En esta hora de tinieblas para Colombia, presento un breve análisis de los datos que ofrecen estas turbias y casi patológicas elecciones presidenciales.
En primer lugar, una reflexión no sesgada tendría que admitir un dato estadístico que a las claras parece irreversible: la tendencia y popularidad inclinan la balanza inexorablemente hacia el candidato Gustavo Petro. Incluso podría ganar las elecciones en primera vuelta. Ayer, por ejemplo, fueron publicados los resultados de la Gran Encuesta realizada por Yanhaas. Las cifras son contundentes: Petro prácticamente duplica en intención de voto a Federico Gutiérrez.
El candidato del Pacto Histórico pasó del 37 % al 40 %. Mientras que Fico solo aumentó dos puntos y ahora figura con el 21 % en la intención de voto. Una pregunta surge de inmediato: ¿es posible que suceda algo extraordinario que cambie esta tendencia? Parece imposible. Ni los recientes problemas de orden público, ni los escándalos políticos que van y vienen de un lado y del otro, ni la guerra sucia en las redes sociales donde también van y vienen las injurias y calumnias alteran en lo más mínimo la reseñada tendencia.
Por lo pronto, Federico Gutiérrez, y el resto, a lo sumo pueden aspirar a un escenario donde el campo de incertidumbre y de tensión sería mucho más amplio: una segunda vuelta. Ahí sí de todo puede pasar: alianzas inesperadas y demás cosas que es preferible no anticipar, pues el nuestro es un país pasional y telúrico.
En todo caso, si Petro, a las claras favorito, resulta vencedor, se tienen que respetar los resultados. Es más, gane quien gane si hay segunda vuelta, los resultados deben ser aceptados, pues damos por sentado que todos los candidatos aprueban las reglas de juego. Urge defender las vías democráticas, legales y constitucionales. Es muy peligrosa esta atmósfera odiosa que incluye asonadas y disturbios en distintos puntos del territorio nacional. Ojalá este ámbito no corresponda a un plan maquiavélico orquestado para enturbiar o entorpecer la jornada electoral del próximo 29 de mayo.
Por último, me preocupa la injerencia en política del comandante de las Fuerzas Armadas de Colombia. Respeto profundamente las instituciones, incluido el Ejército; por eso invito a la sensatez y la prudencia. El mayor bien de Colombia es su tradición democrática. Invoco un fraternal encuentro entre las partes. Debe imperar el respeto a la decisión del soberano: el pueblo. Que brille la democracia y el acatamiento a la Constitución. Ruego por unas elecciones pacíficas, como corresponde a una nación con 200 años de vida republicana. Tengan la certeza de que la comunidad internacional tendrá los ojos puestos en Colombia.
Posdata: lamentablemente se difumina esa remontada o contrarreloj de la que habla Fajardo. Es un sueño devenido en imposible. Para mi gusto sería una segunda vuelta ideal, más sosegada y con un panorama más auspicioso para nuestro país. Pero la suerte está echada: las cifras y datos no mienten.