Retrato de fin de año. La investigación de la Jurisdicción Especial para la Paz en torno a los falsos positivos conduce entre otros lugares a Dabeiba, Antioquia, y allí a varias fosas comunes en donde fueron sepultados por el Ejército Nacional decenas de sus víctimas. El tema, que de uno u otro modo ha sido esquivado por las autoridades colombianas, vuelve a poner en evidencia las realidades de la política de seguridad democrática de Álvaro Uribe.
Asunto que aún gravita sobre el modelo de seguridad nacional. Este año se produjo la fuerte sacudida originada en la circular mediante la cual el comando del Ejército imponía a sus mandos la obligación de aumentar el número de víctimas en su labor de persecución a las guerrillas, lo cual despertó las alarmas de una posible repetición de aquellas ejecuciones extrajudiciales. El asesinato de Dimar Torres en el Catatumbo reiteró todos los temores.
El partido FARC vuelve a sufrir la muerte violenta de otros firmantes de la paz que creyeron en la buena fe del Estado colombiano. En Ituango se reproduce la amenaza de exterminio contra los reincorporados, mientras aparecen nuevas víctimas de los misteriosos criminales en el sur del país. Los asesinatos contra líderes y miembros de las comunidades indígenas del Cauca no se detienen pese a las medidas extraordinarias anunciadas desde la Presidencia.
Todo ello ocurre en medio de la movilización de paro nacional desde el 21 de noviembre. Mientras millones de colombianos salieron a las calles a expresar su inconformidad con las políticas del actual gobierno, este se niega a atender el clamor nacional que pide cambios. El Presidente Duque parece apostar al desgaste de la expresión popular, dejando que pase el tiempo, mientras se empeña en lograr la aprobación de la tan cuestionada reforma tributaria.
Las fiestas navideñas no logran aligerar el pesado ambiente de la vida nacional. Existe la sensación de que todo en Colombia se organiza para beneplácito de los poderosos grupos económicos, que son los que realmente dirigen los rumbos del país. La ley de crecimiento que llama el gobierno, proclama sin el menor pudor que la exención de impuestos a los más ricos entre los más ricos, terminará por beneficiar enormemente a los más pobres y necesitados.
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Existe la sensación de que todo en Colombia se organiza para beneplácito de los poderosos grupos económicos, que son los que realmente dirigen los rumbos del país
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Algo cada vez más difícil de creer. Hasta los tres días sin pagar el impuesto al valor agregado suenan a burla. A finales del mes de enero suelen los comerciantes rebajarlo todo con el propósito de salir de las mercancías que no pudieron vender durante las fiestas navideñas. Y la devolución del monto del mismo impuesto pagado por los más pobres se antoja a los expertos imposible, en contraste con la facilidad de las exenciones a los grandes capitales.
Por otra parte, la represión policial y militar a la protesta social alcanza extremos de brutalidad. Si bien desde el alto gobierno se habla de la garantía del derecho a protestar y manifestarse pacíficamente, de inmediato se le cuelgan argumentos en contra. Siempre que no se altere para nada la normalidad cotidiana, que no se afecten los derechos de los demás ciudadanos. Razones de sobra para desatar la feroz violencia del Esmad contra los marchantes.
Que unos muchachos corajudos decidan tomar con sus manos e intentar devolver las granadas de gas que les arroja la Policía con la intención de disolver sus concentraciones pacíficas, no pasa de ser una acción atrevida por parte de quienes encarnan al más débil en la lucha contra el Estado. Pese a ello, obrar de esa manera los convierte en blanco de los proyectiles mortales que la autoridad arroja de manera indiscriminada contra ellos.
Allí no se guarda la menor proporción entre las acciones de uno y otro. Así como no la tiene la violenta patada que el policía lanza contra el rostro de una muchacha que reclama por lo que le parece injusto. Los videos de policías garroteando de manera salvaje a estudiantes y personas mayores, son prueba suficiente del empleo de una concepción de enemigo interno que sigue primando en las fuerzas del orden. Algo que cada vez consigue un mayor rechazo.
Esas imágenes del año que termina no significan que todo esté perdido y no se vea luz alguna al final del túnel. Por el contrario, el que se estén programando y cumpliendo en plena festividad navideña, actividades y conciertos antigubernamentales con una considerable asistencia popular, indica que para el próximo año la protesta y la agitación tendrán una expresión contundente. Lo que se apruebe en el Congreso o sobre el salario mínimo suministrará mayores razones.
Además hay un fenómeno poco estimado. La presencia abrumadora de mujeres en las movilizaciones, unas protagonistas cada vez más conscientes de la urgencia de cambiarlo todo. Ellas son mayoría entre las mayorías y llegan con reclamaciones de siglos. Nadie podrá detenerlas ahora. Esto cambia o cambia.