“Le voy a contar la verdad: yo maté a la niña …” Las horas que transcurrieron para llegar a esa fatídica confesión entregada por el asesino repleto de drogas y alcohol, marcaron para siempre la historia de los diciembres colombianos.
A partir del preciso momento en que Rafael Uribe Noguera, aquel 4 de diciembre del 2016 raptó la niña en el barrio Bosque Calderón en Bogotá, se activó una carrera contra reloj desconocida en la que cada segundo, cada minuto, cada hora, eran preciosos para tratar de salvar la vida de Yuliana.
Aquel día, un niño de seis años dio aviso sobre los hechos que presenció y de inmediato, desesperados, los vecinos como pudieron llamaron a la policía y a los medios de comunicación. La policía y curiosos arribaron a los diez o quince minutos desde que se hizo el llamado; transcurrieron otros 15 minutos desde que llegaron, es decir llevaban 30 cuando los investigadores encontraron una cámara en una cafetería que revelaba por primera vez, la placa del vehículo en el que se movilizaba el entonces captor desconocido.
Cuando la policía conoció las placas, pudieron contactarse con la propietaria del automotor quien finalmente por ignorancia, terminó participando de la llamada al abogado Francisco Uribe Noguera, hermano del captor desconocido y conocedor de las alucinaciones de aquel al que le gustaban el aceite de cocina revueltos con sexo y drogas.
Inicialmente, el abogado Uribe Noguera, cuando pasó al teléfono en la llamada dirigida a la propietaria del vehículo, decidió aplazar la colaboración con la que la Policía buscaba afanosamente ganarle al tiempo para rescatar la niña, por lo que, era apremiante establecer quien conducía la camioneta y dónde se encontraba el carro. El letrado Uribe Noguera tardó horas en llegar a la estación de policía o CAI para informarle a las autoridades que el vehículo portador de las placas reveladas por la cámara de la panadería, estaba siendo conducido por su hermano, hoy condenado.
Tras esa información, nuevamente, el jurista Uribe, tardó aún más horas en entregar la ubicación de la camioneta que terminó siendo el lugar de los hechos y solo lo hizo, una vez recibió la confesión de su hermano dentro del taxi en el que casi huyendo, buscaban desintoxicar al feminicida.
Aclaramos que el señor Francisco Uribe Noguera ya pasó por el examen judicial y fue encontrado inocente frente a la obstrucción y complicidad improbable, pues nada demostró que su actuar, en esas horas aciagas y valiosísimas para salvar la vida de la menor, fueron desperdiciadas por él, con la intención de encubrir a su hermano asesino y evitar sin querer, que salvaran a Yuliana.
Años después, exactamente el pasado 8 de diciembre, fue hallado en un taller de pintura en el barrio San Judas en Cali, el cuerpo desmembrado de otra menor que no tiene relación con los hechos del 2016. En esta dolorosa ocasión, la menor Michel Dayana González, fue raptada por el asesino confeso, Harold Andrés Echeverry, quien la abusó sexualmente y la asesinó.
Los hechos iniciaron el día 7 de diciembre cuando el padre de la menor le pidió ir a la tienda a realizar un mandado común y corriente, sin sospechar que, en el camino, la menor encontraría el final a manos de un depredador que estaba al asecho camuflado como celador de un taller.
El padre de la niña, la echó de menos a los 15 minutos de que ella hubiera salido a una tienda cercana, a partir de ese momento, silenciosamente, se activó ese cronómetro mortal en el que cada segunda cuenta, el mismo tic tac de Yuliana. Finalmente, la niña fue hallada al día siguiente y el victimario cobarde, huyo hacia los Llanos Orientales, donde fue capturado por la Policía.
Estos dos fatídicos eventos tienen algo en común, además de que los victimarios perpetran su actuar delictivo en los barrios populares y sobre víctimas de origen humilde, en esos terribles eventos, el cronómetro de la muerte ganó la partida contra el tiempo.
