Yenis y sus compañeros de la Asociación Nacional de Recicladores Transformadores han realizado campañas pedagógicas en colegios, con el fin de incentivar la separación en la fuente, es decir, que desde la casa, el colegio, la oficina o donde sea, esté lo reciclable en un lado y, en otro, lo orgánico. Eso que parece tan sencillo o hasta obvio, es un reto que en ocasiones parece imposible.
“En una de las campañas con colegios del distrito, le dimos bonos a los niños que reciclaran, y al curso que más recicló les hicimos una salida con la Secretaría Distrital de Ambiente, con todo pago, los llevamos de 6 de la mañana a 6 de la tarde al Parque Entre nubes. También se les dan punticos, que les sirvan para alguna materia, un incentivo. Y nosotras pensábamos que ya se habían motivado, que lo habíamos logrado, pero no todos lo vuelven a hacer. Entonces, qué pasa, que por la falta de conciencia nos toca meternos en los contenedores de basura y meter las manos entre papeles de baño y restos de comida”.
Según el último censo que les hicieron son 15 mil, pero ellas aseguran que alcanzan a ser 18 mil personas las que trabajan recogiendo el reciclaje de los bogotanos para evitar que vaya a parar a los rellenos. Por eso no entienden que todavía persista el estigma y el maltrato. Mireya lo expone claramente: “Hay compañeros que llegan a un sitio y la gente se siente con el derecho de menospreciarlos”.
Ser parte de la asociación las hace sentir respaldadas, allí les dan asesoría y además es una carta de presentación, porque les prestan más atención en las alcaldías locales cuando van respaldadas por su colectivo. Unidos luchan mejor por sus derechos y, en este momento, porque no les desmonten el pago de la tarifa. Este es un punto sensible para Yenis (obviamente), cada vez que habla del tema se pone seria y habla más fuerte: “El carro de la basura va a Doña Juana, lo pesan y les pagan, si se llevan ellos el reciclaje mejor porque tienen más peso. ¿Y nosotros qué?”
La Asociación cuida a sus recicladores.