No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia.
Montesquieu
Cuando existen mayorías artificiales, es decir, aquellas sustentadas en el miedo al caudillo, en la repartición de prebendas y en la unidad desde la búsqueda de apoyo del populismo, la demagogia y el clientelismo se puede decir que una nación ya está en camino de dejar de llamarse “democracia” y en vías de convertirse en un estado fallido.
Cuando los poderes básicos de control y ejecución de la ley (legislativo y judicial) caen rendidos ante un demagogo estamos viendo cómo se destruye el Estado de Derecho, cuando la fuerza militar se enfrenta a una descomposición que puede ser generada por su politización y su incapacidad de mantener sus valores institucionales estamos frente a un aparato militar y policial al servicio de una ideología malsana y no como garantes de la libertad y la democracia. Si eso no es lo que se avecina en Colombia con la llegada del petrosantismo al poder entonces ¿Qué es?
Después del espectáculo circense del 20 de julio en el “honorable” Congreso de la República ya podemos vaticinar como serán las sesiones del mismo. Después de muchos años de degeneración del espacio donde se debate y se construye el componente legal del país, entre otras funciones, lo observado el día de instalación del nuevo grupo de congresistas, un 90 % de enmermelados, no nos queda más esperanza que pedir al dios cronos para que acelere el tiempo y podamos llegar al 2026 lo más pronto posible para tratar de elegir un grupo de legisladores que si cumpla con el mandato de los ciudadanos y fortalezca, por fin, la dignidad de un espacio que ha sido desde hace muchos años, y salvo honrosas excepciones, un nido de ratas.
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El que lleguen hoy en día tipos vestidos de traje, pero en tacones de dama o ver como chiflaban, sin tener en cuenta el mínimo respeto a la urbanidad y las buenas costumbres (Ay Carreño, cuanta falta haces en los colegios) al saliente presidente, Iván Duque[1], que no merece simpatía de algunos (y con razón) pero a quien debemos escuchar con respeto, no a él como persona, sino a la investidura que representa.
Este “congresillo” será un coro de focas que le aplaudirán cualquier sandez del flamante caudillo y salvador de la patria. Este congreso genuflexo será como aquellos perritos de adorno que vemos en algunos taxis que asienten automáticamente mientras saborean la mermelada que seguirán esparciendo descaradamente sobre la tostada.
El cambio es ver a los mismos de siempre con las mismas mañas de siempre. El cambio será acomodar las leyes y manosear la Constitución para adecuarla cual traje a la medida del emperador que al fin y al cabo seguirá estando “desnudo” mientras todos lo aplauden a partir del 07 de agosto y, en algún momento, no lo duden, esos mismos títeres políticos (conservadores, liberales, verdes y otras miasmas) se arrepentirán y descubrirán que “se equivocaron”, pero tal vez sea demasiado tarde.
Un congreso que le da un cheque en blanco a un gobierno que se ha contradicho desde el inicio mismo de su campaña para llegar al poder no es un grupo legislativo confiable; unos senadores y representantes de la cámara, especialmente los que representan al destrozado partido conservador, incapaces de cumplir con su sagrado deber de disentir, analizar y, de acuerdo a la institucionalidad, sancionar normas que vayan en beneficio de todos los ciudadanos y no de los deseos de un tiranuelo en construcción, no son un verdadero ejemplo de democracia y respeto a aquellos que los votaron.
Hay ejemplos notables en la historia de este tipo de “congresos”, uno es el de los nazis y otros partidos que le aplaudieron todas las perversiones normativas al régimen de Adolfo Hitler; no olvidemos los parapetos legislativos de la Unión Soviética o Cuba; recuerden como en Venezuela Chávez cambiaba a su congreso de acuerdo a su real saber y parecer para que le diseñaran y aprobaran normas en contravía de la Libertad y el sentido común.
Si ya estamos en estas, si los congresistas ya se arrodillaron ante el “César” (salvo una pequeña representación opositora); entonces el tomarse lo que queda del Estado de Derecho será muy fácil, y esto por la sencilla razón de que la democracia se está derrumbando porque la corrupción económica y moral que veníamos arrastrando derruyeron sus bases; y, no crean que se va a construir algo nuevo o mejor, al contrario, con esas figuras de las que se ha rodeado el Caudillo de Zipaquirá, lo que van a “construir” ya tiene los cimientos corroídos por la genuflexión, la mediocridad y las ansias, ya satisfechas, de tener el poder por el poder mismo.
[1] Qué pasará a la historia como Duque el tibio, pues nunca ejerció la autoridad necesaria o tomo las decisiones adecuadas para salvaguardar al país de este trágico destino