En Colombia están ocurriendo graves incidentes que reflejan el degeneramiento social que vive como nación. Además, los medios de comunicación, como hábiles desinformadores y fragmentarios del análisis, han querido mostrar como hechos aislados los casos de violencia sexual de género, violaciones a niños y los escándalos de abusos a las futbolistas de la selección femenina de fútbol.
Estos tres fenómenos no son temas aislados, son síntomas de graves enfermedades sexuales y fijaciones libidinosas que en estos momentos están sufriendo gran parte de los colombianos. Las violaciones a niños, los abusos a futbolistas, aprovechándose de sus sueños de triunfo, al igual que los hechos de acoso sexual dentro del ámbito laboral y familiar que se presentan en el diario vivir son una evidencia clara de que los colombianos están recibiendo una mala educación sexual o una influencia negativa que modifica en su psiquis comportamientos íntimos y que degenera en hechos que trascienden lo privado y se convierten en crímenes aberrantes y grotescos.
Lo primero que debemos saber es que hay una gran diferencia entre una parafilia que se comparte con una pareja sentimental a un hecho criminal como es manosear a un niño inocente que no tiene aún conciencia de voluntad. Las primeras son fetiches "sanos" que se desarrollan en un ambiente controlado y forman parte de la vida sexual y privada de cada individuo. No son nocivas para la sociedad porque el sujeto que las tiene no transgrede a otros en su afán de obtener su satisfacción, por lo tanto debemos diferenciarlas de las segundas que sí son hechos perpetrados por delincuentes sexuales. Por desgracia, este fenómeno criminal no es analizado con el mayor cuidado y estudio que debería tener, son muy pocos los elementos científicos que tenemos para analizar a estos agresores sexuales y eso es preocupante en un país donde cada dos horas se está violando a un niño. Pensaríamos que se están tomando medidas efectivas para evitarlo, pero no, el populismo político propone prisión perpetua, castración química, en fin, medidas posagresión tendientes a castigar pero no a prevenir el delito, usando así a los niños y víctimas de agresiones como carnada.
En el caso colombiano, no es coincidencia que los medios de comunicación no quieran darle un análisis amplio al problema, precisamente porque son ellos los responsables, en parte, de dicha situación. Para nadie es un secreto que en la televisión, la radio y la prensa nos encontramos permanentemente bombardeados con publicidad, noticias, novelas, música, historias, crónicas, etc. con alto contenido sexual emitido sin ningún tipo de cuidado ni estudio. Desde publicidad que intenta vender un mísero perfume mostrando a una mujer innecesariamente sexualizada y semidesnuda hasta canciones con un alto y grotesco contenido sexual, que son publicitadas sin ningún pudor ni prevención. Eso sin hablar de la amplia cobertura que se le da en las redes sociales a los incidentes de contenido sexual porque los medios saben que el amarillismo y el morbo venden. Un ejemplo claro: "fulanita de tal calentó las redes con su foto donde muestra casi todo"; "Merenzeja de tal reveló que es lo que más le gusta que le hagan en la cama". En fin, contenido pobre dirigido a la masa inconsciente y morbosa, que lo recibe sin ningún tamiz o criterio educativo y lo degenera a su antojo.
Otro factor que propicia el ambiente de degeneramiento que vivimos actualmente es la cultura narco que aún existe y prolifera en el país. Esas historias donde se muestra a narcotraficantes como dueños de todo, que con dinero compraban a todo el mundo y daban rienda suelta a sus más bajos deseos son escuchadas por personas con escasa educación y principios, que van por la vida queriendo ser iguales a sus "ídolos". Todo con el cubrimiento de los medios de comunicación, que hacen novelas, libros y hasta entrevistan a los protagonistas de esas historias como si fueran héroes.
La gran impunidad sobre esos delitos también es un caldo de aliento para aquellos degenerados que ven la inoperancia de la justicia como una invitación tácita a cometer dichos crímenes, pues piensan "si fulanito le hizo de todo a esa niña y no le pasó nada, yo lo puedo hacer y a mí tampoco me va a pasar nada". Y mientras que los congresistas siguen haciendo show mediático y política con la tragedia de las víctimas, el enfoque y estudio de esos criminales queda en el olvido, al igual que las posibilidades de analizar dónde nace o se crea ese pensamiento libidinoso, enfermo y altamente sexual.
Por último, no debemos dejar de lado los escándalos sexuales de las autoproclamadas detentoras de la moral social: los cultos y credos católico-cristianos, quienes con sus escándalos de violaciones y pedofilia han causado un profundo daño en el colectivo social que ve a sus referentes morales hablar de ética y valores, pero en la práctica atentan contra ella cometiendo las peores aberraciones contra mujeres y niños.
Mientras que los políticos y los medios de comunicación sigan corrompiendo a la población y haciendo política y dinero con la desgracia ajena, las personas y los niños seguirán siendo carne de cañón de los depredadores sexuales, que en este país abundan y están al acecho. Mientras usted lee esta columna uno de esos degenerados está violando a un niño, ofreciéndole trabajo a una mujer a cambio de que se deje manosear o extorsionando a la expareja con sus fotos íntimas... y los medios de comunicación haciéndose un festín con esos crímenes, dándole cubrimiento especial, entrevistando a la abuelita del tío de la mama del violador porque saben que el morbo vende y el sexo aún más. Que se salve quien pueda, porque estamos en un país donde no solo se roban los recursos públicos, sino que también le arrebatan la inocencia los niños y con ello hacen política. ¿Se puede estar más enfermo?