Cómo no hablar del primer año del presidente Iván Duque, cuando su fecha coincide con el bicentenario de la gesta libertadora.
Suficiente se ha escrito sobre su frenético primer año, pero por lo bueno, lo malo y lo feo que se escribe, nunca nos pondremos de acuerdo por la medida que usan los opinadores: jueces implacables que no dan oportunidad de enviar al purgatorio, a su verdugo; nos hemos apropiado de un lenguaje violento que nos concede la patente para mandar al infierno a quien nos venga en gana, por creernos los dueños de la verdad absoluta.
Iván Duque es el presiente; no quien se le opone o lo critica: biche o maduro, líder integral, o no, adaptativo o excluyente, siempre ese juez ciego, encontrará razones para señalarlo, condenarlo, acusándolo con tanta rabia que vicia su juicio, con mentiras repetidas, hasta que las barras bravas lo aprenden con pasmosa facilidad.
El presidente es el presidente y así su sello no nos guste, es el dueño de la marca; en democracia ganó y eso se respeta. Desear que al presidente le vaya muy bien, no nos convierte automáticamente en partidarios del Centro Democrático; apoyar con determinación el acuerdo de paz con las Farc, no le da derecho a la derecha más recalcitrante del país, para meternos dentro de esa izquierda tan ideologizada, como la derecha más obstinada.
Por el pérfido ejercicio de irrespetar la democracia, de socavar la legitimidad de las instituciones, es que aún no zanjamos las diferencias que dejaron los intentos de Bolívar, que hasta en su lecho samario, moribundo y cansado por tanta disputa intestina, clamaba a los colombianos, a los partidos, que matizaran sus rivalidades, para consolidar la unión entre sus repúblicas liberadas; desde entonces, desde las luchas sucesivas entre federalistas y centralistas, entre santanderistas y bolivarianos, entre conservadores y liberales, entre petristas y uribistas, entre la izquierda y la derecha, entre defensores y detractores de los acuerdos entre el gobierno Santos y las Farc, nos seguimos tratando como resentidos adversarios cargados de odio.
Lo más preocupante, es que a la vuelta de la esquina, no encontramos una razón capaz de unir al país, más allá de las épicas victorias de nuestros deportistas. La mezquindad es un principio de la política, donde todo vale y hasta ahora, el presidente Duque no da señas de intentar unir al país; pero sí de querer imponer lo que la oposición no quiere; por tanto, seguiremos condenados entre los interminables conflictos.
Nos gustan tanto los conflictos, al punto que persisten quienes aún acusan a los españoles de todas nuestras desgracias, renegamos del 20 de julio, por las fiestas patrias, afirmamos que aún no somos independientes, que somos unos arrodillados del imperialismo; se programan marchas en las fechas patrias, para reducir lo que es orgullo nacional, para vestir el sentimiento patrio de la ignominia que ha dejado tanta división y muerte; se maldice nuestra historia, se maldice, para que sigamos divididos, para que olvidemos soñar; la rebeldía encapuchada tira piedra, raya paredes y rompe vidrios, mañana debe romper un nuevo florero de Llorente, para que quien gobierna, sienta la voz del pueblo que exige sus derechos, pero que pocón, pocón, cumple con sus deberes.
Mientras no soy yo, o mi barra brava la que gobierna, hay que impedir que otro lo haga.
El gobierno Duque no se ayuda; error estratégico cambiar el lenguaje de la paz que produjo el acuerdo con las guerrillas de las Farc, desconocer esa oportunidad, luego de una negociación tan compleja en su concertación y tan desordenada en su implementación; tomó el camino que deseaban sus opositores, y ellos reforzaron las razones para hacerle la vida imposible, siendo fieles a la historia bicentenaria.
A lo sumo, el gobierno que cumple un año en el solio de Bolívar, pudo haber hecho un empalme menos mezquino con el gobierno saliente, y por tanto quedó en un túnel sin salida; gastó un año marchando a media máquina, con una tripulación desconcertada, con las dinámicas y los desafíos de los territorios.
Por tal visión, hay tanto reclamo...
Diversos liderazgos políticos, movimientos sociales defensores de derechos humanos, justamente reclaman acciones de este gobierno, para que detenga la matanza de excombatientes de las Farc y líderes sociales que trabajan por la profundización de la democracia, en corregimientos y veredas, excluídas del desarrollo.
Tenemos un presidente joven e inteligente, capaz de enderezar el rumbo. Simón Bolívar vivió 47 años; peleó en 472 batallas, siendo derrotado solo 6 veces. Él creó un ejército antes que una República; con Santander, Anzoátegui, Sucre, Córdova, Rondón, Soublette, Pascasio, París, Padilla..., conformaron un ejército en la medida de las circunstancias históricas; lo integraron lanceros de los llanos y canoeros del Baudó.
Desde las nieves del volcán Sajama en Bolivia, hasta su tierra natal y en su lecho moribundo, en Santa Marta, Bolívar fue grande por su gesta. Hoy nuestro ejército bicentenario como soporte del presidente Iván Duque, tiene la enorme misión de unir al país, de doblegar el odio y la envidia, de lograr armonía, riqueza y bienestar para todos.
Adelante presidente...!
Feliz Bicentenario Ejército de Colombia...!