Al salir del aeropuerto Jorge Chávez de Lima, un olor a fango marino y a pescado crudo nos impregnó en ese primer encuentro con el Perú. Esta terminal aérea está situada en el norte de la ciudad, más exactamente en el distrito de Callao; colinda con la zona industrial y portuaria, y allí mismo se encuentran las procesadoras y empacadoras del pescado que, en barcos de todo tipo, capturan en el Océano Pacífico. Sin embargo, lo curioso no estuvo en ese peculiar olor, ni tampoco en las matrículas de los carros, ni mucho menos en la arquitectura del aeropuerto, algo que es muy común observar cuando recién aterrizas en un país nuevo. La primera impresión de mi padre y la mía estuvo en una gigantesca valla publicitaria colocada en la salida de la terminal, donde invitaban a votar por un candidato al congreso de Acción Popular, un partido del movimiento liberal con mayor número de presidentes en la historia del Perú y que luego en las elecciones atípicas obtuviera el mayor número de escaños.
¿Por qué una nueva campaña política en Perú? Para entrar en contexto, a finales del año pasado fue noticia para toda Latinoamérica y el mundo que el presidente peruano Martín Vizcarra, disolviera el congreso en curso, producto de un conflicto por un proyecto de ley que reformaba el trámite para la escogencia de los magistrados del tribunal constitucional en este país, dicho proyecto era impulsado por Vizcarra y al no obtener el visto bueno de la mayoría de bancadas en el congreso, el mandatario optó por disolver al parlamento vigente. Esto fue sorpresa para muchos en el continente, ya que, en nuestros modelos constitucionales democráticos, no basta con una designación presidencial para disolver el órgano legislativo, no obstante, en Perú no es así y el presidente actuó bajo la Constitución, dicho acto declarado legal por el mismo tribunal constitucional peruano. Así que, para el domingo 26 de enero estaban convocadas elecciones extraordinarias para escoger al nuevo congreso que regirá hasta mitad del 2021.
Habíamos llegado al Perú en plena fiebre electoral por mera casualidad, y por más que no fuera mi nación, mi viaje automáticamente se convirtió en conocer y aventurar, pero también en estar muy atento a todo lo que surgiera en los comicios, y toda la actividad preelectoral de esos días.
4 días antes del día E, en los bonitos distritos de San Isidro y Miraflores en Lima, todo transcurría en calma, este último caracterizado por sus dos parques, el Central y el John F. Kennedy, que son espectaculares para pasar una tarde, observar sus hermosos jardines y distraerse con la cantidad de aves y gatos que hay, es imposible no desconectarse de la cotidianidad en esos espacios del sur de la capital peruana.
En el centro histórico el movimiento sí que era otra cosa, Lima está al mismo nivel de las capitales latinoamericanas. Para ese día se concentraban varias protestas. La policía peruana cerró calles y hasta la Plaza de Armas, pero hubo algo curioso, observé que los agentes estaban dejando ingresar a la plaza a extranjeros, y lo único que se me ocurrió fue mostrarle mi pasaporte colombiano al agente que cuidaba la valla y como si fuese un diplomático me abrió junto con mi padre sin ningún problema, quizás en ese momento me sentí más patriota que nunca, asumo que no limitan el acceso a los extranjeros porque no son posibles protestantes. Muy cerca de allí, en la Plaza San Martín sí se concentraban manifestaciones, pero en total paz, sólo arengas y uno que otro líder con megáfono, el escuadrón antidisturbios estaba en un rincón de la plaza, muy bien diría yo, descansado. Un aspecto característico radicaba en los discursos que decantaban los líderes de las protestas, mucha similitud con Colombia, algo así como un reclamo a la ciudadanía por su ignorancia y un rechazo a una clase alta dueña de los poderes del Estado.
El día cerró con una visita al malecón de Miraflores, un lugar multifacético en esta capital, donde romance, alegría e ilustración se juntan y con los 22°C de temperatura hacen la mezcla perfecta. En la noche, se puede ver a la gente haciendo ejercicio en el parque lineal, los novios besándose en las bancas, turistas tomándose fotografías con la postal de la Lima iluminada y muchas otras personas en los restaurantes y bares que hay en este sitio. No lo presencié, pero dicen que cuando se aleja la bruma permanente de la capital peruana, se puede ser testigo de un hermoso atardecer al caer el sol sobre el inmenso Pacífico.
