Un septimazo con la empleada doméstica que enamora a Colombia

Un septimazo con la empleada doméstica que enamora a Colombia

Yohana Melendrez Luna, chocoana, 31 años, auxiliar preescolar, lectora de Gabriel García Márquez, sueña con una casa para su mamá. La W Radio le está colaborando

Por: Ricardo Rondón Chamorro
septiembre 06, 2022
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Un septimazo con la empleada doméstica que enamora a Colombia
Fotos: Ricardo Rondón Chamorro/Yohana Melendrez Luna, una historia de vida para tener en cuenta

La negra tiene sonrisa y gracia  como para un comercial de 'besos de negra', esas delicias de chocolate relleno, infaltables en las vitrinas de algunos aeropuertos nacionales.

Póngale a la negra una creación de Lía Samantha (pionera del diseño afro en Colombia) o de Esteban Sinisterra Paz (el diseñador de la vicepresidenta Francia Márquez) y permítanle cinco minutos de fama  bajo los reflectores de las pasarelas de Colombiamoda o del Bogotá Fashion.

La negra tiene su tumbao y lleva el ritmo en todo el cuerpo, en su desparpajo, en el swing de las negras al caminar, como si marcara a su paso un danzón, una chirimía, un chachachá. Esa lumbre congénita de la africanidad que se lleva en la sangre, en la raza, y que ella luce con absoluta naturalidad.

Pero a la negra de esta honrosa historia de vida quizás no le atraigan esas bagatelas de la alta cosmética, las cámaras, los roperos de rimbombantes etiquetas y las luces robóticas de la espectacularidad.

Por el contrario: al proponerle la sesión de fotos para esta crónica, me advirtió que ella era una mujer común y silvestre, que no tenía idea de eso que llaman glamur, y que no estaba preparada para fotografías.

Le insistí cuando me contó que llevaba viviendo seis años en Bogotá, y que salvo la plaza de La Mariposa, en San Victorino, no conocía otro trayecto en transmilenio que el de su humilde vivienda en arriendo, en el barrio San Francisco, localidad Ciudad Bolívar, a su lugar de trabajo como empleada doméstica en el sector de Quinta Paredes, próximo a Corferias.

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Postal histórica a las puertas del Palacio de Nariño.

Me enteré de ella por una llamada que le hizo a la W Radio para opinar sobre el tema del día y pedirle el favor a Julio Sánchez Cristo que le ayudara con unas varillas que estaba necesitando para avanzar en la construcción de una casa en Sincelejo, que tiene destinada para su mamá. La felicidad de la negra se hizo evidente cuando en contados minutos al aire, varios comercios prometieron la donación, no solo de las varillas, sino de otros materiales.

De septimazo 

Yohana Melendrez Luna, treinta y un años, oriunda de Unguía, Chocó, criada en Sincelejo, con estudios técnicos en asistencia a la primera infancia y auxiliar de preescolar, no sabía qué era un septimazo, ni conocía la Plaza de Bolívar ni el edificio de Avianca ni donde cayó muerto por las balas Jorge Eliécer Gaitán, y mucho menos el Palacio de Nariño, que a partir de la orden del presidente Petro de romper barreras para que la gente lo visite y se tome fotos, se ha convertido en el gran atractivo turístico del centro de Bogotá.

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Yohana no conocía la Plaza de Bolívar, epicentro de Bogotá..

Acordamos vernos en la estación Museo del Oro de transmilenio, en una tarde soleada de finales de agosto. Llegó puntual a la cita, luego de haber cumplido a su jornada de trabajo (que inicia a las 6:30 AM y termina a las 4:00 o 5:00 PM) Saludó con su amplia sonrisa de perlas. Lucía bluejean, camisa blanca, tenis del mismo color, y un morral terciado al hombro. La brisa alebrestada jugaba con los rizos azabaches de su frente amplia.

