Un strongman llamado Emanuel

Un strongman llamado Emanuel

Con 25 años y 177 kilos de peso se entrena en esta disciplina que prueba la fuerza de los competidores de diferentes maneras

Por: Carmelo Antonio Rodríguez Payares
agosto 28, 2018
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Un strongman llamado Emanuel

Acostumbrado, como siempre he estado, a tener que esperar a las personas, conocidas o por conocer, las múltiples veces en que las he invitado a un encuentro por cualquier motivo, esta vez me llevé una agradable sorpresa porque cuando aún faltaban más de 15 minutos para la hora fijada de nuestra reunión lo vi sentado en pleno goce a su derecho a la tranquilidad y al reposo, como si fuera uno más de los parroquianos que se toman de manera plácida una tarde cualquiera un sitio público de Medellín para ver pasar la cruda realidad.

Si bien nunca nos habíamos visto en persona era más que evidente que era yo el que estaba en la obligación de reconocerlo, así él hubiera tratado de ocultar sus 177 kilos de peso —en sus escasos un metro y sesenta centímetros—, gracias a una férrea dieta casera que desterró para siempre de su mesa lo que se conoce como la comida chatarra, y en cambio prefiere medírsele a las frutas y a una serie de complementos nutricionales, pero eso sí, la comida en casa debe ser sana y en abundancia, razón por la cual debe atenderla siete veces al día con altos contenidos en carbohidratos, proteínas, hidratación y verduras, para sumar las 10 mil calorías diarias que requieren sus actividades.

De manera que comenzamos un diálogo que nos trasladó al barrio La Floresta, un circunspecto y apacible barrio del municipio de El Bagre, uno de los pocos que fueron construidos bajo las más elementales normas de la decencia y el respeto a las reglas del urbanismo, contrario a los demás que fueron hechos a la carrera, de noche, y a espaldas de las autoridades. Allí estuvo mientras era uno más de los tantos alumnos matriculados en el colegio Interamericano, la Inter, como siempre se le conoció, hasta llegar al tercer grado de primaria en el 2003, año en el cual daría comienzo a una serie de viajes que por fin tendría destino la ciudad de Medellín, en donde vive con sus hermanos Sara y Juan Esteban, con quienes comparte su afición por el deporte en el barrio Buenos Aires, en el oriente de la capital.

Con apenas 25 años de edad, cumplidos el pasado jueves 23 de agosto, ya ostenta en su galería una serie de títulos y galardones que lo presentan como uno de los hombres más fuertes de Suramérica, amén de haber sido campeón, en tres ocasiones, con el equipo Estrella Roja en el torneo Intercomunas de la Escuela Popular del Deporte, en la posición de arquero. Luego pasó a integrar la selección Colombia de rugby, con la que se coronó campeón auramericano, mientras hizo algunas escalas técnicas en deportes como el boxeo y el karate, llamados de contacto, para recalar en una disciplina que por ahora no goza de la popularidad con la que él sueña, pero por la que se entrega las 24 horas del día: el strongman, que en palabras sencillas viene a ser como el “hombre fuerte - atletismo de fuerza”, que hizo su aparición en las pantallas del mundo a través del canal ESPN unas tres décadas atrás.

Quien lo conozca de cerca le será muy difícil creer que tuvo que desertar de un colegio en Medellín, el Miguel de Aguinaga, en donde pensó concluir la primaria, porque allí fue objeto a lo que hoy llaman “bullying”, cuyo origen estaba en su buen rendimiento académico que lo hacía el blanco predilecto de las “maquetas” del curso cada vez que le intentaban copiar su cuaderno de tareas, razón por la cual tuvo que armar de nuevo su motete para trasladarse a Zaragoza, vecino de El Bagre, para estudiar en el Francisco de Paula Santander. Pudieron más sus ganas de superación laboral y académica que de nuevo regresó a esta selva de cemento. Solo que su objetivo, el deporte y la sana alimentación lo harían uno de los más visibles en su entorno en los escenarios más disímiles, siempre con el apoyo de la familia.