Cada vez que suceden estos hechos horripilantes, de inmediato, los politiqueros de turno salen a pedir y proponer cadenas perpetuas, hasta la castración química he oído, seguidamente los penalistas salimos a reprochar el populismo punitivo, todos nos rasgamos las vestiduras mientras terminamos decepcionados y confundidos, como si estuviéramos malditos, le echamos la culpa a todo, incapaces de hacer algo para enfrentar a los monstruos que no podemos detectar a tiempo.
Desde esta columna, quiero dirigirme a todos para que, de una vez por todas, sin necesidad del populismo, de liderazgos recalcitrantes y el protagonismo electorero, implementemos en Colombia la alerta Amber
Sin embargo, desde esta columna, quiero dirigirme a todos y en especial al ministro de Justicia, a la policía de infancia y adolescencia, al Instituto Colombiano de Bienestar familiar, a la Fiscalía general de la nación, a red papás y a todos los medios de comunicación, grandes, pequeños, privados, públicos e independientes, para que, de una vez por todas, sin necesidad del populismo, de liderazgos recalcitrantes y el protagonismo electorero, implementemos en Colombia la Alerta Amber.
La alerta Amber es un sistema de notificación inmediato y colectivo sobre menores de edad desaparecidos o sobre menores de edad en riesgo inminente de ser abusados sexualmente, implementado en EE. UU., desde 1996. Esta alerta nació como un mecanismo de interacción social en el que todos los ciudadanos y habitantes, son notificados o informados en tiempo real sobre la desaparición, rapto o extravío de un menor de edad, como les menciono, esa información es llevada lo más pronto posible a través de medios de comunicación como radio, prensa, tv, redes sociales y mensajería instantánea celular.
La alerta Amber tiene dos componentes, uno en el que todos podemos consultar fácilmente los antecedentes de los delincuentes sexuales, para que no siga pasando lo ocurrido en Cali, pues contrataron de celador a un depredador sexual en una zona con víctimas potenciales. Sí el dueño del taller hubiese tenido acceso a conocer los antecedentes del feminicida, tal vez, los vecinos y habitantes del sector no hubiesen tolerado la más mínima expresión desviada de acoso o comportamiento sospechoso.
A propósito, y por sí, los penalistas quieren hablar del derecho a la segunda oportunidad y a la resocialización, no olvidemos que el sistema penitenciario y carcelario se encuentra desde el año 1998 en estado de cosa inconstitucional, por lo que, se puede aseverar que, en Colombia, no se resocializan los ladrones de cuello blanco como Tapias, mucho menos los depredadores sexuales.
El segundo componente consiste en, y ahí es donde entramos todos, una alarma, un mensaje urgente e instantáneo a los celulares y en los medios de comunicación, sea cual sea, para informar en tiempo real que un niño o niña está extraviado o en riesgo de ser abusado. En el mensaje alarma se debe mostrar claramente la descripción del menor, sus datos, sus rasgos, el sector donde se extravió, la hora aproximada y una foto actualizada, incluso, se pueden enviar datos del sospechoso del rapto para que todos ayudemos a salvar la vida o cercar al criminal.
¿Se imaginan que la madre de Yuliana o el padre de Michel Dayana hubiesen podido dar aviso al responsable de activar la alarma Amber en los primeros 15 minutos cuando se inició el cronómetro de muerte? Tal vez el mensaje le hubiera llegado de inmediato a los vecinos y hasta a los propios victimarios, Rafael y Harold, tal vez, les hubiera hecho más difícil raptarlas o mantenerlas secuestradas, tal vez, como en el caso de Yuliana, no hubiese importado que el abogado Uribe Noguera tardara tanto brindando información para que se hubiera allanado el apartamento y se pudiera salvar la niña.
Todas obviamente son conjeturas mías, pero unámonos, dejemos de echarle la culpa a todo y enfrentemos juntos a los monstruos, salvemos nuestros niños, organicémonos e instalemos la alerta Amber.
@HombreJurista