Le expliqué que el septimazo era el paseo ineludible de los foráneos por la reconocida Calle Real, escenario de grandes acontecimientos, fortuitos y nefastos, que han marcado la historia de la ciudad y del país en general, y que me parecía increíble que en los años que llevaba viviendo en Bogotá, no se hubiera dado una vuelta por el centro histórico, cultural y turístico de la capital.

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Un recuerdo de la Calle Real, donde fue inmolado el caudillo del pueblo.

Respondió que su rutina, desde que llegó a Bogotá, sola y en busca de oportunidades, se limitaba de la casa al trabajo, y del trabajo a la casa, y que el domingo lo destinaba a ayudar en los oficios, al culto en la iglesia Cruzada Cristiana Trono de Dios, al que asiste en su barrio, a compartir con su señora madre y su hermanita menor de trece años, y en lo posible, a descansar.

Yohana, como la mayoría de habitantes del Chocó y del Pacífico, víctimas del desplazamiento, se vio obligada a migrar de su territorio a otras latitudes, en busca de refugio y de un mejor vivir. De su natal Unguía fue llevada de cinco años, por sus padres, con sus tres hermanos, a Sincelejo, en medio de la incertidumbre y la desesperanza. Allí creció y se formó, y cumplidos los veinticinco se aventuró a buscar empleo en Bogotá como auxiliar preescolar. Mientras le tomo fotos y le damos largas al soleado septimazo, Yohana avanza en su relato:

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Septimazo con Yohana, en medio de la admiración de los curiosos.

Poderosa historia de vida 

"En Bogotá me hospedó una amiga en su vivienda, en el barrio Los Laches. Al principio fueron días muy duros. No había sentido tanto frío en mi vida. Era tan fuerte que se me ponía la piel morada. Se me cuarteaban los labios y me brotaba sangre. Pasé cualquier cantidad de hojas de vida como auxiliar preescolar, pero me desilusionaba cuando me rechazaban por no tener experiencia. Pedían mínimo dos años".

“Hasta que por fin conseguí un empleo de niñera interna, al norte de la ciudad, en Chicó alto. Ahí duré dos años y medio, hasta 2018, y me retiré porque no quería seguir de interna. En Suba conseguí un trabajo como empleada, por un año, y luego, en 2019, en Quinta Paredes, donde estoy ahora”.

"Les agradezco a mis jefes que hayan contado conmigo y el trato respetuoso que me han dado. Me pagan el mínimo, más una bonificación de $200.000, y las prestaciones. Me encargo del aseo, la cocina, lavado y planchado de ropa. Descanso domingos y festivos. No me avergüenzo de mi trabajo, porque el trabajo honesto es una bendición. Pero aspiro a trabajar en lo que estudié. Me gusta la docencia. También quiero estudiar Trabajo social. Dios quiera que se me dé. Si uno estudia algo es para aplicar lo que aprendió”.

"En enero de este año me traje a mi mamá y a mi hermanita porque me quedaba difícil enviarles dinero y pagar arriendo y sostenerme. En el barrio San Francisco vivimos en un apartamento por el que pago $450.000, incluidos servicios. En mercado, se me van $400.000. Y el resto para los transportes, y para ir comprando, con lo que alcance, los materiales de la casa en Sincelejo. El proyecto de vivienda se está adelantando en un lote del barrio Los Laureles, en la vía al Golfo de Morrosquillo, que nos dejó mi papá antes de morir en Venezuela, a mi hermana Yorledis y a mí. Tiene 8 metros de frente por 13 de fondo. Entonces, vamos por mitad".

"Mi tío Erguis Melendrez, que es como nuestra figura paterna, me está ayudando con la obra. Ya se instalaron las 8 columnas en concreto y varilla. Faltan las vigas aéreas y el vaciado de la placa. Todavía está crudo, pero poco a poco, con la bendición de Jesús y el buen corazón del señor Julio (Sánchez Cristo) y de la señorita Laura (productora de la W Radio), me llena la ilusión de esperar los materiales para continuar la obra".

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¡A la carga!, como arengaba Jorge Eliécer Gaitán.

