Un plan para salvar el arte y la cultura en tiempos de COVID-19

Un plan para salvar el arte y la cultura en tiempos de COVID-19

Por estos días, los alaridos de hambre en estos sectores huelen a muerte… ¿Qué pasó con la tal economía naranja?

Por: Juan Pablo Fernández M. Economista
mayo 08, 2020
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Un plan para salvar el arte y la cultura en tiempos de COVID-19

Con la pandemia quedaron expuestas las debilidades de la economía nacional, en especial las de las artes y la cultura colombiana. Fedesarrollo, por ejemplo, proyecta caídas entre el 14,4 y 33,4 por ciento en el PIB de las actividades artísticas y de entretenimiento. ¡A ningún otro sector le irá peor! Una fragilidad fermentada a lo largo de décadas de desatinadas políticas estatales que diezmaron la capacidad creadora de los artistas colombianos. El gobierno nacional no corrige yerros e insiste en políticas, como la economía naranja, que le impiden a lo hecho en nuestro suelo construir nuevos, y más diversos y prósperos rumbos.

1. Lo nuestro primero

La política pública del gobierno flexibilizó con creaciones extranjeras la oferta de las creaciones artísticas que circulan en el mercado nacional. Emplea dos vías para hacerlo: baja la cuota de pantalla en la televisión abierta y se niega a crear una nueva política de cuotas de pantalla, donde lo colombiano tenga la prelación en las autopistas por las que circulan los contenidos que la gente consume en televisión, radio, celular, computador, etc.

A pesar del recorte en el gasto en actividades artísticas y culturales, el consumo crece al ritmo frenético del uso de la internet. Sin embargo, la política pública lleva el consumo de los hogares hacia lo extranjero permitiéndole dar un salto de calidad a su presencia en las pantallas y en las mentes de las personas. La demanda por lo extranjero será irreversible, una adicción que enfermará a la identidad nacional.

Transitoriamente bajarán los precios mientras anida el monopolio, pero al reactivarse el gasto con mayor participación de lo de afuera en el mercado, los precios subirán y se exacerbarán los desequilibrios comerciales de la actividad cultural (según datos del Dane por cada dólar de exportaciones de bienes y servicios culturales se importan tres dólares).

2. Ni crédito ni focalización

El gobierno insiste en la focalización como medida paliativa para un sector hoy sumido entre la precariedad, la pobreza y la vulnerabilidad. La política social al estilo de familias en acción deja a miles de organizaciones artísticas, entidades sin ánimo de lucro culturales, empresarios y trabajadores de la cultura por fuera de los subsidios del gobierno, o si los cubre, no les provee las fuerzas necesarias para expandir la capacidad creativa. La metamorfosis kafkiana hay que inyectársela a la política pública no a los artistas.

El crédito no es la vía para resolver los problemas. Este circuito está roto. Los cultores no son sujetos de crédito para la creación o el sostenimiento de la infraestructura porque generar ingresos en estos momentos y gracias a la política pública del gobierno, es un imposible.

Dos deberían ser los propósitos de la política pública: proteger, con acciones al estilo Arca de Noé, la oferta básica de creación, entre ella, a personalidades e instituciones fundamentales por sus aportes y técnicas, y al capital de infraestructura, empresarial y a todas las formas de producción. Y garantizar la capacidad de demanda de los artistas con un rango que vaya entre el salario mínimo y la productividad del trabajo (entre $880 mil y $2,7 millones).

3. Plata sí hay

Las fuentes de financiación del sector son diversas, siempre y cuando exista la voluntad política para concretarlas y sumarlas a las anunciadas por el MinCultura. En carta abierta firmada por el viceministro naranja se dice que los apoyos serán de $166.903 millones. Esto son $25.287 mensuales por trabajador de las artes y la cultura. Recursos que no equivalen ni a un salario mínimo diario. ¡No cubren ni la miseria!

Existen fuentes viables, aunque no las únicas pues a ellas podrían sumarse fondos de los bonos naranja, de los ministerios de las TIC y de Comercio, Industria y Turismo, entre otros:

  • Un crédito del Banco de la República al gobierno nacional.
  • Gravar a las OTT (Facebook, Netflix, Amazon, Google, etc.)
  • Inversión directa del Banco de la República a la cultura, acción permitida por el artículo 25 de la Ley 31 de 1992 y constitucionalmente viable en razón a los artículos 70, 71 y 72 de la Constitución Política, donde se le manda al Estado “promover y fomentar el acceso a la cultura” y proteger el patrimonio cultural de la nación.
  • Destinar una porción de los recursos de las EPS y las ARL para generar y circular creaciones artísticas nacionales que combatan la pandemia de salud mental en ciernes. Al dirigir entre 2,5 y 5% de los recursos de la prima del plan básico de salud se sumarían entre $1,14 y $2,28 billones anuales. En el caso de las ARL, podrían movilizarse entre 5 y 10% de sus recursos ($4,11 billones), generando entre $205.500 y $411.000 millones anuales. Frente de gasto materializable porque hay espacio financiero y las creaciones servirían para prevenir o mitigar enfermedades laborales.

El plan para el sector costaría entre $600.000 y $1,5 billones de pesos al mes (0,06%-0,14% del PIB). Con voluntad y una nueva política de cuotas de pantalla, entre otras medidas que inyecten liquidez y muevan el consumo hacia las creaciones nacionales, se podría financiar la totalidad o gran parte del plan de salvamento y promoción de las artes y la cultura colombiana.

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