Gran protagonista en las últimas contiendas presidenciales, la paz desde siempre se ha añorado en el país. Nuestros abuelos en medio de machete y pájaros, recuerdan a sus padres peleando guerras de mil días. Los recuerdos recientes nos traen imágenes de generaciones enteras que cayeron y vieron caer las voces de cambio. Son muchos los lugares en este país donde se ha invocado la paz y ahora que nuevamente la rueda nos pone frente a un momento tan importante, cerrar los ojos ante él sería la peor de las salidas. No se pretende acá, dar la fórmula mágica para alcanzar la paz con justicia social. Tampoco se quiere repetir vacíamente la palabra “paz”, como si fuese un eslogan o un jingle publicitario. Simplemente, la única intención con lo acá escrito es la de incentivar la reflexión sobre los escenarios posibles para construir la paz y sobre algunos de sus protagonistas. Para empezar entonces la reflexión, propongo lo siguiente:
Escenario para la paz: la calle
Sugiramos que cada actor existente, requiere de posibles escenarios para desarrollar sus prácticas. Cuando se hace mención a la instalación de la mesa de dialogo entre la guerrilla de las FARC-EP y el Gobierno Nacional, el resto del país resulta algo excluido, no necesariamente por voluntad de los interlocutores de la mesa, sino en parte porque una de las principales características de la falsa discusión entorno a la paz en nuestro país, ha girado en torno a los argumentos militares donde se exige el silencio de los fusiles de la insurgencia y la desmovilización plena de los y las guerrilleras. Además de esto, se ha negado reiteradamente la expresión de las causas y efectos del conflicto en las cotidianidades de la mayoría de colombianos y colombianas. Es decir, se argumenta que con la solución al conflicto armado, vendrá la solución a las problemáticas sociales, políticas y demás. Ha recabado tanto esta idea en el imaginario, que hoy en día se piensa que los únicos responsables para construir la paz, son los actores sentados en la mesa. Por ello la necesidad de buscar un posible escenario para ampliar la participación de todos y todas en la construcción de la paz. Ese escenario que propongo es la calle, por la siguiente razón.
La calle enseña
No existe un escenario tan lleno de contradicciones, saberes, emociones, angustias y prácticas, en ultimas tan lleno de realidad que la misma calle. Es en la calle donde el verbo “guerriar” se materializa, pues para sobrevivir en un país saturado de injusticia y desigualdad, el rebusque es el único deber garantizado. Esa misma calle del rebusque, también es el escenario para que el valor de una vida sea estimado en un atraco, ¿Cuánto tienes, cuánto vales? En la calle aparece cristalizado la falta de un proyecto de país que integre a millones de jóvenes. Desde las esquinas de esas calles los jóvenes ven pasar sus vidas entre falsos poderes, “upjotazos”, bazuco, armas y desempleo cuando no empleo precario, mientras sus sueños de entrar a la universidad o de grabar el primer Cd de Rap, se desvanece cada vez que se invierte más en una guerra infinita. A la calle van a parar las familias indefensas que son víctimas de los desalojos violentos e injustos a manos de banqueros y carteles del remate. Es en la calle entonces, donde se plasman las injusticias sociales que las cortinas de humo quieren ocultar.
No podemos negar que en la calle, bien podría recogerse un número importante de cuestiones que están lejos de resolverse por la vía militar o con una paz para el enriquecimiento de las trasnacionales. Tampoco puede negarse que la democracia ejercida en la calle, resulta indispensable en la construcción de la verdadera paz con justicia social. ¿Cómo pensarnos entonces esa democracia callejera, que sea capaz de llegar a cada persona en el país, para recordarle que la calle no está prohibida? Una democracia que enseñe que las decisiones económicas y políticas deberían importar más que el color de mi equipo de fútbol o el final de la novela. La calle entonces, el mejor escenario para construir la paz.
Protagonistas de la paz: todos y todas
Para que la obra de la paz se interprete con majestuosidad, deberán existir actores y actrices interpretando nuevos libretos, pero quisiera detenerme en dos por el momento.
La academia, por supuesto que debe jugar un papel primordial. Si la sociedad entera inicia un profundo pensamiento sobre la paz, en el cual se incluyan la comprensión a plenitud de las causas estructurales del conflicto en nuestro país, sus etapas de desarrollo y los escenarios para resolverlo, muy seguramente que será necesario lo que podría llamarse una epistemología de la paz, es decir pensar sobre la manera como producimos conocimientos frente a la paz.
Existen proyectos de vida articulados directamente a la actividad militar. Por supuesto que otros protagonistas en el escenario de paz, deben ser los militares y demás miembros de la fuerza pública. Hoy en día, un país como Colombia sin guerra con otros países que amenacen sus fronteras, tiene uno de los ejércitos más grande del mundo, comparable incluso con potencias militares como USA e Israel. Sostener una fuerza pública con casi 600 mil hombres le representa al país una inversión anual de casi 23 billones de pesos. Se requiere por supuesto, adelgazar la nómina de la fuerza pública y liberar de allí recursos para la inversión social. Sin embargo, algunas voces belicosas insisten en la perduración del conflicto armado para continuar sus negocios de la guerra.
Apuestas para la solución: el dialogo entorno a la paz
He intentado reivindicar a lo largo de este escrito, con acierto o no, el papel fundamental que tiene la movilización en el actual momento, no solo desde marchas, plantones etc., sino también llevando las charlas entorno a la paz a espacios donde yace la esencia popular y donde las contradicciones se manifiestan perversamente. He tratado también, de ubicar otro/s actor/es sobre el escenario. De los tradicionales actores y actrices, se debe transitar por la calle hacia la vinculación del resto de la sociedad colombiana. El clamor por la paz, será interpretado por un coro de millones de voces; sobre todo por la de aquellos secuestrados por el hambre, la miseria y la desesperanza.
Un nuevo escenario y un nuevo reparto de actores, debe tener por supuesto un nuevo libreto. Se convoca entonces a los y las mejores libretistas capaces dedesmitificar las verdades impuestas a la fuerza por los medios de comunicación hegemónicos. Libretistas capaces de crear el punto de giro más significativo jamás visto; el punto de giro hacia un país con plena justicia social.