Lucely, una niña de palabras y sueños inteligentes nacida en Cumbitara, Nariño, solo pudo estudiar hasta el grado quinto de primaria en aquellas épocas de su infancia. No tenía muchas otras posibilidades en los tiempos de antes y en los pueblos de aquel país. Como la mayoría de niñas de su edad, debió asumir –a sus 12 años– las labores a las que acostumbraban a las mujeres adultas: cocinar para muchos comensales, lavar la ropa de los trabajadores del campo, cultivar la tierra, raspar coca, entre otras.
Sin embargo, desde muy chiquita, sus pensamientos y gustos le señalaban otros horizontes. Lucely era una niña lectora que cuando tenía centavos en los bolsillos alquilaba las revistas de Kaliman y Solin, Águila Solitaria y Condorito para leer y releer, alejarse horas enteras de lo terrenal e imaginar otras historias. La pequeña Lucely hacía hasta lo imposible por ese amor que guardaba por las letras. Sin muchas monedas en su cartera, gastaba lo poco que conseguía en las aventuras de esos personajes de tinta y papel.
Esa cercanía con el mundo de la lectura, las enseñanzas de una abuela maestra y teatrera, la fuerza de las ilusiones que había acumulado durante días y noches, y la mano generosa de su tía y profesora de escuela, llevaron a la joven Lucely –en muy poco tiempo– a convertirse en docente de niños de primero, segundo y tercero de primaria. Su vocación y su capacidad intelectual la trasladaron de los oficios rústicos del hogar, a los tableros, las tizas y las cartillas.
Lucely, con su quinto grado de primaria, pero con infinidad de lecturas atesoradas en sus recuerdos, era la profesora de los niños más pequeños de la institución educativa de la vereda Aminda del municipio de Cumbitara, en el departamento de Nariño. Allí, se formó en la experiencia y compartió cantidades de conocimientos con varias generaciones de escolares. En ese lugar, que tantos buenos momentos le regalo a su vida, reafirmo sus vocaciones sociales y sus afectos por la lectura. En aquella escuelita de niños humildes, por demás, reunió los ahorros que necesitaba para realizar sus estudios de bachillerato en la ciudad de Pasto. “Recuerdo que mi primer sueldo fue de 13.000 pesos”, dice Lucely con ese tono nostálgico que conservan las profesoras de otras épocas.
Después de un tiempo en la capital, y de culminar la básica secundaría, adelantó estudios de administración de empresas, y comenzó su carrera profesional en lo público. Sus dones, su preparación académica y su reconocimiento en el sector social y cultural la llevaron a ser concejal del municipio de Cumbitara por dos períodos consecutivos. En ese cargo, como siempre, trabajo por los más necesitados y los menos favorecidos.
Por motivos de una enfermedad delicada, cambió de empleo, de casa y de pueblo. Se instaló en el municipio de Samaniego, a poco más de 100 kilómetros de la capital de Nariño. En ese poblado de tierras fértiles y ríos abundantes, Lucely volvió a reunirse con sus pasiones de antes y a trabajar –nuevamente– por el bienestar de los otros.
Fue nombrada por la alcaldía local como coordinadora de derechos humanos del municipio. Sin embargo, su tiempo en ese cargo fue un suspiro, el destino tenía otros papeles reservados para ella. “Yo soñaba con trabajar en un sitio tranquilo donde pudiera leer y estudiar. Yo quería estar en la biblioteca pública”. A los pocos meses, como por obra del cielo, el alcalde de Samaniego le encomendó asumir el liderazgo de la Biblioteca Pública Cocuyos. Era su anhelo, y se había cumplido silenciosamente.
Dirigir los rumbos de una de las bibliotecas públicas más representativas de todo Nariño no era una tarea simple, Lucely tenía la responsabilidad de continuar una importante labor iniciada en 1920 por los tres primeros bachilleres de Samaniego, quienes fundaron esta “casa del conocimiento” con sus libros personales. Gestores culturales que llamaron a esta biblioteca “Cocuyos” por ser como una “luz para la oscuridad de la mente”. Luz que su bibliotecaria actual ha mantenido encendida sin descansos, con todos los públicos, y más allá de las paredes de la biblioteca.
Hoy, ya suma más de 10 calendarios completos al frente de la Biblioteca Pública de Samaniego, con muchos días de servicio ofrecidos a su comunidad. “Son tantos momentos significativos los que hemos vivido en Cocuyos que es muy difícil recordar alguno en especial”. Y es que Lucely ha realizado durante su tránsito por la biblioteca pública los Conservatorios de Samaniego, el Club de Lectura de Amas de Casa, el Programa Radial Agenda Alternativa, la Tertulias de Literatura Japonesa, el Cine al Parque, el proyecto de extensión bibliotecaria Forjando Caminos de Cultura y Paz, los Juegos Mentales, el Taller de Escritura José Pabón Cajiao, el Club de Lectura Infantil “Lecturas por Siempre”, las Visitas Guiadas, y todos los otros programas que ya no recuerda. Son demasiados. Son 10 años intensos como bibliotecaria pública.
Una bibliotecaria innovadora
Sus últimos esfuerzos los ha concentrado en la apropiación de las nuevas tecnológicas. El Curso Básico de TIC para Cafeteros, el Taller de Informática para Madres y el programa Vivamos el Cine, son algunos de los proyectos educativos y culturales con los que pretende acercar las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones a su comunidad. “La tecnología es una herramienta que nos permite prestar nuevos servicios en la biblioteca, que nos posibilita otras maneras de acceder a la información y al conocimiento, y que nos brinda otras alternativas de lectura y de creación”, puntualiza.
Justamente, con las herramientas tecnológicas entregadas por el Proyecto Uso y apropiación de TIC en bibliotecas públicas del Ministerio de Cultura, implementado en el marco del Plan Nacional de Lectura y Escritura “Leer es mi cuento”, Lucely ha comenzado a realizar procesos de promoción de lectura y escritura y de recuperación de la memoria local. Una muestra de ello es el sueño de construir el “Archivo Fotográfico de Samaniego”; para este propósito, ha convocado a los más adultos del pueblo a llevar las fotografías más antiguas que tengan y a relatar las historias asociadas a estas imágenes, narraciones que los niños y los jóvenes trascribirán en computadores y tabletas. Las fotos que se reúnan en esta convocatoria se digitalizarán por medio de un escáner, y se llevarán –con su debida reseña– a un álbum virtual. Un proyecto que, sin duda, habla de su capacidad creativa.
“La tecnología nos ayuda a realizar otras actividades y otros proyectos en las bibliotecas públicas. Por eso, agradezco al Ministerio de Cultura brindarnos estas herramientas y las capacitaciones necesarias para utilizar y apropiar las TIC en nuestros municipios”, expresa Lucely Narváez López, la bibliotecaria que ama su trabajo por “los abrazos naturales que recibe de parte de los niños y las niñas”, y por “la alegría de compartir lecturas y conversaciones con toda su comunidad”.
Lucely, hoy día, es un referente para los bibliotecarios públicos de Nariño y de muchas otras regiones del país. La vida que tiene su biblioteca pública, el respaldo de todos los actores de su municipio, el amor de los Samanieguenses por las letras y las artes, y la nueva sede que ha logrado gestionar para “Los Cocuyos”, son la huella de sus años de dedicación y compromiso.
A Lucely, una especial admiración por las mentes que alumbra con su biblioteca, con “Los Cocuyos” de Samaniego.