Lectora de García Márquez 

-Aquí en este sitio mataron a Gaitán. Salía de su oficina con dos amigos de este edificio, el Agustín Nieto, cuando el asesino Juan Roa Sierra lo acribilló con un revólver. Era la una de la tarde del 9 de abril de 1948. Este es el edificio de El Tiempo, que en 2019 compró la Universidad del Rosario, y que sigue siendo referente de citas de comerciantes, amigos y enamorados-, le entero a Yohana en la marcha.

-Uyyy, pero este paseo es con guía y todo-, interpela ella. Qué interesante todo esto, y la historia que me está contando. A mí gusta leer, y estar informada. Por eso mientras trabajo, oigo La W, porque ahí uno está al tanto de todo, además como debaten y analizan las noticias. Yo la oigo hasta la una de la tarde, cuando termina el programa de Juan Pablo Calvás.

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Con García Márquez, su escritor preferido.

¿Y qué te gusta leer?

-De todo lo que llegue a mis manos, pero en literatura he leído a Gabriel García Márquez, a Mario Vargas Llosa y a Isabel Allende.

De García Márquez, qué has leído?

Cien años de soledad, que la he leído dos veces. La primera me costó trabajo por la cantidad de nombres que hay en los Buendía. Entonces, para comprender mejor, hice el árbol genealógico de la familia, con sus respectivas ramificaciones. Y volví a leerla y me fascinó.

Es la primera vez que oigo esa anécdota maravillosa. Dibujar y clasificar la prole de aquella aldea mágica llamada Macondo, con la sinceridad y la fluidez con que lo hace la bella Yohana, que con las penurias y obstáculos que le ha tocado superar en su corta vida, se merece todas las oportunidades sobre la tierra.

Cruzamos la Plaza de Bolívar. Le señalo la Catedral Primada y su importancia para la fe católica; el Palacio Liévano, en donde despacha la alcaldesa Claudia López; el Palacio de Justicia, con los pormenores de la catástrofe sufrida en 1985; el Colegio San Bartolomé, como uno de los más antiguos de Bogotá; y el Capítulo Nacional, donde por $35.000.0000 calientan puesto los "honorables congresistas", con todo y sus marrullas, mientras que el pueblo da la batalla con sudor y lágrimas en el día a día. La negra celebra el apunte con su linda sonrisa. "Muy cierto", replica Yohana. "Y antes piden más...".

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La negra Yohana tiene su belleza y su tumbao.

Llegamos a la Plaza Núñez con sus jardines tapizados de frondosas orquídeas, y las fotos no se hacen esperar. Pido permiso a los dos soldados de guardia presidencial que custodian las rejas.

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Con las orquídeas de la Plaza Núñez como telón de fondo.

-Posa como una reina, que esto no es de todos los días-, le digo. Y así queda estampada para el álbum, en medio de los gendarmes de azul índigo y casco dorado.

Regresamos por la Séptima con el propósito de que Yohana conozca algo de la vieja Bogotá, de sus edificios y casonas de estilo republicano de La Candelaria, con sus hermosos capiteles, sus amplias ventanas y sus románticos balcones. Le tomó fotos en el pabellón de las artesanías con un sombrero vueltiao; otras en la puerta del bello Hotel de la Ópera. Seguimos la ruta de La Puerta Falsa, la ilustro sobre su antigüedad, y le comento que es famosa por servir un exquisito tamal santafereño, acompañado de chocolate y almojábanas.

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En la puerta del bello edificio del Hotel de la Ópera.

 

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Por los senderos coloniales del barrio histórico de La Candelaria.

¡¿Quiere?!, yo lo invito. Compartamos-, reacciona la negra.

Gracias, Yohana, más adelante tomamos algún refresco. Sigamos el recorrido para que no sea tarde tu regreso a casa.

Remate con puñal 

En el Palacio de San Carlos (calle 10° con carrera 6°), le enseño la 'ventana salvadora' por donde escapó Simón Bolívar, ayudado por Manuelita Sáenz, aquella amarga noche del 25 de septiembre de 1828, cuando los conjurados comandados por el venezolano Pedro Carujo, intentaron asesinarlo. Cuenta la historia que fue el afinado instinto de Manuelita el que le salvó la vida a su amado libertador.

