Un partido de carbón (II)

Un partido de carbón (II)

El partido de las Farc nació quemado, sin más opciones en la contienda electoral que la actual UP

Por: Eva Gómez Rodríguez
marzo 09, 2018
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Un partido de carbón (II)

¡Llegó la paz! Muchos gritamos esto llenos de júbilo y emoción. A mí, por ejemplo, la noticia me llegó en una fría noche de Munich, cuando una amiga alemana se me lanzó encima al grito de que ya había paz en Colombia. Las mariposas amarillas volaban libres y yo por fin podría volver. ¡Qué ilusa!

Entonces, lo acordado en La Habana entró en marcha y la Farc se hizo partido legal. Algunos propusieron como nombre “Nueva Colombia” pero la guerrillerada hizo caso omiso a la propuesta. Finalmente, se hicieron  con cinco curules en el Senado y cinco en la Cámara de representantes. Ahora bien, me pregunto, ¿para qué hacer un partido? ¿Y qué consecuencias tiene para la sociedad colombiana el hecho de que un partido político tenga congresistas asegurados antes de las elecciones?

Primero que todo, los partidos políticos son maquinarias sustentadas en el tráfico de influencias, en las luchas de poder internas, y que poseen un programa de gobierno, haciendo de portavoz de intereses espúreos para la sociedad colombiana, pues sólo aspiran a ejercer el poder político. Por tanto, si analizamos los intereses implícitos de la Farc, podemos decir que, por ignorancia o no, jugarán el papel fundamental para seguir sosteniendo el estado de pobreza que a la oligarquía le conviene. Y para más inri, poseen encarnizadas luchas internas, y no tienen un programa, pues eso del gobierno de transición es una burla, un sin sentido y un absurdo.

En consecuencia, la idea de hacer un partido sólo beneficia a la élite de la Farc y a la oligarquía, pues son el subterfugio fundamental para mantener la desproporcionalidad del sistema electoral colombiano, que cuenta con una de las tasas más bajas de participación en el continente, por debajo del 50% de inscritos que son aptos para votar. Mientras tanto, la guerrillerada, tentada por las suculentas oferta laborales de los paramilitares, sumada al pésimo proceso de reintegración a la vida civil, se ve sumida en una situación de inseguridad que posiblemente redunde en más violencia para el país y la pérdida de parte de la base del nuevo partido político.

En segundo lugar tenemos la cuestión de las curules. Será que los comandantes guerrilleros se creyeron que con su entrada a la cueva de Alí Babá se daría una apertura democrática en el país, si no, no se explica que hubieran exigido esto en La Habana. Porque está claro que ellos carecen de intereses personales y sólo piensan en el bien superior de la patria. Llegados a este punto, Gabriel Ángel, escritor asiduo en este portal, podría argumentar bajo su pluma magistral que quien aquí escribe se unió a esa gavilla que va contra la Farc. Nada más lejos de la realidad. De hecho, ojalá el exguerrillero me ayudara a despejar estas incógnitas. Y es que, aunque ellos no se hayan percatado, cabe la enorme posibilidad de que este nuevo partido no consiga los votos necesarios para poner un solo congresista más. Serán cinco senadores y cinco representantes elegidos por la sapiencia del sacrosanto Comité Central, cual cónclave de cardenales eligiendo, iluminados por el Paráclito, al Sumo Pontífice.

Y eso tendría unas consecuencias insoslayables para la sociedad colombiana, pues están sentando un precedente que rompe con toda legitimidad democrática que se le ha otorgado al sistema de representación, quitándole la voluntad popular a la sociedad colombiana de decidir si quieren que sean representantes de sus intereses. Habrá quien diga, por una parte, que eso es fruto de la exclusión sistemática de la población rural, cosa cuanto menos pretenciosa, y por otra, dando pie al argumentario de los sectores más recalcitrantes de nuestra sociedad: que “la Far (sic) no se somete a la democracia, la Farc es un partido privilegiado frente a al resto de partidos”. En mi humilde opinión:  ¡La Farc no necesita hacer campaña! De hecho, fue un error salir a pasearse por las calles del país a presentar su campaña sin hacer un mínimo de pedagogía.

¡Bien hecho, camaradas! Si el objetivo era compartir tribuna con lo más sucio de nuestro país, acaban de conseguir lo anhelado.

Si el partido de Cunhal tiene paredes de cristal, el partido de la Farc tiene paredes de carbón: nació quemado, sin más opciones en la contienda electoral que la actual UP. Como me dijo recientemente una amiga de la Javeriana: ojalá se quemen en los comicios.

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