Un nuevo trago amargo para el país

Un nuevo trago amargo para el país

Sin tener suficiente tiempo para pasar el trago amargo de los 70.000 millones de MinTIC, un nuevo escándalo llena los diarios. Esta vez, el protagonista es Otoniel

Por: Pablo Emilio Obando A.
octubre 26, 2021
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Un nuevo trago amargo para el país

Dos presuntos delincuentes fueron noticia en los últimos días. Otoniel y Abudinen. Ambos por similares razones: robarle el futuro a miles y millones de niños, jóvenes y adolescentes colombianos.

Quizá disímil su modus operandi, pero con efectos tan adversos y perversos que únicamente pueden figurar como criminales de lesa humanidad.

Uno de ellos político y ministro. El otro narcotraficante y pedófilo. Los dos violadores de los derechos de la juventud. Capturado como fiera uno, fugitivo el otro. Nefastos los dos por su accionar criminal y corrupto.

Ovacionada y defendida por sus congéneres en el Congreso después de desfalcar al Estado colombiano en más de un billón de pesos y condenar a las nuevas generaciones a una educación obsoleta y descontextualizada, ella dejó miles de escuelas sin conectividad, niños campesinos e hijos de pobres agricultores que jamás se educarán en condiciones de equidad y dignidad. Los dineros saqueados a los colombianos terminaron en cuentas privadas, iglesias cristianas e inmuebles en Miami. Hoy se encuentra fuera del país. Salió por un aeropuerto tranquilamente, impunemente.

Otoniel es capturado en una dudosa estrategia militar. Acorralado, perseguido. Sus dineros mal habidos sirvieron para adquirir propiedades en el exterior, fomentar la pobreza y la ignorancia (en idénticas proporciones que la mala educación) y engrosar cuentas privadas.

Dos delincuentes, dos procederes. Uno en la impunidad, otro ad portas de ser extraditado. Dos nombres que ingresan al diccionario del crimen y la maldad. Dos corruptos que actuaron con alevosía y sin recato moral alguno. Ella con títulos universitarios y educada en las mejores universidades del país. Él, hijo de descastados y sin títulos universitarios, educado en las calles, formado en antros y en arrabales.

¿Quién de ellos es más delincuente? ¿Cuál de ellos merece mayor castigo y persecución? ¿Quién le hizo más daño a nuestra niñez y juventud? Sin embargo, nuestros gobernantes y entidades le concedieron el beneficio de la duda a ella y le otorgaron el Inri de criminal a él.

Dos bandidos. Uno ministro, otro narcotraficante. Uno preso, otro prófugo. De él se hará noticia cotidiana, de ella se crearán silencios habituales.

Ella y él asesinos de futuros. "Sicarios" perversos que asestaron un duro golpe generacional. Los dos culpables de delitos de los cuales difícilmente se repondrá nuestra sociedad. Depredadores de futuro, asesinos de destinos.

Dos nombres, dos asaltantes de caminos y presupuestos. Dos forajidos de origen distinto; ella política y ministra, él millonario y jefe de clan.

¿Quién merece mayor castigo y repudio? ¿La amiga de ministros y presidentes o el aliado de políticos y financistas? Ella y él, la misma moneda de la corrupción nacional.

A ella se sucederá un nuevo truhán. A él, un nuevo pedófilo que solo sabe de abusos y perversidades. Dos rostros, dos caras, dos presuntos delincuentes que llenaron de cruces el suelo colombiano. Ella desde los ministerios, él desde las montañas.

Otoniel y Abudinen hicieron de nuestros niños y adolescentes sus víctimas inocentes. Una sola pústula que infecta el cuerpo del Estado colombiano.

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