Esto se parece a un tren indonesio ¿no te parece?, le dije a esa mujer de 1. 50 metros que conocí de casualidad, porque ella, al igual que yo y por algún motivo, no tomó la ruta más rápida del Transmilenio, esa que conecta el sur de la ciudad con el norte en casi media hora. ¡Como si yo conociera la Provincia de Java! Aún así me atreví a hablarle del metro de Nueva York justo cuando pasábamos por la Caracas con 50.
Llamémosla G y vestía de negro como la viuda negra de Los Vengadores, pero ni pelirroja, ni mucho menos fanática de ese tipo de películas. Sin embargo, como Scarlett a Theodore en Her escuchaba con mucho asombro cada una de mis referencias imaginadas de trenes y metros en el mundo, quizás como único tema posible de conversación, si tomaba en cuenta que por su forma de vestir, seguramente se bajaría pocas estaciones más adelante, allá cerca de las discotecas de la 85. O mejor, porque me dio por pensar que era parecida a esa mujer enigmática en el Hotel Chevalier de Wes Anderson, esa que dejó a Jack Whitman antes de que él abordara el Darjeeling Limited, originalmente Ferrocarril Darjeeling del Himalaya.
G nunca se puso de pie, aún cuando al conductor de esa ruta le agarró el afán esa noche, e inoportunamente le dio por subir la velocidad justo al lado de un envidiado trancón eterno en la 100. Como si la velocidad fuera una manera de sentirse un poco como Meteoro. O quizás, si iba lento, pero ella muy rápido, porque hablaba sin frenos como Julie Delpy, o como si se hubiera pausado el tiempo entre Edward Bloom y su novia en Big Fish, y de un momento a otro se hubieran ajustado las manillas del reloj.
Si. Solamente hablábamos de lo cansón, pero sabíamos en silencio lo extremadamente conveniente de ese momento al viajar en una ruta devora personas. Como en toda charla casual, acabamos pelando el cobre confesando lo más miserable pero íntimamente placentero de nuestros gustos musicales. Hoy en día no esta mal jurarse un Serge Gainsbourg a pesar de que tristemente te pareces a Rodolfo Aicardi cantando Daniela, mientras esperas que se aparezca Jane Birkin para completar la canción, aún cuando esta Jane Birkin habla de Aguacate para referirse a la canción Guacamole de Kevin Johansen.
–¿Tu eres pelaito cierto? Me indagó. Que pena que te diga pero es que esa camiseta de El Hombre Araña te delata. ¿Vos si sabes en serio de esa música que me dices?
Pero por supuesto. ¿Te conté alguna vez que estando en sexto me enamoré de una chica de once y que le prohibieron salir conmigo?
–No, ¿pero a que horas me ibas a contar eso, y que tiene que ver eso con lo de la música?
No estoy realmente seguro, pero me acuerdo que esa chica me dijo conteniendo una carcajada propia de contarse un chiste en medio de un velorio: ¨no sos vos, ni siquiera soy yo… es la coordinación académica¨.
–Ah! eso no es nada, a mi me hicieron lo mismo. Me dijeron que no podía salir con ningún muchacho que cursara un grado menor de noveno.
¿Ni siquiera con uno de noveno bien desaplicado, de esos que ya deberían de estar en 12?
Ambos sonrieron con un aire de complicidad.
¿Y vos ya te bajas acá? Le pregunté como apesadumbrado.
– No, yo no, yo me pasé hace media hora, pero se me hizo interesante que un muchacho vestido de súper héroe me coqueteara con un cuento de trenes.
¿Y quieres que me devuelva contigo?
–Sí, pero tomemos el tren de Ghan.
