Giorgios Sitaras, al ver que la economía de su país se desplomaba, decidió, como miles de compatriotas, buscar el futuro en otra parte. Así que en abril del 2011 puso en una maleta lo poco que tenía y decidió venir a América del Sur. Pensó que en este pedazo de tierra, por sus condiciones climáticas y la alegría de la gente, iba a extrañar menos a su Salónica del alma. Asentarse en otro sitio es muy difícil, sobre todo cuando se habla otro idioma y por supuesto si se tiene el arraigo que sólo poseen los griegos.
Así que ni en Perú, ni en Bolivia encontró lo que buscaba. Subió al norte y no le hizo mucho caso a toda esa publicidad mala que había leído sobre Colombia . Se dejó guiar por el instinto y llegó primero a Medellín con el firme propósito de montar un restaurante, descubriendo que en la ciudad de la eterna primavera un compatriota se le había adelantado. “No me sacó la violencia sino la competencia”, dice Giorgios mientras la brisa del mar juega con su frondoso cabello. “No pensé que en Medellín fueran a haber tantos extranjeros, era increíble”. Desilusionado pero sin perder la fe viajó a Bogotá pero acá también había dos restaurantes con comida helénica. Además estaba ese viejo enemigo: el frío. Entre montañas sólo hay tristeza y dolor de cabeza así que inevitablemente fue a buscar el azul anhelado, el azul que se pierde en el horizonte, el azul que le daba la paz y la felicidad. Se fue a Cartagena en dónde si bien el mar no tiene el color del Egeo, al menos si se respira el mismo ambiente Mediterráneo.
Buscó dos meses y se asombró de los elevados precios que manejan las inmobiliarias en la Heroica. Atraído por la belleza de la ciudad amurallada quiso conseguir, a como diera lugar, un local en pleno centro histórico. Y lo vino a conseguir en la Calle de la Estrella.
Con los pocos recursos que tenían él y su socio Petros Skirlis, se las apañaron para imprimirle al sitio un sello característico, un aroma nostálgico. Y vaya que lo consiguen; Grecia, Café y Suvlaki huele a Salónica, a campos de Oliva. Se siente uno en la tierra del Souvlaki, los deliciosos pinchos griegos que también se pueden comer en pan de pita.
Abrieron apenas el pasado 6 de diciembre, el día en que se efectuaba el sorteo del mundial de fútbol. Era mediodía, ellos estaban desplegando sus banderas en el segundo piso, cuando un muchacho pasó por la calle y les gritó “Ustedes van a jugar con nosotros!” Entonces tomaron como un buen augurio esta coincidencia “Imagínese, el primer partido del mundial de nosotros será contra Colombia, desde ese momento ha pasado mucha gente por acá diciéndonos que verán ese partidazo acá y bueno hay bromas y cargadas, siempre en un tono amistoso por supuesto y cordial. Ojalá que los dos equipos puedan avanzar de ronda” Dice este hincha acérrimo del Panathinaikos, al que en realidad hace rato no ve. “No he vuelto a ver fútbol, la crisis económica nos quitó mucho la alegría, nos desterró y todos los días extrañamos nuestro hogar y queremos volver. La vida, afortunadamente, me dio la oportunidad de volver a empezar”. Giorgios literalmente no tiene tiempo para nada ya que en su restaurante él es el que hace las compras, el que dirige la cocina y hasta el que meserea. Sin embargo siempre tiene el buen humor a flor de piel “Claro que tengo que estar de buen genio, si no los clientes saldrían espantados”
Grecia, Café y Suvlaki tiene las tres características que a los arreados como yo les encanta encontrar en Cartagena: es bueno, bonito y barato. No está pensado solamente en los turistas que llegan con sus alforjas llenas de dinero sino para el cartagenero común y corriente y eso ha marcado la diferencia. La calidad de los platos y sus precios módicos lo han convertido en todo un suceso en sus escasos tres meses de vida. Por ejemplo si quieres un pincho griego te saldrá a 4.000 pesos, una ensalada natural de Salónica te puede costar 10.000 pesos y un plato de Gyros te costará 15 mil pesos.
El restaurante de Giorgos Sitaras y Petros Skirlis es una gran opción para todos aquellos que quieren disfrutar de una comida tan exótica y rara en nuestro medio como es la griega a un bajo costo y en pleno centro histórico de la heroica.
