Luego de cuatro años de firmado el acuerdo de paz entre la guerrilla de las Farc y el gobierno de Juan Manuel Santos, un acuerdo que parte de la ciudadanía vislumbraba ingenua y erróneamente como la panacea que pondría fin a las más graves y terribles prácticas de violencia en el país, como lo son las masacres, los secuestros, la desaparición forzada, el desplazamiento y el terrorismo, ejercidas en su mayoría por las Farc en cada uno de los lugares donde hicieron presencia.
Hoy, más de cuatro años después, los índices de violencia no han disminuido y, por el contrario, han aumentado significativamente, dándole la razón a quienes reclamaron que el acuerdo de paz no se convirtiera en la garantía de impunidad para los viejos guerrilleros que, cansados del monte, crearon toda una falsa narrativa de paz que les permitiera poder jubilarse en la legalidad, y disfrutar libremente de sus fantásticas fortunas producto del narcotráfico, sin pagar un solo día de cárcel ni reparar a las miles de víctimas que dejaron sus años como líderes criminales, tal como ha sucedido hasta el día de hoy.
Considero que es completamente inexplicable que quienes ahora se benefician de curules en el Congreso, de protección del Estado y de total impunidad por sus miles de crímenes fruto del acuerdo de paz con el gobierno de Juan Manuel Santos no estén realizando ningún aporte efectivo a la paz de Colombia.
La mejor contribución que pueden hacer los desmovilizados al país es la entrega total e inmediata de toda la información que poseen de sus antiguos subordinados, pues lo que hoy son las disidencias, y que representan la principal amenaza al acuerdo de paz y la seguridad del país, son las mismas estructuras que por más de 40 años dirigieron con puño de hierro Timochenko, Pablo Catatumbo, Rodrigo Granda y los demás lideres de las Farc.
Los actuales congresistas controlaron por décadas las estructuras militares y políticas de las hoy disidencias, conocen los actores legales e ilegales que les brindaban apoyo, sus redes logísticas y de provisiones, los corredores de movilidad, los recursos que alimentaban su maquinaria bélica, los lugares que frecuentan y que les sirven de refugio.
Si hoy las disidencias siguen masacrando campesinos y poniendo bombas en el país es porque no ha existido una real y auténtica voluntad de paz de los jefes de las antiguas Farc.