El tercer pico de la pandemia, unido al descontento generalizado de todo el país por el proyecto de reforma tributaria del presidente Iván Duque y el ministro Alberto Carrasquilla, ha producido un descomunal tsunami de descontento social, que desde la costa caribe va pasando hacia el oriente, occidente y centro del país, amenazando peligrosamente a los departamentos de la Amazonía, en especial al Caquetá.
Las cifras de muertos diarios por la pandemia ya superan los 500 a nivel nacional y el número de contagios diarios pasa de 20.000, obligando a los alcaldes a imponer agresivas medidas restrictivas para detener la velocidad del contagio. Sin embargo, esas medidas se han vuelto contraproducentes porque han confinado a millones de personas que viven del rebusque diario, lo cual, unido al proyecto de reforma tributaria, está produciendo estallidos de violencia generalizada incrementados por el hambre.
Sin medir las consecuencias a largo plazo, el presidente y su ministro salieron a la banca internacional a gestionar recursos para la pandemia, pero esos créditos comprometen del 45 al 63% el PIB, con lo cual obligan al gobierno a efectuar una reforma tributaria y pensional que garantice el pago de esos créditos.
Esa es la razón por la cual Duque y Carrasquilla no quieren dar paso atrás con la reforma, pero, como siempre sucede, ese proyecto afecta más a los pobres que a los ricos, haciendo estallar un tsunami de descontento en todo el país.
De ahí la protesta generalizada en Santa Marta, Cartagena, Río Hacha, Montería Valledupar y en general en la Costa Caribe, además de Bogotá, Caldas, Manizales y casi todo el centro del país. El tsunami se acerca peligrosamente a la Amazonía y Orinoquía.
La situación es en extremo compleja: el presidente obstruido por la banca internacional; los gobiernos locales presionados por el gobierno nacional para aparentar una normalidad que no existe; y, como siempre, el pueblo aguantando hambre y pagando los platos rotos. Mientras tanto, la élite nacional (congresistas, altos dirigentes y la banca usurera) sigue explotando a los más débiles.