El paisaje que acompaña al viajero es magnífico. Una gama de verdes que se funden contra el azul del firmamento dejan ver la magnificencia del Valle del Cauca. Se sube, sin tregua, carretera arriba como buscando las nubes.
Voy rumbo a Montañitas, una vereda del municipio de Yumbo que queda arriba en la montaña, para conocer el museo arqueológico que, según las indicaciones que me dieron, está enseguida de la escuela del lugar.
La carretera es destapada pero está en muy buen estado. Subo y subo hasta que de pronto me encuentro con una pequeña iglesia y luego algunos negocios que hacen parte del caserío. Ese es Montañitas.
Pregunto nuevamente por la ubicación del museo y me dicen que está “más arribita junto a la escuela”.
Recorro unos metros y me encuentro con una casa antigua que tiene en la pared delantera un letrero sin ninguna pretensión, hecho a mano en el que se lee: Museo.
A la entrada una mujer acompañada de un gigante y hermoso perro San Bernardo observa mi llegada.
—¿Qué debo de hacer para conocer el museo?— pregunto.
—Tener ganas— responde con una sonrisa amable, mientras me abre la puerta de que da acceso a la vieja casa. —Hoy está cerrado porque estamos haciendo unas reparaciones, pero bien pueda siga, perdone el desorden—, agrega.
Me recibe Maricela Herrera, propietaria del lugar, quien junto a su esposo conducen el museo en Montañitas.
Mi curiosidad sobre el origen del sitio es resuelta por Maricela con un poco de historia: “Hace ya 30 años que vivo aquí. Cuando mis hijas estaban en la escuela, que queda acá enseguida y viendo que sus compañeritos hacían huertas en sus casas, me dijeron que ellas también querían hacer una. Yo las animé a que la hicieran pues veníamos de la ciudad y el cambio traía nuevas prácticas como esa".
“Picando la tierra encontraron pedacitos de tejo —así le decimos a los trocitos de olla de barro— explica”.
“Abundaban los pedazos de vasijas y cada rato las chicas me mostraban sus hallazgos que traían a casa. Lo que sí notamos es que no eran pedazos de teja de la que se usa en los techos de las casas, pues había partecitas con agarradera, otras con figuras, etc.”.
“Un día vi a unos vecinos machando pedazos de tiestos, o de vasijas como las que mis niñas encontraban y les pregunté que para que picaban esos tejos”.
—Buscamos oro— respondieron. —Mire los pedazos que tienen esta mancha oscura tienen oro y cuando las machacamos lo encontramos, pues esto era de los indígenas—, me explicaron.
“Inmediatamente pensé que los pedazos que mis hijas encontraban eran de los mismos que aquellas personas estaban machando para buscar el oro, es decir, eran vestigios del trabajo de los indígenas que habitaron esta región, y que luego, después supe, hacían parte de los mismos grupos que habitaron Yumbo, La Cumbre, El Darién, y sus alrededores en donde también han hecho hallazgos de piezas pertenecientes a esas tribus”.
“Decidí entonces utilizar estos trozos encontrados y otros que me fueron regalando para adornar mi rancho, pues esto era en piso de tierra. Yo no pensé que el sitio iba a derivar en lo que hoy es: un museo en el que se exhiben algunas piezas de la cultura de los antiguos habitantes de esta región”.
Sobre cómo ha ido creciendo el número de piezas que hoy tiene, Maricela dice: “Los primeros pedacitos los encontré aquí en la casa. Luego los vecinos y los que buscaban guacas se enteraron de mi gusto por estos fragmentos y me fueron regalando algunas ollas que se les rompían, y otras, yo les daba algo por ellas pues estaban destinadas a ser basura porque para ellos no tenían valor. Me tocó ver extraer cántaros grandísimos y hermosos que los guaqueros vendían rápidamente”.
Lo que ellos desechaban —piedras, ollas partidas, etc.— me las vendían a muy bajos precios y así fue creciendo mi colección que hoy tengo a la disposición de las personas que quieran llegar hasta mi casa aquí en Montañitas”.
