“No puedo dormir. Me despierto a las 2 a.m. y vuelvo a recordar la masacre,” Elier Martínez fue unos de los más de 2,000 campesinos que se movilizaron para intentar detener la erradicación forzada. Estaba en la primera línea cuando ese 5 de octubre la Policía y el Esmad rompieron a plomo la manifestación.
La tensión en Tandil y las veredas aledañas en el Alto Mira, donde viven la mayoría de campesinos que siembran coca, se mantiene. Después de la muerte por los disparos de fusil de la Policía Antinarcóticos Número 4 - unos dicen que 6 y otros 19 campesinos -, de reuniones del Vicepresidente Naranjo con la gente y hasta con Romana, de un consejo de seguridad presidido por Juan Manuel Santos, del desembarco de 6,500 militares más, y de promesas a los cultivadores que quieren la sustitución voluntaria, no ha pasado nada. Eliecer, como todos en Tumaco, esperan.