Es triste tener que escribir esta nota; pero en verdad el país se desangra y se hunde. Tanto en sangre real con una violencia recalcitrante, sin antecedentes, y con una economía agresiva que nos hunde en un paro brutal de transportes, paralizante y desvalorizante.
La mala política -demagógica por cierto- de la no reapertura de los grandes yacimientos en el subsuelo, han tenido su efecto en los precios del ACPM y en todo lo demás que se concatena, como en el conocido efecto dominó, con todo ese conjunto de sucesos.
Y agréguele la perspectiva de una nueva reforma tributaria que se complementaría -así lo ha sostenido el señor Petro- aun con unas emisiones de billetes sin respaldo, que ha pedido al Banco de la República. Tenemos entonces que todo este conjunto agresivo se constituye en un factor de grandes riesgos, que además se palpan, en la economía y sus cifras y perspectivas.
Lo más grave de todo este malogrado acontecer, es el golpe diario a la convivencia. No solo el señor Petro lo ha revuelto todo, sino que, bajo su inducción, florece el odio social que predica con rabia de enemigo.
Sí, se proclama enemigo de quienes mantienen la producción del país y generan empleo. Es decir que lejos de una armonía de progreso, levanta como elemento esencial de su lucha para el futuro inmediato ese odio no disimulado, que maneja en el discurso diario de su campaña, movido por su ácida lengua, no obstante ser el presidente de la república,
Yo diría que nadie pensó que esto iba a ser así, de ese tamaño tan cargado de incertidumbres. Se equivocaron a lo grande, los que votaron por él. Él ganó entonces y sigue creyendo que su ego de predestinado -como cualquier Maduro u Ortega- le abre la perspectiva de seguir haciéndolo, hacia ese futuro desmedido de los marxistas que no entregan el poder, sino que simplemente mueven el odio de clases y su deseo de revivir las culpas de aquella esclavitud que fue eliminada por el pensamiento y acción liberal de Bolívar, Santander, José María Obando, José Hilario López -autor de la ley- y todos los demás que han seguido esa huella. Tal lucha ya se dio triunfante y hoy es el pasado.
Pero contradictorio y abusivo, su discurso diario le conduce, en el loco afán de su egolatría, a pronunciar un discurso tan torpe y mal hilvanado como el que pronunció hace cuatro días en Nuquí, cuando posesionó a la Defensora del Pueblo doctora Iris Marín Ortiz, quien debió protestar cuando de forma agresiva y torpe el señor Petro insultó a las mujeres periodistas llamándolas las “muñecas de la mafia”. ¡Abusivo, sí! ¡Abusivo!
Vuelve a hablar de golpe de estado, pero hiere al señor presidente de la Corte Suprema doctor Gerson Chaverra Castro, tan respetable él, pero lo censuró por ser un negro conservador. Sí, eso es un abuso del poder que diariamente desempeña con gastos exorbitantes. El presidente que más ha viajado en Colombia, con equipos costosos y gastos desproporcionados. Y no se le escapa el escándalo de Panamá con el señor trans Linda Yepes, ni las perdidas de París, por cuenta del tanque nacional. Y ni hablemos de la corrupción de su gobierno, ni de los gastos desenfocados de su antigua señora -dicen que se separaron- Verónica Alcocer pagando sueldos de cerca de diez millones de pesos mensuales a un tal Nerhu, por hacerle masajes en las nalgas relucientes, aunque extrañando en medio del frenesí el cachito de marihuana.
Todo esto debo escribirlo para que la gente lo recuerde y piense que nada bueno viene del señor Petro. Él es “asperguer”, sin límites en la ambición, sin afectos ni amistad. Es Petro, el que no deja huellas, como ocurrió con la chuspa que le entregó cargada de billetes grandes el señor Juan Carlos Montes, hoy en día desaparecido de escena. Hay que estar alerta con lo que podría venir, sin que sean la fantasía o el odio las que nutre esta escritura. Abramos bien los ojos y los oídos y el instinto. Estamos corriendo un gran peligro, prevenible con prudencia.