El amor hizo que Sol Ángel Briñez conociera la tejeduría con palma real. La historia empezó durante unas vacaciones en el municipio del Guamo, Tolima. Sol Ángel tenía 17 años y había dejado Bogotá para relajarse y disfrutar de otro clima. A los pocos días conoció a Ulises Quintero, quien había aprendido la tejeduría con palma real desde los seis años. Se volvieron amigos, al año decidieron ser novios y al poco tiempo empezaron a vivir juntos. Hoy llevan 27 años compartiendo la vida y el amor por un oficio que es tradición en la región.
En el departamento es común tejer en palma real el tradicional sombrero tolimense, usado para protegerse del fuerte sol de la región y que cuentan los abuelos, estaba relacionado con el estado de ánimo de las personas: si alguien llevaba el sombrero inclinado sobre los ojos se creía que estaba de mal genio, pero cuando lo usaban con los bordes doblados hacia arriba, se decía que esa persona estaba alegre.
Sol Ángel, de padres tolimenses, empezó a interesarse por el tejido a las pocas semanas de haberse radicado en el Guamo. En sus ratos libres observaba la manera como tejían los mayores y decidió aprender. Sol Ángel se enamoró tanto del oficio que fue nombrada representante legal de Asopalguamo, una asociación que cofundó en 2010 y a la que pertenecen 25 familias de artesanos.
Ahora, a los 45 años, asegura que su propósito es dar a conocer los productos hechos con palma real en Colombia y en el mundo. No por nada los objetos tejidos con palma real han llegado a Estados Unidos y Reino Unido.
El apoyo de Artesanías de Colombia fue fundamental durante la crisis por el Covid-19. Sin ferias o eventos masivos por las medidas de bioseguridad, Asopalguamo recibió capacitaciones sobre comercialización y redes sociales. Facebook, Instagram y WhatsApp se volvieron sus mejores amigos. Así pudieron superar una dura época y salir adelante.
Para asegurarse de la sostenibilidad de la palma real, los artesanos la consiguen en dos veredas vecinas al Guamo. De los cuatro cogollos que generalmente da la planta, solo se extraen tres para que la palma siga produciendo. Los cogollos se desvenan para quitarles la fibra y ponerla a cocinar en agua con sal para que quede muy blanca. Luego, como un ritual sagrado, la dejan secar durante tres días al sol y un día al sereno.
Después de todo eso, fragmentan la fibra en pedazos de 17 metros, los remojan para que la palma no se parta antes de que tejan los sombreros, abanicos, pavas, bolsos, contenedores y tapetes. Es tan popular este tejido que varias candidatas tolimenses al Concurso Nacional de la Belleza lo han usado para sus trajes típicos.
Es tal la importancia de este sombrero para el departamento, que todos los 23 de junio se celebra el Día del Sombrero Tolimense. Y en el Guamo su tejeduría se ha transmitido de generación en generación desde hace más de 200 años.
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