De orden metafísico era la última novedad hasta hace cierto tiempo, pero con la llegada de la razón industrial se ha hecho que desaparezca, en cierto modo, esa certidumbre y, en lugar de ella se presenta lo “posmoderno”, envuelto en la publicidad, en la que no importa la información sino el anuncio de las bondades y cualidades de un sinnúmero de productos.
No se trata en verdad de la ecuación entre el intelecto y las cosas, sino de lo que conviene, que no es otra cosa que convencer. Lo que interesa, por ejemplo, en tiempos electorales, es la conquista de la opinión pública, la clave para conseguir el éxito electoral. De esta manera, es muy difícil saber qué es lo evidente, pues el mundo se ha convertido en la caverna, tal como lo planteó Platón en el libro VII de La República. No hay verdad, tan solo imágenes y sonidos, para el lector, el oyente, el vidente que no tiene dudas de que se trata de la realidad y no de apariencias.
A diferencia del texto sagrado, que supuestamente contenía la verdad, tan eterna como postergada, las imágenes, los colores, los sonidos conjuran, en cierto modo, una realidad absolutamente presente pero efímera. La noticia es un flash que pierde actualidad porque se encuentra engarzada en los spots publicitarios (composición de imágenes y audio) que pronto aparecen y que se limitan a aportar información factual sobre las características técnicas, coste y utilidad del producto.
Vale considerar lo sucedido con la ciencia, de la cual la tradición no mostró entusiasmo. La ciencia produce desconfianza en las personas de educación limitada. Durante siglos la religión sustentó el geocentrismo y no aceptó la teoría heliocéntrica. A su vez, la teoría de la evolución, al plantear el concepto de que todas las formas de vida se han desarrollado a través de un lento proceso de selección natural, se niega. Ante el estudio de los científicos sobre el cambio climático, en los discursos se reconocen los resultados de las investigaciones, pero en la realidad se desconoce el planteamiento científico. Se ataca a la ciencia y en lugar de ello se recurre a las pseudociencias, misticismos, esoterismos y a pensamientos premodernos.
Crece el conformismo y se evita una valoración analítica y crítica de la sociedad; los medios de comunicación, financiados por el mundo comercial y por la industria, no están interesados en la verdad, como se puede ver en tiempos recientes con la industria de la comida chatarra. Pero no se puede pasar por alto que se busca no otra cosa que la industria de la diversión. La pura diversión, que no significa otra cosa que estar de acuerdo. Divertirse significa que no hay que pensar, que hay que olvidar el dolor intenso, incluso allí donde es mostrado.