Uno de los pocos consuelos que tuvo la pandemia fue escuchar a Andrea Bocelli el 13 de abril del 2020, domingo de resurrección del año de la peste, desde el Duomo de Milán, acompañado por Emanuele Vianelli, tocando uno de los órganos más grandes del mundo. 26 millones de visitas en la hora que duró este recital, histórico como las misas de Bach. Porque Pascua para el mundo fue realmente eso, la bocanada de aire divino que podría despejarnos las afugias del apocalipsis. Millones de personas que en su vida han ido a la ópera pudieron disfrutar de un artista único quien, además, poseía una particularidad que despertaba la empatía de los no iniciados.
Campesino de la Toscana italiana, cuando nació, el 22 de septiembre de 1958. Alessandro y Edi eran sus papás. Entonces los vemos en una sala de espera, un médico de blanco, huele a mentas, el niño, si nace, saldrá ciego, lo mejor es abortar. La pareja, de misa diaria, desecha la idea. Lo tienen. Todavía veía. Su enfermedad era glaucoma congénita. Le gustaban los tigres al pequeño porque eran amarillos, el color que más se ve.
Se aficionó a la Opera a los 3 años. Bocelli hasta recuerda la tarde esa en una clínica de Turín mientras esperaba ser atendido, despertar al mundo mientras, en la otra habitación, un tenor ruso afinaba una ópera de Verdi. Entonces supo que la música abría portales y entró en ellos. Mientras sus amigos jugaban al fútbol en el patio del recreo Andrea aprendía, en la soledad de su oído perfecto, los secretos de la flauta y el saxofón. Entonces, sobrevendría la tragedia en toda su magnitud. Un balonazo que recibió en la cabeza, mientras pasaba por la cancha del colegio, lo mandó al suelo. Cuando despertó el mundo era un pozo negro. Y asi vivió Andrea Bocelli, y así se hizo una estrella.
Estudió derecho en la Universidad de Pisa porque sólo los locos podían pensar en vivir de la músic en la Italia de mediados de los setenta. Sin embargo, como dijo un hombre puede traicionar todo, menos su pasión, el canto lírico. Fue el gran maestro Franco Corelli el que forjó su oro. Y vaya que brilló y que sigue brillando. Acá lo vemos en esta belleza de interpretación que le valió además convertirse en una estrella pop de impacto mundial:
En 1987 encontró el amor con la música Enrica Cenzatti quien tocaba el piano en el bar donde Bocelli se tomaba sus vinos. A los 30 años, en 1998 obtuvo la fama mundial con sus dos impresionantes conciertos en México y entonces la gloria reflejada en todos los premios que ganó, incluido el Grammy. Ese año murió su papá y, en compensación el Papa Juan Pablo II, quien amaba sus canciones, le pidió que cantara para ´l el mismo día en que enterraban a Alessandro. Dos años después se divorció de Enrica y conoció a su actual esposa, Verónica Berti. La película sobre su vida, llamada La música del silencio, reafirmó lo que es y lo que se comprobó en la inauguración de la Eurocopa este viernes 11 de junio: Bocelli es el único cantante que en este momento nos puede conectar con el cielo.