Según la Real Academia de la lengua español RAE, el término paradigma se define como: "Teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento" es decir, parafraseando a la RAE, paradigma es aquel modelo generalizado y aceptado por casi todos, en donde supuestamente se establece y define como lo único estrictamente posible y poco cuestionado en el orden social.
Teniendo en cuenta la anterior acepción, y siendo testigo en primera persona de una realidad, de la cual creo nadie ha escapado, y sin llegar a exagerar, puedo afirmar que Colombia es precisamente eso, un paradigma. No es para nada descabellado sacar esta temeraria y reflexiva conclusión, más sabiendo aquellas razones que en este artículo trataré de mostrarles.
Antes de ello cabe comentar que el propósito principal de este artículo, es poder reflexionar sobre aquellos paradigmas que se nos ha inculcado y vendido como los únicos posibles de observar y ser realizables en la escena de un país sumido en las ignominias y lastres de la historia, esas que se nos ha hecho creer como parte de la "cultura" misma que nos ha impuesto el país de la trampa, el de la conciencia violenta, el del masoquismo y todos aquellos adefesios que se han quedado establecidos de manera perpetua y vitalicia en los anales y orígenes fundacionales de esta república.
Muchos, aunque creo que son pocos, han pregonado de manera incendiaria y fatalista que algunas de las propuestas e ideas del nuevo gobierno que está a portas de posesionarse son irrealizables, soñadoras y hasta impertinentes para un país como Colombia. Estos han argüido que propuestas como la de la paz total, el perdón social, el acuerdo nacional, entre otras, no es más que una díscola utopía y una irrealizable apuesta, dando a entender que no merecemos algo mejor de lo que tenemos, y aún peor, dando a entender que es justo y necesario seguir como estamos, es decir, con eso que yo denomino como lastres (paradigmas) que por los siglos de los siglos hemos sufrido, vivido y padecido.
Es realmente sorprendente escuchar a una clase política anquilosada y ortodoxa, y a gente del común seguir auspiciando que el masoquismo sea la única consigna de esta nación, esa consigna que cree y considera que ya no podemos ser otro país. Esa consigna que cree que la violencia no es más que una normal y aceptada realidad.
Esa que cree que no hay más oportunidades sobre el cielo de esta Tierra. Esa consigna que cree que debemos seguir como estamos. Esa que cree que debemos seguir dando cabida al país violento, desunido, desigual y tramposo. Esa consigna que sigue añorando que los doscientos años de soledad sigan haciendo de las suyas, y esa que considera que lo único que se debe hacer con la paz es volverla trizas.
Llego el momento de que el paradigma de un país llamado Colombia quede enterrado, y ese si sea convertido en trizas. No desaprovechemos la oportunidad de cambio que nos estamos dando, esa que inició en las urnas, y que hoy necesita ser justificada y refrendada con los cambios y transformaciones que usted y yo esperamos, y así por fin permitir que lo malo no siga siendo costumbre y normal ante los ojos de la injusticia, la desigualdad, el hambre y todas aquellos adefesios que buscan hacer de Colombia un paraíso de ignominias (paradigmas) y que necesitan de personas que lo único que pregonen sea miedo, pánico y desazón. No pasarán.