Cristina Kirchner es una privilegiada de la palabra. Una oradora astuta que durante la presidencia apeló al discurso en las épocas más aciagas encadenado los canales de televisión hasta 40 veces en un año. Con el tono nasal y la cadencia propia de las clases altas —aunque en su origen humilde esté un padre conductor de autobús— encuentra siempre el punto perfecto que va desde el acento maternal hasta el durísimo de los autócratas, y nunca se detiene para ripostar las críticas con una buena dosis de ingenio e ironía. Acaba de publicar en Random House un libro que tituló Sinceramente, convertido en bestseller con 200.000 copias en una semana, donde dice que le hacía los discursos a Néstor, su marido presidente, y que su capacidad para “hablar sin leer, de corrido, con un vocabulario muy amplio era “motivo de orgullo nacional” y “admiración en el exterior”.
Las élites económicas no gustan de ella por “roja”, las clases populares se sienten atraídas por la izquierdista del eje latinoamericano que originalmente conformaban Evo Morales, Lula y Hugo Chávez. La cercanía a Chávez fue tan reconocida como el escándalo del polémico maletín con USD 800.000 dólares que llevó el empresario estadounidense-venezolano Guido Antonini Wilson con "dinero para la campaña presidencial de Cristina Kirchner", según dijo el fiscal de La Florida en su acusación. Cristina matiza. Se reunió varias veces con el papa Francisco, es amiga de Putin, y le bajó el tono a su discurso antiimperialista con amables gestos hacia Obama y Hillary Clinton a quien recibió en la Casa Rosada.
Con Fidel Castro, en el eje de la izquierda latinoamericana de Evo, Lula y Chávez
Una presencia internacional que probablemente estaba muy lejos de soñar la chica humilde que fue a un colegio de monjas, que a los 15 se ennovió con un muchacho jugador de rugby de uno de los colegios de élite de la provincia rioplatense y que en 1972 se matriculó en un la Facultad de Derecho de la Plata, su ciudad. Desde esa época ya solía maquillarse, bailar y usar bolsos caros, como ahora. En la universidad conoció a Néstor Kirchner y con él formó una pareja indisoluble que hizo su feudo político en Santa Cruz, una provincia de la Patagonia desde la que conquistaron el poder. Por una más de una década. Néstor fue presidente del 2003 al 2007 y ella del 2007 al 2015. Cristina no puede entenderse sin Néstor.
Con Néstor, durante doce años detentaron todo el poder en Argentina. En los activos políticos quedaron tasas de crecimiento económico comparables a las de China durante siete años, haberse plantado al Fondo Monetario para mejorar las condiciones del pago de la deuda, la reducción del desempleo al 8 % y unos programas sociales que despidieron la presidencia de Cristina con los más altos niveles de popularidad. Con el aumento del gasto social en 1.700 % en cobertura médica, planes de jubilación y el reparto de subsidios a manos llenas, las clases populares se entregaron incondicionalmente a la presidenta. Pero los subsidios cuestan y cuando Cristina K salió de la Casa Rosada las reservas internacionales estaban en cero, el “cepo cambiario” impedía a los argentinos comprar dólares, el país se aislaba, la inversión extranjera huía despavorida, la inflación había escalado en medio de rumores de estadísticas oficiales falseadas y caceroladas.
Mauricio Macri llegó tras el"cepo cambiario" de Cristina K, para poner la casa en orden, sin éxito
Tres años después, Mauricio Macri que llegó para poner la casa en orden reduciendo los enormes déficit con el recorte de planes sociales y el gasto público, se quedó en los recortes, pero sin la prometida reactivación. Los argentinos sufren las penurias de los recortes de los subsidios para la electricidad, el combustible y el transporte, los precios se disparan como el descontento y los analistas se atreven a decir que “los fallos económicos de Macri podrían ocasionar el regreso del kirchnerismo”, tal como tituló recientemente el New York Times.
En el regreso Cristina K tiene en su contra una pesada cola de juicios por corrupción. Pero el caso más sonado es de otro tenor: el asesinato del fiscal Alberto Nisman que investigaba el atentado contra el centro judío de Buenos Aires donde murieron 85 personas poco antes de que presentara en el Congreso su acusación contra la presidenta por haber pactado con Irán perdonar a los culpables a cambio de concesiones comerciales. En esta causa tiene Cristina tiene prisión preventiva pero permanece en libertad por su fuero de senadora.
El más reciente de los casos de corrupción es los Cuadernos de las Coimas que reveló su exchofer encargado de llevarlas. También está el de Hotesur, la cadena de hoteles de los Kirchner que serviría para blanquear los supuestos retornos de las obras públicas entregadas a empresarios amigos, y el que la llevó hace pocos días al banquillo, acusada de armar una asociación ilícita y de fraude al Estado para la adjudicación a Lázaro Báez —encarcelado desde 2016— de 52 obras públicas, por unos 1.000 millones de dólares en la kirchnerista Santa Cruz. También está enjuiciada por haber sacado con Báez 55 millones de euros que habría transferido al exterior por fuera del sistema legal. En todo este entramado hay imágenes indignantes con cajas de dinero, con bolsones de efectivo.
El juez que dirige las principales causas, Claudio Bonadío, es su enemigo personal. En 2015, ordenó el registro en una empresa de Máximo, el hijo de la presidenta, la respuesta de Cristina fue una acusación por blanqueo de dinero y delito fiscal contra Mariano Bonadío, el hijo del fiscal. Otro de sus grandes enemigos es Héctor Magnetto, el propietario de Clarín, el grupo de comunicación más poderoso de Argentina. La ley de Servicios y Comunicación Audiovisual prácticamente lo obligó a escindirse en seis. Macri derogó esa ley y hoy Cristina K recibe sin pausa mandobles de Clarín.
El nombramiento de Alberto Fernández como fórmula presidencial, antiguo jefe de gabinete de Néstor y su crítico implacable, fue una de sus más características jugadas políticas para enfrentar la dupla de Macri con Miguel Ángel Pichetto, un viejo y destacado dirigente peronista, quien le fue muy leal durante su gobierno y la del peronismo alternativo del economista Roberto Lavagna, y el gobernador Juan Urtubey.
A Cristina Kirchner se le odia o se le adora. Es política, sobre todo. Algunos sostienen que es la más poderosa de América Latina en lo que va de siglo. Otros señalan solamente el rosario de delitos por los que está llamada ante la justicia. Ella es la muestra misma de la astucia política, capaz de crear una bomba electoral que pone a barajar a todas las candidaturas cuando decide ir de vicepresidenta, y asignar la presidencia a uno de sus críticos más virulentos. En pocos días, además, poner en jaque al presidente Mauricio Macri en los sondeos. Y le gana sin dejar dudas en las primarias del 11 de agosto. Dónde está el encanto de esa mujer que se mantiene vigente en el ruedo político, viste ropa de marca, luce joyas costosísimas y la adoran los más pobres de Argentina.
Actualizado 11 de agosto 2019