Los siguientes son algunos fragmentos tomados de la introducción del libro Historia de la estupidez humana de Paul Tabori, para que nos sirvan de base a los llamados que propongo.
“Este libro trata de la estupidez, la tontería; la imbecilidad, la incapacidad, la torpeza, la vacuidad, la estrechez de miras, la fatuidad, la idiotez, la locura, el desvarío. Estudia a los estúpidos, los necios, los seres de inteligencia menguada, los de pocas luces, los débiles mentales, los tontos, los bobos, los superficiales; los mentecatos, los novatos y los que chochean; los simples, los desequilibrados, los chiflados, los irresponsables, los embrutecidos.
Algunos nacen estúpidos, otros alcanzan el estado de estupidez, y hay individuos a quienes la estupidez se les adhiere. Pero la mayoría son estúpidos no por influencia de sus antepasados o de sus contemporáneos.
Es el resultado de un duro esfuerzo personal. Hacen el papel del tonto. En realidad, algunos sobresalen y hacen el tonto cabal y perfecto.
Naturalmente, son los últimos en saberlo, y uno se resiste a ponerlos sobre aviso, pues la ignorancia de la estupidez equivale a la bienaventuranza. La estupidez, que reviste formas tan variadas como el orgullo, la vanidad, la credulidad, el temor y el prejuicio…
El autor cita sorprendentes ejemplos de estupidez relacionados con la codicia humana, el amor a los títulos y a las ceremonias, las complicaciones del burocratismo, las complicaciones no menos ridículas del aparato y de la jerga jurídica, la fe humana en los mitos y la incredulidad ante los hechos, el fanatismo religioso, sus absurdos y manías sexuales, y la tragicómica búsqueda de la eterna juventud.
“La estupidez”, nos dice con tristeza, “es el arma más destructiva del hombre, su más devastadora epidemia, su lujo más costoso”.
A pocos días de haberse conocido los resultados de las pasadas elecciones del domingo anterior, aparecieron las voces plañideras de “algunos ilustres” integrantes del Pacto Histórico descalificando al fenómeno inesperado por ellos, el ingeniero Rodolfo Hernández y que siempre miraron de soslayo o de reojo, además de ponerle toda clase de adjetivos peyorativos.
Da lástima que la estupidez de la que hacen gala la mayoría de los integrantes de dicho pacto, les haga ver el mundo de una sola manera, como caballos cocheros, con tapa ojos voluntarios, tratando de imponer sus miradas sesgadas, ante la falta de ideas, pensamiento político claro y ausencia total de argumentos.
Hablando de argumentos expuestos, ahora dicen que el candidato de la sorpresa, “es el gallo tapado del uribismo”; qué pobreza mental y hasta aberrante; qué falta de moral y ética política, porque si no lo saben, aún existen; qué descrédito y enlodamiento.
Seguramente, por falta de comprensión, entendimiento y hasta falta de respeto por las ideas de Henri de Saint-Simon, Ferdinand Lassalle, Karl Marx, Friedrich Engels, y otros como Ernesto Guevara y José Mojica, verdaderos ideólogos de quienes poco se nutren quienes hoy sufren de su derrota, a pesar de creerse los padres de la pulcritud política y quienes por su arrogancia, fermento clave de la estupidez como lo plantea el autor citado, han creído que como pueblo hemos perdido la memoria y la razón.
El debate político de altura debe imponerse para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Y el debate político de altura se caracteriza por la fuerza de las ideas y de los argumentos, así como por el peso específico de las propuestas que respondan a las necesidades de una nación cansada de la politiquería y promesas incumplidas.
El debate político de altura debe estar basado en el respeto por las ideas del contrario y no en las consabidas triquiñuelas de bodegas de perfiles falsos, creados por expertos criminales para desacreditar, difamar, calumniar, denigrar, injuriar, infamar, ultrajar, desprestigiar, vilipendiar.
Como se ha comprobado, es lo único que les queda y de hecho lo saben hacer, ante la fuerza de los argumentos del contrario y el querer popular manifiesto en las urnas.
El juego limpio lo desconocen quienes han estado acostumbrados que todo se puede obtener sólo, mediante el uso de la violencia y la combinación de las distintas formas de lucha, en una pésima y pobre interpretación del legado filosófico de aquellos verdaderos ideólogos mencionados, pero que en medio de miserables arrogancias, ese legado es pisoteado sin piedad.
No se trata de empeñar nuestro voto definitivo contra alguien porque sí, como se ha propuesto y tal vez, se ha realizado. El voto definitivo lo debemos comprometer en favor de algo o de alguien que represente aquello por lo que como nación deben de ser nuestros máximos ideales: libertad, orden, paz, transparencia, solidaridad; inversión social en los ejes principales de desarrollo tales como: vida, salud, educación, abrigo, empleo, vivienda, etc.
La inclusión debe ser una realidad y no mera palabrería de género; que la justicia y la equidad sean las banderas con las cuales se puedan cobijar todas las actuaciones de nosotros los colombianos;
Que la seguridad sea la garantía para poder recorrer nuestros campos y ciudades sin la zozobra de la emboscada; que el territorio sea de todos los colombianos y que no estemos supeditados a los permisos de grupos armados narcoterroristas.
Ojalá, en la protesta social prime el interés común y no los intereses mezquinos de vándalos y bandidos; que la libertad de expresión, ya sea de credos, ideas, opiniones y formas de ser y actuar garantice el debate abierto, sincero y honesto al que tanto le tememos; que la economía crezca de tal manera que permita calidad de vida para todos y cada uno de nosotros los colombianos y el desarrollo armónico y sostenible del país.
Garanticemos con nuestro voto la supervivencia de la democracia, así contenga en sí misma muchos errores que debemos corregir y no permitamos la más perfecta de las dictaduras que se instalaría para quedarse.
Así ha pasado en otros países hermanos y hoy se lamentan de su suerte, construida desde el egoísmo de mesiánicas propuestas, disfrazadas en discursos que atentan contra la misma concepción ideológica de aquellos en los cuales pretenden escudar sus propias ignorancias, pero al mismo tiempo sus deseos voraces y reprimidos de poder.
Votemos por amor y respeto a nuestra patria y que esa dignidad que le entregamos a través del mismo, sea, una vez más reconocida en el concierto internacional.