Elogio: cuando vives lo suficiente, eres acusado de cosas que nunca hiciste y elogiado por virtudes que nunca tuviste.
El objetivo de este escrito es de promover la riqueza y virtudes de nuestra profesión generosa, de la hidalguía y serena firmeza de los profesionales del derecho, del prestigio y la gran autoridad y confianza, confianza en Dios y en el hombre, mostrando su vocación de servicio y sensibilidad hacia la justicia y sus competencias interculturales, así como la confianza en la ley que, de alguna manera, es el que da sentido a todo esto, incluso cuando no lo parece, ejemplo de las virtudes del espíritu —sentido del deber, creatividad, solidaridad— al que debemos hacer referencia al defender las causas más justas de la dignidad y la libertad humana. Gracias.
El abogado es una profesión de paz, que tiene por objeto simplificar los acuerdos que pacifican el espíritu, la vida laboral y la vida personal. Es la profesión u oficio que ayuda al hombre a amparar de manera efectiva sus derechos e intereses individuales o colectivos y brindarles cobijo y esperanza, que trabaja por que otros no sufran discriminaciones y arbitrariedades y, por ende, proporciona la protección exigida por las normas de procedimientos en relación con los procesos judiciales y la tramitación de causas. Es la profesión de quienes escuchan graves sufrimientos humanos con mucho amor y con paciencia, que calma los ánimos y seca las lágrimas y garantiza que las víctimas de delitos confiadas a su cuidado no sufran otros traumas. Es la profesión del consejo y la defensa de la vida, una profesión que resuelve los problemas de los demás, aun a riesgo de la vida, una profesión desinteresada a favor de la libertad y los intereses del otro, que contribuye a la conservación e influencia del rango legal y nivel erudito de la abogacía. Es una profesión alegre cuando ves los derechos humanos vulnerados protegidos. Es una profesión dolorosa cuando presencias las injusticias de la vida y el dramatismo de la vida carcelaria, es la profesión de quien comparte con el otro, las alegrías y las tristezas. Es una profesión antigua que guarda relación directa con una tradición milenaria que se remonta hasta el tiempo de los romanos y que tiene sus fundamentos en el arte de la retórica y la dialéctica y en la gestión de la vida en sociedad, donde los derechos y el respeto a los mismos constituyen condiciones indispensables. El profesional del derecho garantiza y protege el derecho constitucional a la inviolabilidad de la defensa. El defensor lleva a cabo un trabajo noble, que tiene su base en la Constitución y su autoridad en la historia.
Ser abogado es una misión, es la llamada a escuchar al otro, a poner al otro en el centro de interés, a ayudar al otro de forma desinteresada en diferentes asuntos y ayudar a los más indigentes a recobrar su dignidad. “Desinterés, no libre, pero desinteresado”. El abogado es el que está llamado a defender el imperio de la ley, la dignidad humana y la justicia, se hará cargo del dolor, de la incomprensión, de las injusticias, para restituirlas al mundo transformadas en verdad y ecuanimidad. El abogado defiende los intereses y valores comunes con tanta energía como si fueran propios y fortifica el sentimiento de solidaridad y cohesión. El abogado es una voz que defiende los derechos humanos animado por su ingenio y su visión, dueño de conocimientos, competencias profesionales y medios técnicos; se erige como defensor del derecho de todos a ser juzgados en pleno cumplimiento de la ley, disipando así el campo de algunos malentendidos (siempre latente) de representarse a sí mismo (solo) como portador de un interés particular que debe encontrar su propia afirmación "a cualquier precio". El abogado es todo un símbolo de pertenencia e independencia. Es el deber y la responsabilidad para con los demás y con la sociedad en su conjunto de modo que pueda cumplir con la función de velar por la legalidad formal y material, los derechos humanos y la equidad, y en ello el papel esencial como responsables y garantes del ordenamiento jurídico y constitucional.
Todavía tenemos que entendernos sobre qué significado tiene el sustantivo masculino, de origen del latín advocatus participio pasado de advocare 'llamar para pedir ayuda'. Abogado para nosotros, significa autoridad, calidad, originalidad y profesionalidad -y sentido del trabajo; abogado significa la búsqueda de la verdad y de la justicia, pero también fortalecimiento de las instituciones de justicia y seguridad, y en la aplicación de la legislación pertinente; abogado significa conseguir un equilibrio entre la humildad, el sentido común, la determinación, la capacidad y la pasión por defender los derechos de los demás en aras del bien común; significa respeto a la democracia y también a los derechos humanos. Abogado significa equilibrio y respeto en el procedimiento, y no miedo al conocimiento; significa ser objetivo —y aparecer como objetivo en su causa— garantizar una respuesta coherente y eficaz a las necesidades de los clientes y evitar todo solapamiento: destaca la necesidad de un desarrollo equilibrado de las dimensiones interior y exterior y basarse en una visión positiva a largo plazo, que combine una estrategia clara y coherente que pueda comunicarse de manera simple y eficaz en situaciones tanto rutinarias como adversas y de emergencia. Y de orgullo, porque significa calidad, confianza, compromiso e integridad, generosidad y la pasión por el derecho y el cariño por el país y por los clientes.
