Después de hacer la verificación pertinente con nuestro amigo Google de que no existiera un escrito con un título tan original como este, me dispongo a escribir algunas percepciones acerca de mi primera experiencia en el Sistema de Transporte Masivo de la ciudad de Bogotá: Transmilenio.
Si usted es un ciudadano que vive en la 170, como es mi caso y su cita es a las 4:00 p.m. en el centro de la ciudad, por favor no piense que salir con una hora y media de anticipación es suficiente para cumplir satisfactoriamente, y a tiempo, con su reunión. Probablemente a las 3:50 p.m. usted piense que lo va a lograr, pero la Avenida Jiménez le demostrará lo equivocado que está.
Transmilenio es un Sistema que funciona, no tan bien como uno quisiera, pero lo hace. El gran problema no son sus buses, ni las losas, por las que ya hay gente en la cárcel; si usted pone buses de última generación y unas autopistas firmes y sin huecos, Transmilenio probablemente seguiría siendo lo que es ahora. El problema de este Sistema es de cultura ciudadana.
Seamos realistas: Bogotá no tiene Metro, Transmilenio ya está construido y no va a desaparecer, o al menos no en el corto plazo. Esto es lo que hay, una ciudad gigante y unos buses. ¿Cómo hacerlo entonces menos traumático? Empezando por lo básico.
¿Alguien puede explicarme por qué la gente se obsesiona por estar en la puerta y no dejar entrar al que va a entrar y salir al que va a salir? Este proceso se convierte en una tragicomedia, ese baile apretujado es terrible, vergonzoso y sumamente incómodo.
Al interior de las estaciones no hay organización ni señalización, aunque lo vería difícil porque sencillamente no son lo suficientemente grandes para la cantidad de personas que están agolpadas esperando el próximo bus, sin embargo ni señales, ni cultura, porque aunque son muchas personas, estas no reflejan ni la más mínima intención de facilitarse las cosas.
En esta estación pude comprobar que la frase "dejar salir es entrar más fácil" no tiene ningún sentido, tal parece que a la ciudadanía nadie le comunica mensajes como estos que facilitan el tan criticado "viaje en Transmi". Al interior de los buses nadie te está recordando estas sencillas normas de convivencia y respeto, tampoco te están recomendando que te ubiques en el centro del bus para despejar las puertas.
En Transmilenio la cultura educativa está pegada en las paredes de las estaciones en forma de avisos que nadie tiene tiempo de leer. Mientras que esto sucede afuera, dentro de los buses lo único que sale por los parlantes es el ruido de una voz semi-robótica que te indica la próxima estación, fin. Creo que así es muy difícil tener a una ciudadanía con sentido de pertenencia por el sistema de transporte que le tocó.
En definitiva, no sé si a un hijo después de crecido se le enseñan cosas que debió aprender desde recién nacido, pero si los bogotanos le ponen un poquito más de amor y los de Transmilenio más cabeza, yo creo que podría mejorar mucho. ¿O usted qué piensa?
@SebasdelosRios