Desde hace algunos días comentarios referentes a los acuerdos de paz acaparan los medios de comunicación, a propósito del vídeo donde Iván Márquez, excabecilla de las Farc, anuncia la conformación de una nueva guerrilla. La disputa interminable entre políticos de si se debe o no dar fin a los acuerdos es el pan de cada día, lo que me hace cuestionar: ¿esta es la pelea de Uribe o la lucha por la paz? Seguimos siendo un país sin memoria, manipulado por intereses específicos.
Es indignante escuchar que se deben acabar los acuerdos de paz, como si se tratase de un documento que solo integra a las Farc. ¿Acaso no es la reparación de las víctimas el mayor logro? Por supuesto que el rearme de algunos exintegrantes es un tema alarmante y de interés para todos, ¿pero debemos detenernos y enfocarnos solo en ello? De hecho, alguna vez nos hemos preguntado: ¿qué pasó con las víctimas?
Olvidamos masacres como la de Bojayá, donde el 2 de mayo del 2002 un cilindro-bomba, lanzado por las Farc, en medio de enfrentamientos con las AUC, impactó contra el techo de la iglesia en la cual se refugiaban aproximadamente 300 personas. O la masacre de El Salado, donde torturaron y asesinaron aproximadamente a 61 personas, violaron y empalaron mujeres, quemaron cosechas y viviendas.
Al conflicto armado no solo se le atribuyen crímenes de lesa humanidad, como secuestros, asesinatos, violaciones, torturas, masacres y atentados terroristas, sino el dolor de miles de familias separadas y marcadas por la violencia, que hasta el día de hoy cargan con heridas, incertidumbres y miedos.
De acuerdo con Centro Nacional de Memoria Histórica, el Observatorio de Memoria y Conflicto documentó 353.531 hechos: 80.514 desaparecidos (70.587 aún siguen desaparecidos), 37.094 víctimas de secuestro, 15.687 víctimas de violencia sexual y 17.804 menores de 18 años reclutados. Desconocemos a quienes padecieron verdaderamente el conflicto.
¿Será que se le ha dado prioridad a la reparación víctimas?, ¿qué pasó con la restitución de tierras?, ¿dónde están las garantías de la no repetición?, ¿por qué sigue existiendo la ausencia del estado en algunos territorios? Estos son los interrogantes que no tienen relevancia alguna para los medios de comunicación, ni para aquellos quienes cuestionan el proceso de paz. Contrario a eso vivimos en un país donde hablar de paz es hablar de izquierda, un país sin memoria que ve la paz en la guerra.