A finales de los años 70, cuando llegué a vivir en Barranquilla, conseguí en un agáchate de la vieja pica-pica, un ejemplar de Tarántula, el libro de prosa poética (¿novela?) de Bob Dylan publicado inicialmente en 1971. Precedido de muy mala crítica, el libro costaba un enorme trabajo leerlo; era como tratar de entender todo en un tema de free jazz. Eso sí, de pronto te asaltaba en medio de la hojarasca un pensamiento luminoso y entonces te veías ya obligado a seguir buscando esas perlas escondidas en sus páginas.
Lo primero que podía sorprendernos era que aquellos textos muchas veces abstrusos y herméticos, salidos tal vez del experimentalismo de la escritura automática, estaban en las antípodas de esa fresca poesía de sus canciones, no importa si eran letras para una melodía de amor o textos para un duro reclamo político. O cosas sencillamente maravillosas como esos versos de su canción Una fuerte lluvia va a caer:
¿Oh, dónde estuviste, mi hijo de ojos tristes?
…
Me tropecé en las faldas de doce oscuras montañas
he caminado y me he arrastrado por seis tortuosas carreteras
he vagado y desandado por siete bosques tristes
me he quedado mirando doce mares muertos
he estado a diez mil millas a la entrada de un cementerio
y es una fuerte, fuerte, fuerte
y es una fuerte lluvia la que va a caer.
Y así muchas otras letras llenas de misterio y de ternura.
De hecho esas otras cosas difíciles, cerradas, sobre sí mismas, pero llenas de carbones encendidos en medio de la bruma secreta de los sentidos ocultos, han representado siempre en la personalidad creativa de Dylan una marca indiscutible que casi siempre escapa, mediante la poesía, de lo simplemente ininteligible como ha ocurrido con mucho surrealismo. Desde luego el mito musical e intelectual de Dylan ha ayudado mucho al hallazgo del tesoro estético de sus producciones. Aunque alguna vez ganara la rara competencia del texto más incomprensible.
Recuerdo que en aquel programa de radio que hicimos tres amigos a comienzos de los años 80, en Barranquilla, Canción de la vida profunda, dedicamos un programa especial a ese Dylan poeta de sus canciones y sus textos. En ese momento algunos puristas nos reprocharon el sacrilegio y a mí nunca se me pasó por la cabeza que pudieran llegar a darle un Nobel; ni que en 2007 recibiera en España el Premio Príncipe de Asturias de las Artes; ni el Premio Pulitzer en 2008; ni la medalla Nacional de las Artes de Estados Unidos, en 2009; ni la Medalla Presidencial de la Libertad, en 2012; ni que fuera nombrado miembro honorífico de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras, en 2013.
Alguien, quizá un amigo, robó aquel ejemplar de Tarántula de mi biblioteca, o tal vez fue mi hijo Camilo que lo extravió cuando andaba explorando en sus lecturas y desordenaba mis libros para llevarlos a escondidas a su cuarto. Cito aquí de memoria, y tal vez cito mal, un fragmento que desde que leí ese libro por primera vez nunca he olvidado:
No quiero que me mandes más regalos / ni cajas con artículos de primera necesidad. / si has de darme algo, envíame una llave / yo sabré encontrar la puerta / a la que pertenece / así me pase el resto de la vida".
La noticia del otorgamiento del Nobel a este juglar postmoderno llega como la re-consagración de un artista de este tiempo cuyos méritos poéticos y musicales, los de sus canciones, así como los de su particular pensamiento literario, ya estaban en la alta consideración de los entendidos y en el corazón de muchísimos lectores y amantes de su música.
Aunque, la verdad sea dicha, al recaer sobre Dylan este Premio Nobel de Literatura, pareciera además enviarse un mensaje dirigido a la cada vez más precaria poesía de la cancionística contemporánea, un territorio desafortunadamente arrasado por las vueltas caprichosas de un mercado que todo lo pudre.
Dejo aquí este fragmento de Tarántula, como mandado a hacer para nuestra realidad colombiana, en la traducción del español Antonio Manzano, mientras las librerías y los semáforos de nuestras ciudades, a propósito del Nobel, se inundan de estas grandes arañas que salen de la imaginación de Dylan:
‘¿Así que tú estás aquí para salvar el mundo? ¡Impostor, freak, eres una contradicción! ¡Tienes miedo de admitir que eres una contradicción! ¡Conduces a la gente por el camino equivocado! ¡Tienes los pies grandes y acabarás tropezando contigo y toda la gente a la que has engañado te recogerá! ¡No tienes respuestas! ¡Solo has encontrado una manera de pasar el tiempo! Sin eso, estarías marchitándote y no serías nada. Tienes miedo de no ser nada. Estás bien cogido. ¡Te tiene bien cogido!’ Estoy tan Harto de la gente Bíblica.
Publicada inicialmente el 15 de octubre de 2016