Un líder en mi lugar: Temilda Vanegas Fuentes

Un líder en mi lugar: Temilda Vanegas Fuentes

En esta ocasión, Miguel Silvera Padilla le cede el espacio a esta mujer que lleva 32 años buscando la verdad sobre la desaparición de su esposo

Por: Miguel Silvera Padilla
julio 24, 2019
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Un líder en mi lugar: Temilda Vanegas Fuentes

En esta oportunidad, me uno a la campaña Un líder en mi lugar, cediendo mi espacio a esta magnífica y como muchas (os) valiente líder social:

Soy Temilda Vanegas Fuentes, nacida en San Antero Córdoba. He vivido en distintos lugares de Colombia por lo que puedo decir con orgullo que soy colombiana, nací en 1955 me casé muy joven con Jorge Franco Argumedo, con quien tuve tres hijos.

A lo largo de mi vida he tenido miles de experiencias, una buenas, otras no tanto, pero sin duda la que más me marcó, tiene relación con la desaparición de Jorge, mi esposo quien fue un estudiante muy destacado por su liderazgo innato, era un ser convencido de la necesidad de un cambio en este país, para que todos tuviéramos los mismos derechos.

Pero en esa lucha fue muy estigmatizado, se dedicó al trabajo con comunidades, era un militante de izquierda del entonces Partido Comunista de Colombia Marxista Leninista.

Por todo el trabajo social que adelantamos y en especial él, lo desaparecieron, un 4 de noviembre de 1987 al salir de Cartagena en busca de artesanías para vender en los municipios. Luego de no llegar según lo previsto, salí en busca de él y al llegar a Tenerife (departamento del Magdalena) pregunté por Jorge y me dijeron que sí lo habían visto, que al momento de bajarse de la chalupa los paramilitares de la hacienda Santa Martita que pertenecía a los hermanos Botero, quienes eran narcotraficantes de profesión en asocio con el desaparecido Das (Departamento Administrativo de Seguridad) rural lo cogieron a cachetadas, se lo llevaron, lo torturaron y posteriormente lo asesinaron y lo tiraron al Río Magdalena.

El cadáver terminó en Barranquilla donde las autoridades encontraron su cuerpo, y que me enteré porque leí la noticia en un periódico de la ciudad donde decía que había muerto por inmersión, en ese momento intuía que era su cuerpo. Esa duda la resolví en el cementerio donde al esperar que cayera la noche, con pico, guantes y lámpara, en aras de no cargar esa incertidumbre si era o no mi esposo, dado que faltaba la orden de exhumación de la Fiscalía que yo no sabía cuánto tardaba, procedí a resolver yo misma.

Saqué la calavera, la armé y en la fosa encontré la ropa que yo misma había empacado una para ir y otra para venir. Posteriormente me fui a una cantina, me tomé una botella de ron y lloré sola, porque no creí en ese momento que alguien más aparte de mis hijos fuera a entender mi dolor.

Yo espero encontrar justicia, paz y no repetición. Yo no quiero que eso se repita en ninguna familia, mis hijos no superan la desaparición de su padre, siendo adultos les cuesta, es a mí y aún no lo supero. Por eso el Estado debe reconocer la desaparición de los líderes sociales, para que no haya impunidad porque las autoridades saben quién lo hace, pero no los detienen.

Lastimosamente aquí no vamos a hacer memoria, porque estos hechos no cesan desde que iniciaron. Fuera distinto si lo ocurrido ya no se registrara y se hubiese llegado a un acuerdo de paz, pero la violencia no para.

Por otra parte, desde la dirección de la seccional ASFADDES (Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos) en la ciudad de Barranquilla logramos durante los años 1988 hasta el 2000 encontrar e identificar los restos de 33 de los 35 casos que llevábamos, todos en diferentes sitios de la costa atlántica. Por lo menos se logró darle cristiana sepultura, los familiares elaboraron el duelo y tienen una tumba donde llevarle una vela, una flor o rezarle una oración que es lo que hacemos los cristianos católicos.

Finalmente, esta labor me deja una gran satisfacción, para mí como lideresa social en el campo de los derechos humanos en un país como Colombia, tan convulsionado por esta violencia. Todos los días hay un caso de desaparición forzada.

Lastimosamente la seccional debió ser cerrada por falta de garantías a nuestra labor realizada.

Debemos hacer justicia por nuestros desaparecidos.

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