuales y travestis que se posan en cualquier esquina sin control alguno en busca de potenciales clientes. La situación se está saliendo de control. Una bomba social de grandes proporciones se está armando en el municipio y a las autoridades civiles y militares les está quedando grande desactivarla. El problema migratorio ya rebasó todos los límites. Si no hay oportunidades laborales para los colombianos residentes en el municipio, mucho menos habrá para los retornados y para los venezolanos que deciden quedarse a vivir acá. Si no reaccionamos a tiempo la bomba social nos estallará en la cara y las consecuencias serán imprevisibles.

Los araucanos exigimos atención del gobierno central. Desde acá hacemos un llamado urgente y respetuoso al presidente Duque y al canciller, necesitamos ayuda. Pero no sólo el municipio necesita más fuerza pública, sino más inversión social, pues el hambre y la miseria no se calman con plomo. No podemos esperar que el próximo muerto sea el vecino, nuestro hijo, nuestra madre o cualquier otro familiar. De igual manera invitamos a los representantes a la Cámara por Arauca, al gobernador y al alcalde de la capital para que todos juntos busquen soluciones el problema. Algunos líderes de todas las corrientes sociales y políticas han manifestado su deseo de querer ayudar a las autoridades, hay que escuchar y evaluar sus propuestas.

Por último, invitamos a Las2orillas y a la demás prensa nacional a replicar este mensaje. La crisis humanitaria de Arauca es insostenible. Ya muchos ciudadanos están al borde del desespero, el pánico y la histeria son colectivas; incluso algunos hablan de linchamiento a los ladrones venezolanos. Sería muy lamentable ver a nuestros vecinos purgando penas de hasta 20 años por haber matado a un ladrón venezolano. Toco madera.

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