Al otro día llegamos al distrito de Barranco, con el sonar de los pájaros y la arquitectura de los edificios que rodean al parque municipal es imposible que la mente no se transporte a un cuento cíngaro de esos a los que nos tienen bien acostumbrados los prosistas peruanos. Caminando por las calles de Barranco la imaginación vuela, en medio de lindas casas antiguas, callejones bohemios, y el sonido de guitarras que interpretan el famoso bolero de “La flor de la canela”. Así como en dicha canción se halaga al limeño por los aromas, la memoria y el goce, así mismo este distrito lo hace con aquellos que pasean por sus calles y escalones.
Lima quedaba atrás, nos esperaba un viaje por carretera de un poco más de mil kilómetros hacia la alta Cusco, ciudad que en algún momento fue capital del imperio Inca. En el largo y espectacular se es espectador de hermosos paisajes que van desde el desierto árido hasta los páramos y cumbres nevadas que rozan las nubes a unos 5000 metros sobre el nivel del mar (msnm). Pude notar en el viaje que entre menos civilización menos fervor político, cuestión que se veía con la poca publicidad política en los pueblos andinos, un mensaje que dejan todos estos campesinos de montaña es que sí se tiene que ser un ser político pero el fanatismo echémoslo al mar. Llegamos a Cusco con un cansancio que inmediatamente desapareció por la emoción de recorrer sus calles, al caer la tarde el sol que entraba en medio de las montañas hacía de la Plaza de Armas una postal hermosa.
Cusco se encuentra a más de 3.400 msnm, en dicha región no falta el mate de coca, una bebida caliente muy buena para aquellos que sufren de mal de altura o el famoso “Soroche” como lo dicen los nativos. Su centro histórico puede tener mucha similitud con los pueblos de Santander o Boyacá con casas de estilo colonial hechas por los españoles y calles de adoquín, su clima es frío y la temperatura durante la noche puede bajar hasta los 8°C. Allí podemos encontrar personas de todo el mundo porque Cusco es el punto intermedio para llegar a las ruinas de Machu Picchu.
Un viaje de 6 horas por carretera y una caminata de 2 horas al lado de la línea férrea, con imponentes montañas a los lados, nos tomó llegar a la hermosa villa de Aguas Calientes o Machu Picchu Pueblo, una pequeña y moderna ciudad en medio de dos inmensas montañas que se levanta en el valle del río homónimo. Me atrevería a decir que el 80% de su economía se basa en el turismo, el pueblo cuenta con una población mayor a los 5000 habitantes, sus servicios básicos son de buena calidad y se ve un desarrollo avanzado en esta pequeña villa de callejones a la que sólo se puede acceder a pie o en tren.
El domingo de elecciones llegó y nos tomó en Aguas Calientes, aprovechamos y nos dirigimos a la escuela municipal, antes de emprender el camino a las ruinas. Los comicios empezaban a las 8 de la mañana, pero desde las 7 ya se veía gente haciendo fila afuera de la institución donde estaba situado el puesto de votación. En Perú, el voto es obligatorio y quien no sufrague incurre en una multa, sin embargo, a diferencia de nuestro país, hay cosas diferentes como lo es el voto semi-electrónico que funciona con una máquina táctil que expide un tiquete y dicho tiquete se deposita en la urna y, además, la ley seca en ese país sólo aplica para ciudadanos peruanos, todo extranjero puede consumir licor sin ningún problema.
Mientras toda la jornada electoral se desarrollaba me desconecté por un momento para disfrutar de mi aventura por las ruinas de Machu Picchu, centro administrativo y religioso que en algún momento fue emporio de los Incas, construido con piedras talladas y moldeadas, dicha ingeniería precolombina fue tan eficiente que las ruinas han aguantado fuertes lluvias y a bastos terremotos. Uno de los grandes retos que tuvimos allá fue ascender por un sendero, una pared de más de 300 metros; erguidos sobre piedras incrustadas para poder escalar, y llegar a la cima de la montaña WaynaPicchu, el famoso macizo de forma triangular que es protagonista en todas las fotos que se les toman a las ruinas. Huayna Picchu, como también se le llama, alcanza una altura superior a los 2600 msnm y en su cumbre se hallan filosas rocas que premian con una hermosa vista del nevado Salcantay, el cañón del Río Vilcanota y la montaña de Machu Picchu.
