Los personalismos han sido en los últimos tiempos quienes al interior de los movimientos sociales y populares toman decisiones y manejan información a su antojo, convirtiendo estas prácticas en algo normal, y marginando a quienes le dan vida a su quehacer, sus bases sociales. Ya los pseudo compañeros revolucionarios no las consultan, ni tienen en cuenta sus opiniones, realidad que cada vez es más visible y desesperanzadora.
La dirigencia en su “deber ser” tendrían que contar con seres autocríticos, sensibles, comprometidos con un colectivo que cree en ellos y no como viene pasando, pues el compromiso pasó de ser por el colectivo y la lucha por el pueblo al del interés personal.
Se ha perdido el espíritu de los espacios de discusión abiertos y asamblearios, ya que estos se redujeron a encuentros donde se legitima a raja tabla las decisiones previamente concertadas en espacios cerrados.
Son los guetos familiares, los grupismos y amiguismos que se han enquistado al interior del movimiento social y sus organizaciones quienes deciden todo. Encontramos en cada escenario los mismos con las mismas llevando la vocería, ¿dónde están esos otros liderazgos que hallamos en las bases? Es necesario darle paso a esas bases, a quienes se lo merecen, hay que brindarles la logística, el acompañamientos para su formación, la movilidad y la participación en las diferentes actividades y espacios que por desgracia de muchos y dicha de pocos siempre se realizan en los grandes centros urbanos, donde desembocan finalmente las decisiones que afectan por decreto a los más desprotegidos. Hay que retomar entonces la formación de cuadros y liderazgos comunitarios sin dejar rezagada e invisibilizada la militancia y abrir el espectro del panorama organizativo.
Los espacios se construyen a través de la crítica y la autocrítica real, no desde los claustros académicos y auditorios lujosos de los grandes hoteles, además con argumentos políticos serios y no con la mala jugada que se le ha hecho a quienes se atreven a cuestionar el actuar de los dirigentes y el rumbo que toman algunos procesos, es un acierto político aceptar que hay equivocaciones que deben corregirse. No es admisible que dentro del movimiento social se tilde como enemigos a quienes expresan abiertamente sus críticas y al mismo tiempo condenarlos a la muerte política e incluso afectar sus vidas más allá del ámbito social y político eso no lo hace quienes dicen ser revolucionarios.
De otro lado se debe entender que son los pobladores de los barrios quienes enfrentan día a día la supervivencia y la desigualdad, son las gentes de las periferias quienes sienten a profundidad el alza de los servicios públicos si es que cuentan con estos, el irrisorio salario mínimo que alcanza para poco, son los campesinos, negros, indígenas en sus territorios y las urbes quienes protestan por la falta de los innumerables derechos que no tienen hace décadas.
Finalmente serán estas gentes quienes empoderadas y firmes por el cambio social y político del país, que como constituyente primario o como movimiento inconforme generen un estallido social imparable.
Encontrarnos en una gran convergencia por la democracia, la paz estable y duradera que se avizora en medio de las dificultades en el país, será una tarea ardua que debe comenzar por convocar, reconocer a las regiones, sus pobladores y revolucionarios dispersos, que por más de cincuenta años de forma consciente, con sacrificio y hasta con su miseria le han servicio al pueblo y han construido en medio de las adversidades.