¿Y qué estaba haciendo Bolívar ahí?-, pregunta Yohana

Bolívar, por ser Bolívar, narran los cronistas de su gesta libertadora, no tenía paradero fijo, y para cualquier casero o casera, era motivo de orgullo hospedarlo. Donde le cogiera la noche, siempre encontraba un lugar apacible donde dormir, y más si estaba acompañado de su enamorada.

En la Calle de los Artesanos, adyacente a la Biblioteca Luis Ángel Arango, le tomó otras fotos con los cuadros de García Márquez, de Frida Kahlo, y de una negra bembona, con un turbante magnífico. Puro color, raza en su pureza. Le recomiendo a Yohana inscribirse en la Luis Ángel para que tome libros en préstamo.

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Raza, color, belleza al natural.

Recorremos la carrera 5°, rumbo a la plazoleta del Rosario. Yohana queda maravillada con la sede colonial de la Universidad La Gran Colombia y sus edificaciones aledañas. Por esta cuadra es como andar por Cartagena, le comento.

No conozco Cartagena-, dice ella.

En cualquier momento la vida te dará ese regalo.

Anclamos en el octogenario Café Pasaje, epicentro de la vida política, social y cultural de la capital. De entrada por salida, solo por registrar otras fotografías, y concluimos el septimazo con refrescos, chocolate, pasteles y pandebonos en la esquinera lonchería La Fontana, con 65 años de historia. Agradecida por el paseo, Yohana promete volver con su mamá y su hermanita: "Será un lunes festivo. Más relajado para caminar y conocer".

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En el octogenario y frecuentado Café Pasaje.

Después de terminada la casa en Sincelejo, y de ubicar a tu mamá, ¿querrás tener una pareja, formar una familia?

Mi mamá dice que ya me dejó el tren, pero sí me gustaría ser madre, tener mi propio espacio, y criar y educar un hijo con todo el amor y la protección. Que no le falte nada. Por ahora, seguir trabajando. Ojalá me salga un trabajo que tenga que ver con lo que estudié: asistencia a la primera infancia y auxiliar preescolar. Me gustaría educar, trabajar con niños, y estudiar. Quiero seguir estudiando".

"De la casa al trabajo y del trabajo a la casa". ¿No te agota esa rutina?

"No, porque esa rutina incluye mi familia. Y yo veo por los ojos de ella. Además que soy cero rumba. Poco me gusta salir. Me gusta la casa, compartir con mis seres queridos, y leer. Soy de poca televisión. Entre semana, a las nueve y treinta de la noche, ya estoy profunda".

Convenimos en que la acompaño a la estación Museo de Oro para que tome el TransMilenio de regreso a casa. En ese trayecto, justo en la esquina del edificio de El Tiempo, un tipo de mirada desorbitada empuña en alzada un cuchillo con el que amenaza a un muchacho indefenso. Se forma el corrillo, la algarabía, llegan tres policías a desarmar e inmovilizar al del puñal. Yohana queda lívida del susto y con la respiración agitada.

¡Ay, qué miedo, qué susto, ¿lo iba a matar?, yo me voy rápido-, alerta desconcertada.

Intento apaciguar sus nervios diciéndole que estas son escenas de la vida cotidiana que suelen acontecer en el centro, o en cualquier sector de esta Bogotá sitiada, a cualquier hora, por el hampa y la inseguridad.

En la despedida, Yohana vuelve a agradecer el septimazo, y alarga el paso con el morral bien ajustado. Se pierde entre el tumulto de pasajeros de la hora pico que acceden presurosos al articulado. Cada uno con la carga fatigosa de la jornada, y la negra, con el espanto vivo del hombre del puñal, y la ansiedad por llegar pronto a casa, donde la esperan amorosas su hermanita y su mamá.

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Por la Séptima y bajo un sol radiante.

 

 

 

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