Cerraban las urnas y a la par en las montañas, nosotros también cerrábamos nuestro paso por esa ciudad antigua incluida entre las siete maravillas del mundo. Nos esperó el mismo camino al lado de la línea férrea, no obstante, esta vez decidimos bajar hasta el pueblo de Santa Teresa, famoso por el volcán termal de Cocalmayo.
Escuchaba rumores y en los pocos minutos que podía tener un televisor cerca intentaba actualizarme de información que se tenía hasta el momento del pre-conteo electoral. Sin embargo, no fue sino dos días después en el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez de Lima, en la escala de retornando a Colombia, donde observé un periódico de formato tabloide que tenía apariencia popular, decidí comprarlo por el titular que anunciaba un análisis de la jornada electoral del último domingo. Después que lo leí puedo decir que no me equivoqué al comprarlo, el periódico Perú21 me gustó mucho no sólo por sus análisis políticos sino porque este diario denota una misión de llevar informes periodísticos de alta talla al ciudadano de a pie, que usualmente busca comprar el periódico popular, otro plus que admiré fue el tener tantos columnistas jóvenes, un aspecto importante en el tema de la igualdad en este nuevo siglo.
El nuevo Congreso peruano cambió, muchos ponen al presidente Vizcarra como el ganador de la jornada, otros a los grupos religiosos y algunos a las fuerzas nuevas de la centro-derecha, como lo mencioné al principio, el partido que más escaños obtuvo fue Acción Popular, un movimiento político de bandera liberal en el Perú que tiene más de 60 años, logrando 25 curules. Una de las dos sorpresas de los comicios fue el partido Frente Popular Agrícola del Perú conocido como FREPAP obteniendo 15 escaños, en la actualidad sus miembros pertenecen a la Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal, fue sorpresa porque dicho movimiento no ganaba curules en el órgano legislativo desde hacía 20 años. Para nuevos movimientos como el Partido Morado el balance fue positivo, alcanzaron 9 escaños y su bandera de progresismo, tercera vía y reformismo llegará al Congreso peruano por primera vez. Sin embargo, para la coalición líder de izquierda en Perú, Frente Amplio por Justicia, Vida y Libertad el efecto fue de perdida logrando sólo 9 curules, en 2016 habían logrado 20. La segunda sorpresa que trajo la jornada fue la estruendosa caída del movimiento fujimorista Fuerza Popular, liderado por Keiko Fujimori que en el día de hoy afronta un proceso penal por lavado de activos, hija del expresidente Alberto Fujimori, famoso por romper el orden constitucional en 1992 a través de un autogolpe de Estado, cerrando el Congreso de la época y creando una nueva Constitución, Fuerza Popular en 2016 había alcanzado 73 curules y en estos últimos comicios logró sólo 15 lo que se traduce en una pérdida alrededor del 79%, líderes de opinión concuerdan en que este fenómeno negativo para el fujimorismo se debe a una divisiones internas en el movimiento y el resultado del voto castigo por parte del pueblo.
Si el Congreso obtuvo un cambio positivo o no, eso nos lo contará el tiempo, lo cierto es que 7 partidos de 8 que se postularon y, de totales diferencias en ideologías políticas lograron escaños. El realizar consensos para sacar adelante la actividad legislativa no será una tarea fácil, pero ese es uno de los retos que tiene Martín Vizcarra en materia de gobernabilidad.
Perú es un encanto completo de país, desde la metrópolis de Lima hasta los pueblos Incas, la cultura y el ambiente que se respira es particular, la impresión se genera desde su amplia gastronomía con el famoso y sabroso ceviche, y llega hasta el impacto creado por las altas montañas que se sienten tan cerca pero tan lejos a la vez por su imponencia al caminar en medio de sus valles. Hoy aquí dejo un abrebocas, no obstante, les digo que el Perú no está para contarlo, está para vivirlo.