La Superintendencia Financiera de Colombia reveló las utilidades del sistema financiero, que el año pasado crecieron hasta llegar a $65 billones 760 mil millones, que significa un aumento aproximado de $10 billones en relación con el año 2020, que fueron de $55 billones 480 mil millones.
De los resultados informados con corte a diciembre de 2021, las entidades financieras obtuvieron $23 billones 460 mil millones, de los cuales los establecimientos de crédito obtuvieron $16 billones 460 mil millones.
En 2017 las ganancias llegaron a $13,1 billones; de ellas, los establecimientos de crédito obtuvieron $8,3 billones. En 2018, el sistema ganó $24,2 billones y los establecimientos de crédito $17,1 billones, y en 2019 la utilidad fue de $13,1 billones y $11 billones, respectivamente.
O sea, en los últimos cinco años el sistema financiero se lleva de Colombia la suma de $171 billones 640 mil millones, puesto que la mayoría de los banqueros tienen sus recursos por fuera de este país.
En otras palabras, en los años más crueles por las secuelas de la pandemia 2020 -2021 y cuando más se ha venido profundizando la crisis económica generada por el modelo económico neoliberal –que precisamente corresponde a la globalización del capital financiero transnacional–, el sistema financiero colombiano “se embolsilló” más de $120 billones.
Un dato nos muestra cuán escandalosas son dichas utilidades: El presupuesto de Colombia del año 2021 fue de apenas $350 billones.
Sería necio negar la importancia del sistema financiero en el desarrollo de todos los países, pero también es cierto que debido a los tratados comerciales y de inversión, en Colombia goza de una serie de prerrogativas –llaman confianza inversionista– de las que no se beneficia en otros países, y con las cuales se ha convertido en un sistema parasitario que por el contrario es obstáculo para el desarrollo de la Nación.
El entrante Gobierno Nacional, porque el del presidente Iván Duque no lo hizo, tiene que propender por otro tipo de relación económica con estos banqueros, sobre la base de la irrigación de un crédito oportuno, barato y suficiente.
De no aceptar las nuevas reglas de juego, le corresponde al Estado organizar una Banca de Fomento que corresponda a las inmensas necesidades del país.
En el otro extremo se encuentra el 42,5 % de la población colombiana pobre, lo cual ha sido puesto de manifiesto por la Universidad de Antioquia el 3 de enero de 2022: “1,7 millones de hogares colombianos, cerca de 7 millones de personas, 15 % de la población, consumen solo dos comidas al día”.
O lo revelado el 5 de de enero de 2022 por la Asociación de Bancos de Alimentos: “54 % de los hogares en Colombia viven en inseguridad alimentaria. Más de 560.000 niños menores de 5 años tienen desnutrición crónica”.
O lo dicho por la ONU el 3 de diciembre de 2021: “En Colombia la inseguridad alimentaria, desnutrición y disminución de oportunidades de subsistencia han afectado a 3,8 millones de mujeres y 2,4 millones de niños.
Aumentaron las personas necesitadas de alimentos de 6,7 millones en 2020 a 7,7 millones en 2021, excluyendo a migrantes”. De esta situación no se compadece ni el sistema financiero ni el Gobierno de Duque.
El Centro Esperanza propuso que bajen la tasa de interés, situada en un especulativo margen entre 20 y 25 % anual, forma con la que se quedan con el trabajo de los colombianos. ¡Un buen tema para el debate electoral!