Soy vegetariano hace más de 20 años y en algunas ocasiones incursioné en movimientos activistas afines al vegetarianismo/veganismo.
Estoy convencido que la dieta vegetariana o vegana es parte de las consideraciones que todo ser humano que pretende realizar un cambio positivo en el mundo debe tener. Es un hecho irrefutable que el consumo de productos de origen animal, más específicamente la carne de res, de cerdo, de peces y aves de corral, es un cáncer del medio ambiente y de otros órdenes de la vida.
Así pues, si los se seres humanos quieren realmente realizar un cambio importante en el mundo, dejar el consumo de carne es uno de sus componentes fundamentales.
Sí, sí, sí. El ser humano debe evolucionar y migrar hacia una dieta vegetariana/vegana.
Sin embargo, cuando el Estado impone cuestiones que deben corresponder al fuero íntimo de las personas la cosa cambia de color. De color de rosa pasa a color de hormiga.
Ser vegetariano o abstenerse de cualquier cosa es una decisión que corresponde al fuero íntimo de las personas. Si una persona llega a la conclusión o incluso a la reflexión de que debe de dejar de comer carne deberá hacerlo bajo el ejercicio de todas sus facultades internas pues dejar de comer carne es una cuestión ética.
¿Y qué es la ética? La ética es aquello que yo mismo me impongo porque yo mismo considero que es lo mejor. No existe pues una ética impuesta, y menos aún una ética impuesta desde los aparatos del Estado.
Tan pronto como los aparatos del Estado hacen una intromisión en cuestiones que son por completo del fuero interno de las personas, se constituye una agresión que de forma consciente o inconscientemente se va a rechazar, ya sea de una forma abierta o de una forma velada.
Esto es lo mismo que ocurre en el asunto de las drogas. Y es por esta razón que el Estado debe interferir solo en las mínimas cuestiones en lo que concierne a normas coercitivas.
Si el Estado va a tomar medidas para imponer un día sin carne, lo que va a ocurrir es que la gente se va a rebelar y va a tratar de consumir carne solo por el hecho de no tener que obedecer al estado.
A nadie se le puede obligar a ser bueno, el Estado solo puede obligar a la gente a no ser mala... y ni siquiera eso. El Estado solo puede usar su fuerza para impedir que la gente actué mal, porque de hecho ser malo o bueno es también una cuestión del fuero interno de las personas
Tales cuestiones son las que no dimensionan los fanáticos actuales del activismo vegetariano/veganismo. Muchos pretenden obligar a las personas a ser vegetarianas y es ahí donde uno se pregunta si lo que quieren es un bienestar para la gente o simplemente ejercer su voluntad de poder mediante la imposición de tales normas tan “buenas”
Esa es la enfermedad del fanático de toda laya, que pretende imponer su punto de vista siempre y no es capaz de respetar las decisiones de la gente, aunque estas no sean buenas y recurre al insulto y al agravio, al grito y al escándalo irracional para imponer lo que cree que es correcto.
Este es el camino a la barbarie. Por esto es que no extraña que hoy el activismo vegetariano/vegano pro derechos de los animales esté estrechamente relacionado con otras formas extremistas y fanáticas de activismo.
No me quiero imaginar la pesadilla en que se convertiría el mundo si el Estado decretara una prohibición de la carne permanente y no precisamente porque me haga falta la carne sino porque es rotundamente seguro que al segundo de haber emitido el decreto se conformaría de inmediato un cartel de traficantes de carne que se harían enormemente ricos y que tendrían un poder tenebrosamente grande.
Sí al día sin carne, pero que no sea una imposición y menos una del Estado. No al día sin carne impuesto por este.