“Actualmente he reunido más de 300 piezas entre piedras, pedazos de vasijas y vasijas enteras que registre ante el Ministerio de Cultura como coleccionista. Como museo aún no se ha inaugurado a pesar de que llevo 30 años aquí. Pero la gente se ha encargado de denominar el sitio como museo y algunas personas me decían: Ve, Maricela, te voy a regalar una plancha antigua, o una máquina de coser, para el museo y ya tengo varias antigüedades que tengo que encontrarles acomodo”.
¿Qué relación ha establecido con el municipio de Yumbo para que este lugar forme parte de los sitios turísticos que desde el Instituto Municipal de Cultura puedan promocionar, ya que usted exhibe patrimonio histórico?
“Tuve una formación jurídica campesino y a mí me aconsejaron que procurara legalizar la colección ya que se trataba de patrimonio y podría tener problemas. Yo contacté a Inciva, vinieron algunas personas y me dijeron que para estos lados marcaba como si hubiera guaca, que si yo daba permiso para buscar; yo les dije que no quería que se hiciera el hueco por hacerlo, que yo quería conservar la huella de cómo eran las tumbas de los indígenas. Quedaron de volver y de eso hace más de 15 años…es que, de aquí a Cali queda lejos dice riéndose”.
“Otras personas me dijeron que de pronto me quitaban la tierra si me ponía a fregar con ese tema, entonces decidí dirigirme a Bogotá y de allá me mandaron un manual para que catalogara las piezas, pero eso me quedó grande porque yo no sabía reconocer si eran piezas verdaderas o falsas. Me pidieron cumplir con unos requisito, mandar otros papeles y yo envié eso y del Ministerio de Cultura me respondieron otorgándome un derecho de tenencia”.
“Y aunque sé que es tan malo vender patrimonio como comprar, yo no tendría lo que tengo si no le reconozco cualquier cosa a los guaqueros. Estas piezas hoy soy orgullo para mí aunque para muchos guaqueros son basura”.
Sobre qué quiere a futuro con su colección Maricela señala: “Sé que voy a morir y todo esto va a quedar, pero sí dejó una huella a mis hijos para que ellos sigan conservando esto que viene desde nuestros indígenas y que siga siendo patrimonio para todos”.
¿Cómo promociona este lugar que es un estupendo paseo para llegar, pero pocos saben de su existencia?
“El voz a voz funciona bastante bien. La alcaldía de Yumbo me obsequió alguna vez unos plegables, pero por lo demás es la gente misma la que se encarga de recomendar el lugar”.
“Aquí llega la gente, así como usted llegó hoy, y yo les abro con mucho gusto para que conozcan. No tengo una estadística de visitas, pero hay un libro en donde la gente registra sus impresiones”.
“Hay interés de la gente por conocer y por eso algunas personas que llegan me dicen que: cómo es posible que el Municipio no se preocupe por ayudar si es patrimonio regional el que aquí estoy dando a conocer. El argumento para no ayudar, es que esto es propiedad privada, eso dicen”.
Respecto a las piezas que tiene hay una que le llama mucho la atención a la gente y es una que celebra la fertilidad. Es un indígena que al parecer, por los gestos, está teniendo un orgasmo y tiene en sus manos el pene.
Doy un nuevo recorrido por el lugar para hacer unas fotos a mi entrevistada y me despido, agradeciendo su hospitalidad. Veo que no tiene el conocimiento para clasificar, exhibir y conservar los objetos que tiene en el lugar, pero si la pasión y la decisión de mostrar a los visitantes un trocito del trabajo de los antiguos habitantes de estos contornos.
Antes de abandonar su casa me dice: "Oiga señor, usted dejó su carro en La Cumbre". "No, está allí al frente", le respondí.
Por eso, me dice riendo y me explica: “La carretera que pasa por el frente de mi casa es la línea divisoria entre Yumbo y la Cumbre, y usted dejó su carro al frente, es decir, parqueado en La Cumbre”.
Agradezco su amabilidad y emprendo el viaje de regreso añorando que alguien se preocupe por este espacio que con tanto afecto la señora Maricela Herrera guarda para los visitantes.