A propósito del descarado e irrelevante show mediático y político que se le ha hecho a la llegada de las vacunas del COVID-19.
"Es muy duro saber que Colombia prefirió mantener el estado de naturaleza de menor de edad, sin llegar al menos a intentar salir de ella, estancando la posibilidad de que la razón posara sus entrañas, y más bien permitiendo que la irracionalidad carcomiera sus acciones’’
La anterior cita del libro Manual de funciones para ser un "buen" colombiano (2019) no es más que una de esas otras verdades que resumen a un país llamado Colombia —que optó descarada y vilmente por seguir en las sendas del atraso y la incapacidad—, y que está traducida o resumida en actos vergonzantes que no son más que la foto o video de eso que hace del país, como bien lo mencionaba el texto citado, una nación menor de edad y bufona.
Todos estábamos esperando ansiosos la llegada de esa vacuna prometida y manoseada por el gobierno inepto de turno. Esa ansiedad y espera no era más que un acto de desespero por mermar y obnubilar por fin en algo la mala gestión de esta pandemia, esa que se traduce en que Colombia se encuentre en el puesto número once a nivel mundial con más víctimas mortales, según la (OMS); y que se encuentre entre los cinco peores países del mundo para vivir en esta pandemia, según (Bloomberg). Tales datos son esa radiografía de una incapacidad, ineptitud e improvisación que hoy nos tiene con ansias de esa vacuna. Sin embargo, y a pesar de que pensábamos que ya no le cabía un tinto más a la maraña de adefesios y desproporciones que estamos acostumbrados en este país, fuimos testigos de otra de esas obras macondianas que solo suceden en el país del realismo mágico.
El lunes 15 de febrero todos fuimos espectadores, gracias a la parafernalia y show mediático de los medios de comunicación, de la llegada de la tan manoseada vacuna contra el COVID-19, que en mi opinión no fue más que una pantomima de la desproporción, donde observamos cómo se le hizo gala, aplauso, video, foto y discurso del arribo de cincuenta mil dosis, un número que no representa ni el uno por ciento de la población nacional. En fin, solo faltó Jorge Barón para darle la "patadita de la buena suerte" a tan ínfimo cargamento. Este hecho, que pudo pasar para algunos como un mero acto simbólico o una celebración a la vida, se convirtió desde hace tres días en el común denominador de un país oportunista, desproporcionado e inconsciente.
La desproporción y el show se resumen en actos como el acontecido en Sincelejo, donde al mejor estilo cinematográfico se hizo una caravana blindada para llevar la vacuna al hospital central de esa ciudad. Y por si fuera poco, al mejor estilo de un concurso de belleza, el alcalde de la ciudad se prestó con luces, cámara y acción para manosear la vacuna ante sus hordas de seguidores y burócratas politiqueros que con cámara en mano querían lucirse y mostrar la gesta como suya.
En estos dos días de "vacunación" se han visto más fotos, videos, aplausos, caravanas y shows que personas vacunadas. Lo único que se ha visto en estos días de "vacunación" es un país politiquero y burócrata haciendo gala y jugando con la necesidad. Lo único que se ha visto en estos dos días de "vacunación" es un show que espero que muy pronto y por fin cierre su telón.
¿Cuándo dejaremos de avivar los fantasmas de un país violento, injusto, masoquista, imprudente, tramposo, inmaduro y bufón?