Mientras el personaje habla uno descubre que detrás de Emanuel Mendoza Mosquera, nacido en el hospital Nuestra Señora del Carmen de El Bagre el lunes 23 de agosto de 1993, se encuentra un hombre sereno, tranquilo y sosegado; que se escuda en el reposo para evitar cualquier confrontación física, consciente de la fuerza que se esconde en su mole de músculos adiestrados para mover camiones de hasta 20 toneladas de peso, como lo demostró en fecha reciente en su pueblo natal, cuando de un solo envión hizo un recorrido de 25 metros llevando como rastra el carro de bomberos, en un espectáculo que buscaba llamar la atención sobre la necesidad de llevar una vida sana, disciplinada, la misma que él ha llevado hasta hoy. Sin sonrojarse le cuenta al redactor que arrastrar camiones, llantas de hasta 500 kilos y caminar con yugos en los hombros que pesan más de 380 kilos, son casi una de las tantas rutinas diarias a las que se somete y que comparte con una actividad que nada tiene que ver con el deporte: es el portero nocturno de un centro de diversión en el sector del Poblado.

Sin olvidar su reciente pasado, el atrongman dice que en El Bagre practicó el fútbol de la mano de un histórico en ese deporte, Emilio Oliva, quien lo ubicó en la defensa, pero que además se hizo amigo de otra disciplina, muy brasileña, conocida como la capoeira y dentro de ese trasegar del deporte siempre ha encontrado enseñanzas para respetar a los contrarios, y esto se observa en el plano en el que se desenvuelve. Hoy es campeón certificado en Suramérica y el mundo por strongman Colombia en la categoría élite y por eso debe responder los llamados anuales que hace la organización para ratificarlo en ese nivel, como en este caso deberá hacerlo en la ciudad de Sao Paulo, en Brasil, cuando a mediados de septiembre compita con atletas de ocho países provenientes de Chile, Argentina, Bolivia, España, México, España y el anfitrión; de donde saldrá para una futura competencia que definirá los nombres de los diez hombres más fuertes del mundo. ¿Y cuenta con algún apoyo económico para esta contienda? Se le pregunta con la esperanza de obtener una respuesta positiva, y más bien es de desconsuelo porque en este país se la da más fácil el apoyo a otras disciplinas, como el fútbol, a pesar de que nunca nos ha dado un puesto de gloria, que a disciplinas como las suyas que demandan un esfuerzo personal.

Sin embargo hará todo lo que esté a su alcance para llevar a estos lugares los colores de la bandera bagreña, aunque para hacerlo deba defender los de la liga del departamento de Caldas, porque en Antioquia tampoco hay sitio para buscar patrocinios. Así están las cosas, pero eso a él parece no preocuparle mucho porque tiene una profunda confianza y fe en el Creador, al que los domingos le concede sus más preciados minutos cuando se congrega en la iglesia cristiana Tiempos de Gloria, mientras repite, como un mantra personal, que su vida la concentra en el trabajo, el deporte, las clases que dicta en diferentes sitios de la ciudad y cero vida social, razón por la cual no ha tenido la oportunidad de conocer a deportistas como Rafith Rodríguez Lleneres o a Oscar Figueroa, ambos de la misma región, a quienes admira por sus logros y con quienes comparte los mismos retos: ser lo que son a pesar de todo.

Evoca con alguna nostalgia la niñez que vivió en su pueblo, el puerto sobre el río Nechí, las jornadas de pesca, las corralejas, la música, los paseos a Villa y las amistades que logró construir en La Floresta y en Diez Familias y aspira a tener un espacio en donde las personas puedan acudir a escuchar clases sobre alimentación sana, salud, deportes, bajo el lema de que no todo lo que se come alimenta y no todo el que está gordo es porque está sano. De paso recordó una anécdota como la vez que seis sujetos se atrevieron a agredirlo y él, acostumbrado a poner en práctica lo que ha aprendido con tanto esfuerzo, los “atendió” uno por uno, al punto de hacerlos correr como en las caricaturas de la infancia, y con ello logró que sus amigos le certificaran el apodo con el que lo distinguen: “Terror”, que es todo lo contrario lo que él busca inspirar a través de su actividad, otra de las tantas damnificadas por la desidia oficial.

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