Al entrar al lugar, un tango suena en la tarde caleña. Suena extraño en una ciudad en la que la salsa es el principio y fin de la música en cualquier local donde se atienda público. Me suena bien ese tango, es presagio de un sitio diferente.
La librería me recibe, libros, conocimiento hecho tinta. Caminando unos pasos, el bar de donde sale la música destaca en el ambiente. Libros y cuadros, cuadros y libros se ven en las paredes de esta casona, que alberga un hermoso lugar en donde espantar la rutina citadina, un espacio, para alejarse del ajetreo de una ciudad que grita, pita, ruge, afuera de esa puerta que es refugio para el visitante.
Estoy en Libertienda un Café Libro que acaba de abrir sus puertas al público caleño. Un espacio en el que los libros tienen un sitial de distinción y por ende el conocimiento contenido en ellos es regalo para los asistentes.
Libertienda está dedicado a la cultura, a la buena música, es en definitiva un lugar en el que los académicos, los intelectuales y la gente amante de las letras se va a sentir muy cómoda. Libertienda está ubicada en el corazón de la ciudad, una casa de las llamadas “sanfernandinas”, casa construida a mediados del siglo XX y que está ubicada en la Carrera 24 C 4-48 a dos pasos de la calle 5ª.
Su propietario, Héctor Iván Granada, es un licenciado en Filosofía de la Universidad del Valle, quien en su época de estudiante universitario junto con sus amigos se reunía en diferentes sitios de la ciudad con el anhelo de poner un Café Libro. “Sueños de jóvenes”, dice Héctor Iván.
“Nunca pudimos concretar ese proyecto, pero ahora por fortuna, ya que los años no transcurren en vano, logré de manera personal y en honor a mis amigos y a la academia, hacer realidad ese sueño y fundé Libertienda.
De esa época tiene recuerdos de la cercanía con la literatura pues en complicidad con un compañero de estudio publicaron, “La gota no cae” “un libro de poemas que recuerdo como un éxito económico, pero un fracaso literario, porque allí pararon en aquella época nuestros sueños como escritores”, dice.
“A futuro Libertienda irá estructurando una programación que se adapte a los gustos de nuestros visitantes. Cuento, poesía, exposiciones de arte, lanzamiento de libros, tendrán un lugar para hacer plural el disfrute de estas expresiones artísticas”.
Por ahora, los sábados hay presentaciones de Jazz en vivo que ha tenido gran acogida.
A mi pregunta del público que quiere ver en Libertienda, Héctor no duda en responder: “Estudiantes, jóvenes, adolescentes. Quiero ver gente que esté ávida de conocimiento”.
Héctor Iván Granada es un ser humano que ama la poesía. Ha tenido amistad con los libros, “desde cuando niño, aprendí a leer en las bolsitas de periódico que hacían mis abuelos para ir a venderlas a las tiendas de barrio donde las utilizaban para empacar papas”, rememora.
Sobre el nuevo espacio para los caleños Héctor dice: “Las personas que vienen a Libertienda coinciden en decirme que este es un espacio que Cali estaba pidiendo a gritos. Para mí, esto es un halago y para Cali, una ciudad rumbera, tropical, acostumbrada al bullicio de la música, encontrar un espacio apacible, con una propuesta diferente, es llamativo. Es una isla a la cual escapar del agite de la fiesta a escuchar otras propuestas musicales, en un ambiente tranquilo para las palabras y los encuentros”.
En Libertienda las paredes están llenas de fotos y de libros, pero no son libros de exhibición, no son de adorno, están allí para ser tocados, para ser abiertos y entregarse a las palabras escritas, tinta que arrastra pensamientos para ser compartidos. Hay libros para ser comprados y otros para ser acariciados y leídos en compañía de un excelente café, un buen vino, que son combinación exquisita.
Además de la tranquilidad, de desconectarse de la ciudad en una hermosa casona, uno puede pedir un café, un vino o una cerveza y quedarse toda la tarde leyendo, escribiendo, consultando y escuchando música. El sitio se presta además para hacer reuniones, literarias, empresariales, poéticas.
“El arte es el reflejo del alma, —dice Héctor Iván—el arte refleja a cada individuo y lo que yo tengo acá, en este sitio, me refleja a mí. Es como una exteriorización de mi pensamiento.
¿Un libro que le guste?
El amor en los tiempos del cólera, definitivamente.
¿Un autor que relea?
William Ospina, porque aparte de ser un excelente ensayista es un gran historiador y con una pluma muy suave, de mucha estética.
¿Un poema que le gustaría que todo el mundo conociera?
Héctor, no vacila, y empieza a declamar los versos que le conmueven, que le llenan, que le salen de más allá de los labios: Ya no más corazón de Jorge Robledo Ortiz.
Ya no más, corazón,
te he permitido que la quieras sin tiempo y sin medida,
que bordes tu esperanza inadvertida
al ruedo juguetón de tu vestido.
Ya no más, corazón. ¿No has comprendido
que ella no quiere entrar en nuestra vida?
Si eras tan débil en la despedida,
corazón, no debiste haber querido.
Te advertí, corazón, que era inasible,
que no adoraras tanto un imposible
para que no sufrieras su desdén.
No me creíste, corazón cobarde,
y hoy ya comprendes demasiado tarde
que yo te lo decía por tu bien.
La próxima cita es en Libertienda un hermoso lugar en donde los libros y el vino huelen bien.
