De nuevo, otro caso en que el bullying escolar llena los titulares de prensa en redes sociales y principales medios informativos del país. Esta vez se trató de suicidio de un estudiante de 13 años del Liceo Carmelitas de Bogotá por causa de matoneo sufrido aparentemente en su colegio. Este hecho se suma a la innumerable lista de eventos similares en que vemos las vastas carencias para hacer frente a una contingencia que persiste en agravarse cada vez que otro suceso se conoce y se publica.
Sumando este suicidio, vemos que el sistema educativo colombiano continúa siendo ineficiente para implementar estrategias que permitan principalmente prevenir estos hechos. A la fecha, charlas, conversatorios y simposios son llevados a cabo en particulares instancias en la academia, empero, las circunstancias condicionantes que conllevan a cometer estos hechos, persisten a la vuelta de la esquina. Lo más lamentable, con meras soluciones de forma, pero no de fondo, haciendo que día a día las estrategias que se estructuren deban desarrollar ejecuciones más asertivas para las muy ya exacerbadas y complejas naturalezas de esta problemática.
De ahí a que muchas sigan siendo las preguntas ante situaciones equivalentes tales como: ¿qué ocurre con los padres de familia y acudientes cuando estas situaciones emergen? ¿Qué tipo de preparación y acompañamiento poseen los padres de familia y acudientes de parte de la comunidad académica? ¿Están los padres de familia y acudientes siendo informados de la vida y desarrollo de sus hijos en los colegios y universidades? ¿Qué papel juegan los agentes educativos, trabajadores sociales, psicólogos y directivas académicas? ¿Qué pasa con quiénes evalúan, supervisan y monitorean los planteles educativos? ¿Qué intervenciones realizan a la población estudiantil? ¿Qué tipo de actuaciones llevan a cabo entidades públicas como el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, las Comisarías de Familia, la Policía de Infancia y Adolescencia, entre otras más?
¿Qué sucede con la comunidad misma al no estar activa pre, durante y post a estos casos? En especial, éste último interrogante dado que la sociedad no está siendo exenta de lo que sucede, hoy es inundada por fuentes de información que permiten conocer con profundidad tales actuaciones y al parecer, queda estancada en un marasmo de lamentaciones sin conductas proactivas. Cada tragedia de este estilo, si no se atiende como es de ido, se convertirá en clústeres que contemplarán mayores anomalías y dificultades para brindarles feliz término. Suficiente tenemos ya al ubicarnos también a nivel latinoamericano en rankings altísimos de acoso escolar, matoneo, intimidación y suicidios teniendo constitucionalmente aprobada desde hace nueve años la Ley de Convivencia Escolar.
Las burlas, ofensas, chantajes, acoso y violencia, siguen aumentando sus porcentajes estadísticos, en mayor medida, pese a la vigencia de esta ley. Cada pérdida de esta índole, como todas las que vulneran la integridad humana, requieren urgentemente ser atendidas. estudiadas, comprendidas e intervenidas con eficacia. Sin embargo, no representan una tarea fácil. Por último, sea dicho de paso, esperemos que las prioridades de este nuevo curso de acción que a nivel macro asumió recientemente el país, en especial, desde el ministerio de educación, se le brinden a estos dolorosos casos exclusivas atenciones e intervenciones con eficacia.