El abogado ha actuado como un valioso escudo protector contra las injusticias y las violencias que sufren las personas porque se pone al servicio de los intereses del ciudadano, convirtiéndose en su medio e instrumento para la obtención de la verdad, la justicia y la reparación, conforme a la ley y los principios de justicia. Y para reforzar esta lucha, es bueno no olvidar las palabras de Piero Calamandrei cuando afirma: "El abogado sobresaliente es el que puede hablar en audiencia con la misma simplicidad y la misma franqueza con la que hablaría al juez que se encuentra por la calle: el que, cuando viste toga, logra darle al juez la impresión de que puede confiar en él como si estuviera fuera de la audiencia”. Los abogados a menudo son académicos y profesores universitarios líderes de habilidad e inteligencia excepcionales para ejercer el derecho y la jurisprudencia que, cuando entran al tribunal, marcan el paso y dejan su huella, creando relaciones que pueden perdurar toda la vida y aparece como un mediador social. Es un estilo de vida basado en la comunidad y su actividad es apostólica. Una actitud que va bien con la aspiración a la perfección, otro elemento imprescindible en el círculo de los mejores. Por lo que han alcanzado, merecen nuestro elogio y nuestra ayuda.
El mismo Santo Padre Pablo VI, en su Discurso a los participantes en el VIII Congreso Internacional de Jóvenes Abogados (celebrado el 24 de septiembre de 1970), dirigiéndose a la audiencia de los destinatarios reconoció que "su actividad, que se expresa en una relación directa de sana colaboración con la administración de justicia, tiene una importancia fundamental en la vida de la comunidad, precisamente porque colabora con el fin más alto de salvaguardar los derechos de los ciudadanos y garantizar el desarrollo ordenado de la sociedad en libertad y justicia para todos”( citado por Rocco Luigi Girolamo). Tal como dijo Pietro Calamandrei, “la libertad es una condición no eliminable de la legalidad; donde no hay libertad no puede haber legalidad "; y deberá ser aceptable “solo donde se establece que los abogados son independientes los jueces serán imparciales; sólo donde se respeta a los abogados se honra a los jueces; y donde se desacredita la defensa, se golpea primero la dignidad de los magistrados, y su misión de justicia se hace mucho más difícil y angustiosa ". “Los magistrados y los abogados siempre han sido como esas parejas de esposos que no se soportan, pero que son absolutamente incapaces de vivir el uno sin el otro. De hecho, representan momentos distintos de la función de hacer justicia y aportan su contribución desde posiciones y roles que nunca deben confundirse, sino que siguen siendo inseparables (Paolo Borgna, Alabanza de los abogados). Magistrados y abogados comparten un mismo atractivo por la nobleza de la toga que sustenta la causa a que nos dedicamos y los beneficios que resultan para la sociedad, para la justicia, para la libertad, para la equidad, para reducir los abismos intolerables que nos separan, basados en el respeto mutuo y valores éticos.
Por otro lado, el Papa Pablo VI ya señaló en el mencionado Discurso a los participantes en el VIII Congreso Internacional de Jóvenes Abogados que "cuando prestas al cliente la asistencia de tu competencia jurídica, este servicio requiere de ti habilidades poco comunes y preparación severa y cuidadosa. De hecho, se trata de aplicar las normas abstractas del derecho a casos concretos de la vida humana, teniendo en cuenta todas las circunstancias materiales y psicológicas”. Pero la función social del abogado también opera en un contexto más amplio, fuera del limitado sistema de justicia, en referencia a la protección y mecenazgo de aquellas instancias de libertad, igualdad, progreso, desarrollo y bienestar que toda sociedad debe cultivar, salvaguardar y aumentar, en el interés general de la comunidad. El trabajo generoso, silencioso y desinteresado de sacrificio y abnegación, que tantos abogados realizan cada día al servicio de quienes son incapaces de proteger sus derechos e intereses, o no tienen los medios para hacerlo. Si bien los ejemplos negativos están en las noticias y siempre se recuerdan, parece oportuno recordar también que, después de los periodistas, los abogados son la categoría más afectada en el mundo por ataques, arrestos, detenciones arbitrarias y discriminación por parte de la autoridad establecida, como sujetos activos (y por tanto más expuestos) por la protección de los derechos humanos y contra la violación sistemática del derecho a la equidad procesal.
El abogado por excelencia fue nuestro señor Jesucristo, quien, para defender los pecados de la humanidad, se dejó capturar y crucificar en un madero vertical. En aquel entonces, hace 2000 años --así como ahora-- nuestra preocupación principal es proteger los millones de víctimas inocentes de todo el mundo, los derechos de los más débiles e indefensos contra los intereses poderosos, del huérfano y desamparados, de la viuda, de los inocentes y los no nacidos, de los más pequeños de la sociedad; hacer valer y proteger los derechos de las minorías. Debemos tener muy claro que, de lo contrario, si no somos nosotros que defenderán de una manera adecuada con todas sus fuerzas y sus ganas estos derechos humanos ante los tribunales, nadie defenderá los derechos de los clientes de forma responsable. Por eso amamos nuestra profesión con todo nuestro corazón, por lo que engendra, porque reconoce la dignidad inherente a todas las personas y brinda su apoyo a comunidades vulnerables, por su sentido de la justicia y la conquista de los derechos y por la convicción con la que luchamos por aquello en lo que creemos antes de que la gente pierda esperanza. Amén.