¿Entonces con qué justificación las llamadas bicimotos o ciclomotores se consideran bicicletas? ¿Cómo es posible qué utilizan las ciclorrutas y se suben a los andenes, asustando a peatones? ¿Por qué le damos a lo que es una motocicleta los privilegios de una bicicleta?
Últimamente, la bicicleta ha ganado mucho protagonismo por ser amable con el medio ambiente y una buena fuente de ejercicio. Las bicimotos son todo lo contrario.
Los usuarios de las bicimotos, generalmente mensajeros, argumentan que esas máquinas les permiten hacer más entregas sin tener que sudar o respirar fuerte. Y están en su derecho de cambiar a un vehículo motorizado, aunque perjudican la salud propia y la de los demás.
Pero ese vehículo se llama motocicleta, no bicicleta. Y debe estar en la calle, no la ciclorruta, y mucho menos sobre el andén. Además, debe contar con controles de ruido y contaminación, los cuales las bicimotos no tienen.
La bicicleta debería ser la solución a la contaminación y no, como está ocurriendo, una fuente más.
Es poco agradable para el ciclista, peatón o patinador, cuando le sobrepasa una de esas máquinas, gritando ruido y con una velocidad violenta, peligrando a los demás y dejando atrás un chorro de humo. Los ciclistas utilizamos las ciclorrutas precisamente porque buscamos tranquilidad y aire limpio, y para escaparnos del peligro de los vehículos motorizados. ¿Cómo es posible que dejen convertir a las ciclorrutas en pistas para motocicletas?
Seguramente, muchas personas hoy en día temen usar su bicicleta por el miedo de ser atropelladas por un ciclomotor corriendo a 50 kilómetros por hora. Una colisión puede ser fatal, y no creo que ellos tengan Soat.
Algunas de las mismas críticas pueden aplicarse a las bicicletas eléctricas, pero son diferentes en importantes sentidos. Las eléctricas se suelen pedalear, no te echan humo en la cara y tampoco producen un ruido insoportable.
Bogotá ha sido una protagonista en la construcción de ciclorrutas y la promoción de la movilidad limpia, sostenible y saludable. Pero las bicimotos contradicen todos esos valores. Sería muy lamentable que las ciclorrutas de Bogotá —e incluso la ciclovía dominical— pierdan su naturaleza y su razón de ser, convertidas en pistas de máquinas motorizadas ruidosas y altamente contaminantes. Pero, al parecer, eso es lo que está pasando.
Ya no son raros los momentos cuando uno ve en las ciclorrutas más máquinas motorizadas que auténticas bicicletas. Y hay cada vez más vehículos que claramente son motocicletas y no bicicletas con motor agregado. Y los motores son cada vez más grandes y ruidosos. El ciclista que se mueve con energía propia ya se siente marginado en las ciclorrutas.
Es el deber de la Policía y las autoridades de tránsito hacer cumplir la ley y decirles a esos muchachos motorizados que, si no quieren pedalear, deben estar en las calles y no en las ciclorrutas, los andenes, y mucho menos, en la ciclovía.
