De nada sirve quedarnos impávidos y pensar, tal vez, que las cosas en nuestro país nunca van a cambiar. Sin embargo, en manos del votante está la herramienta que como constituyente primario puede hacer que el rumbo de la nación vire a mejores costas. Como electores tenemos el poder autónomo y demócrata de elegir a quienes dirigirán el devenir legislativo, una responsabilidad enorme que no debe tomarse a la ligera y que por el contrario compromete toda nuestra atención y ante todo conciencia.
Hoy más que nunca poseemos los instrumentos necesarios, capacidades, conocimientos y entendimiento para efectuar una buena decisión electoral al margen de los ya reconocidos y mal ponderados vicios de la politiquería; el voto es fortaleza y esa la tiene el pueblo, es decir nosotros. Un solo voto cuenta y tras ese hay muchos más, eso lo saben las maquinarias y de ello se lucran. No obstante, nosotros como electorado debemos reconocer asiduamente que un voto tiene más fuerza que una simple teja de zinc, un mercado para el diario, un bulto de cemento, un tamal de almuerzo o un petaco de cerveza. El sufragio ha de superar cualquier ofrecimiento de momento de clientelas demagógicas y promesas burocráticas.
Es hora de echar atrás todas aquellas prácticas malversas electorales. Nuestro deber es darle valor al integro acto de votar, pero con cabeza fría, mente despejada, sin amaños y por sobre todo con dignidad. Por eso el voto no se vende, sufragar es un acto de intimidad, prístina convicción de decencia y honra con el territorio patria. De ahí que ceder a valores contrarios a los de la democracia perpetúa ese ciclo detestable de la corrupción que como electores podemos desvanecer y desaparecer.
Todos somos seres políticos de convicciones y al expresarnos como hijos de la tierra colombiana damos puntadas para hacer de nuestro territorio nacional un crisol de oportunidades y respeto por la diferencia e ideas. En todos está el dejar por siempre aquellas fórmulas nefastas de una politiquería que de nada sirven al clamor de la ciudadanía. Votar siempre será importante, es la impronta como miembros de una sociedad constituida por un estado democrático y es el instrumento que como colombianos idóneos e inteligentes tenemos para hacer de nuestra patria una real democracia.
No se trata de colores o ideologías, tampoco de rivalidades o comparaciones, lo que está en juego es la integridad del territorio de Colombia y su decoro. El voto sea cual sea su dirección debe estar amparado por nuestra capacidad de discernir qué o quiénes nos proponen reales acciones para el presente y tienen avizorado el futuro. Es nuestro deber examinar a quienes quieren ser elegidos por nuestra potente fuerza electoral, más allá de los rostros debemos reconocer intenciones e ir por encima de la superficialidad mediática. Votar es pronunciarse y hacerlo bien es garantizar que quienes tengan los mejores propósitos y realmente quieren trabajar por el suelo natal sin politiquerías sino con acciones que puedan ejercer un buen trabajo. De igual modo, es la puerta de salida para llevar al ostracismo esas maneras retrogradas del politiquero de turno y sus bagatelas que en cada periodo solo buscan engrandecer los protectorados partidistas.
Votar es también la iniciativa de pronunciamiento de un pueblo que decide optar por ninguna opción como forma de protesta ante la falta de hidalguía en los postulantes y que ve en la decisión en blanco la capacidad de demandar urnas transparentes y con una consigna latente, el cambio. Así que el voto es un derecho fundamental, poderoso e importante. Somos ciudadanos por encima de un registro, somos colombianos más de allá de una bandera o camiseta. Se es colombiano por arriba de un partido, caudillo, gamonal o patrón y por sobre un puesto burocrático. Somos colombianos porque tenemos dignidad y la fuerza de hacer bien las cosas. En nuestros sentidos, corazones, almas y sensatez está el ofrecer el voto a reales causas, a buenas prácticas y por sobre todo la potestad de decisión autónoma al margen de insinuaciones o promesas falsas. Debemos saber por siempre que nuestro voto colombiano representa y vale mucho para la nación.