La historia con sus guerras a cuestas y luego las fronteras imaginarias que los Estados se inventaron para dividir sueños y separar ilusiones, no han podido detener el flujo migratorio que en hermandad abierta o vacilante, siempre hemos tenido con Venezuela.
Igual, desde allá, también se vive la porosidad de una frontera amplia y suficiente como para burlarnos de las estupideces de quienes se suben en el potro indomable de nuestros Estados fallidos.
Mi patria de la infancia me evoca a tíos, primos lejanos, parientes entrañables y amigos del cerco familiar en una ruralidad avasallante; a quienes la mezquindad de la Colombia pobre y despiadada, expulsaba hacia Venezuela – a trabajar en las materas escuchaba en medio de las brumas de las despedidas en Las Piedras- y se llevaban la bendición de la madre angustiada, de los hijos que no pedían explicaciones y de las esposas redimidas.
Venezuela era otra. Era Eldorado para nosotros sus vecinos deseosos de sueños y riquezas. Traer bolívares de regreso, después de un año o más, era una redención para ahuyentar los malos espíritus de la pobreza endémica a la que la crueldad del destino hizo fiesta para siempre. Para otros, fue su destino negado en la Colombia absurda del siglo pasado.
Un campesino colombiano encontraba allá– a mediados de los 70 y 80- lo que no alcanzaría nunca a amasar en Colombia, ni siquiera moliendo maíz amarillo. Regresaba con “bolos” en el bolsillo, pronunciaba “uno que otro chamo y conchale vale, entre nojoda y eche”; venía con la Venezuela de los modismos, los recuerdos y la comida abundante y el trabajo sempiterno para los colombianos.
Conozco pueblos enteros en el Caribe de mis entrañas que se construyeron a punta de bolívares y remesas; en donde por cada vivienda había un cordón umbilical que saltaba la frontera y se traía a las “Coromotos y Tibisay” del populacho veneco. No había inversión estatal, las viviendas en buen estado y la comida abundante, venía en cada envío de bolos desde los parientes que con esfuerzo se afincaron en una Venezuela cundida de riqueza.
Pero ya.
No hay más de eso. Solo una evocación de mi infancia en medio de la neblina de los Montes de María.
Ahora el cuento a relatar es peor en diferente sentido. Los venezolanos que se vienen Colombia llegan con destinos estratificados.
A un Presidente de pocas horas, el chavismo lo envío a Colombia con lazos de soga bolivariana en el cuello.
Los altos ejecutivos de las petroleras y empresas expropiadas o estatizadas
pusieron pies en polvorosa y cayeron en las faldas de los cerros de Monserrate
pero en edificios de lujo y en aviones privados
Luego fueron los altos ejecutivos de las petroleras y empresas expropiadas o estatizadas que pusieron pies en polvorosa y cayeron en las faldas de los cerros de Monserrate pero en edificios de lujo y en aviones privados. Ellos fueron ovacionados y solícitos se sumaron a la burbuja petrolera que al poco tiempo estalló en Colombia.
Siguieron estudiantes con alto valor académico, artistas de la televisión, periodistas, deportistas y clase media que se sentía extraviada en el socialismo del siglo XXI. Gente buena a la que la vida les sacudió la hamaca y los hizo cargar solo con ella, y esa cabe en cualquier morral de la prisa.
En últimas, el chavismo y el socialismo del siglo XXI, terminó y terminará expulsando a su propia creación como un vomito maloliente e indeseable. Pero que pasado el trauma, vendrá el alivio histórico y político necesario.
Ya lo estamos experimentando: nuestras calles y avenidas concurridas están siendo tomadas por los vecinos desesperados que por falta de alimentos y bienes, engrosan la indigencia comercial a la que nos han acostumbrado en Colombia.
Otros con más posibilidades y alianzas, regresan a donde sus parientes y familiares del viejo árbol caído por generaciones; y a los pocos días abren la venta de arepas venezolanas en la cuadra
Algunos y algunas, caen en el submundo perverso del comercio sexual y sobreviven entre la carne expuesta para conseguir la carne puesta en la mesa al regreso. Menuda tarea para los investigadores de esos temas; hallar la correlación entre variables como los malos gobiernos y los buenos polvos.
Para fortuna de todos, en Colombia creo yo que no experimentamos xenofobia y los venezolanos que han llegado por miles son de la misma casa. Eso es un cliché del primer mundo. Entre los hermanos de la fatalidad y la fortuna, cualquier techo que nos cubra de la lluvia, nos hace felices sin importar que nos mojemos a ratos.
Coda: curiosa patraña de la historia de Venezuela, ahora los mayores defensores de la Constitución Bolivariana de Chávez son los de la derecha y la MUD. Se volteó la arepa chamo.