Publicó José Vicente Katarain, ‘la oveja negra’, un compendio de opiniones o versiones sobre “Cómo construir un nuevo pacto Social”.
Invita el tema a leer los ensayos desde diferentes ángulos por plumas de periodistas, académicos, políticos, economistas, exministros, y otras (entre ellas la mía). Pero interesante en forma especial (al fin y al cabo, ‘la oveja negra’) el escrito de un joven perteneciente al grupo de líderes o voceros de la “Primera Línea”.
Cuenta su ‘biografia’ y la trayectoria que lo llevó a las protestas callejeras; muestra o describe el mundo tal cual lo viven, o en el cual apenas sobreviven, millones de colombianos; se identifica con e identifica las condiciones de desempleo, exclusión, etc., que padecen esa porción de los jóvenes que solo conocemos como una estadística (¿38%?¿42%?); no habla de Asambleas Cosntitucionales o Constituyentes , o Reconstituyentes, o Plebisicitos o Consultas Populares, ni siquiera de un ‘nuevo’ Pacto Social. Solo señala ejemplos de posibles soluciones a problemas sociales concretos, pero dentro de un enfoque en el cual sería la voluntad política lo único que se requiere para reestructurar nuestra sociedad, un enfoque no del teórico que propone las respuestas a los problemas, sino del que las necesita porque los sufre y conoce.
En especial llama la atención la claridad sobre su motivación. Dice: “Descubrí la indignación (…). La indignación es mi viaje”. Y en otro aparte hace la distinción entre la ‘indignación moralista’ y la ‘indignación reflexiva’.
La primera sería la de los políticos en campaña que describen la miseria, o la desigualdad, o el desempleo como situaciones indeseables que se deben corregir y prometen hacerlo porque en sí mismas escandalizan. La otra, porque la vive, asume esa realidad, motivando una acción inmediata y directa para corregirla sin dedicarse a describirla o calificarla.
Me recuerda las clases de filosofía donde se hacía la precisión de la diferencia entre el deseo y la voluntad; aquel siendo la simple aspiración de que las cosas fueran como uno cree que deberían ser; y la segunda siendo el acto con el cual el individuo, consciente de sus condiciones y capacidades, inicia la acción que conducirá a concretar lo que de lo contrario es solo un pensamiento.
En el lenguaje espontáneo y algo primitivo de quien se queja de algo que sufre, se ve el lado de la moneda de quien siente y reacciona y no de quien analiza y saca conclusiones.
A título de ejemplo se puede extraer su visión de la relación con la policía.
No es un revolucionario ni propone ‘revoluciones’; pero no se siente un ‘vándalo’.
Solo lanza un grito: “Quisiera decirles cómo se siente la injusticia para un joven que está marchando porque siente que es la única forma de obtener justicia”.
Pero el grito es colectivo: “Tiene ganas de salir, de gritar, pero se dio cuenta que no es el único, que muchos como usted se sienten igual, y cuando se dan cuenta en pleno sol, están bloqueando una vía, protegiéndose los unos a los otros, porque los que serían encargados de protegerlos le violaron y le mataron a un familiar.”.
Y se reproduce: “… aumentando cada vez el número de ciudadanos que se cobijan bajo la frase ‘a mí no me cuida la policía’ “.
Aunque también deduce propuestas, no busca o expone una justificación; simplemente describe o expresa una posición “Que tristemente se confunde con venganza, pero eso es lo que sienten, lo que alcancé a llegar a sentir cuando un policía le disparó al cuerpo con una aturdidora a uno de mis mejores amigos.” Y sigue su interpretación proponiendo que no son los candidatos los que polarizan al país sino la ‘doctrina del enemigo interno’ donde “la adscripción de la policía al Ministerio de Defensa les hace creer que existe un enemigo, y la policía no debe estar buscando enemigos, debe estar preservando el orden civil”. Y continúa: “y a pesar de esto no estoy orgulloso de haber sentido este odio (…) Porque al fin y al cabo somos colombianos, la policía también es del pueblo, y el policía es el sujeto más alineado de la sociedad, es un proletario del Estado, prisionero de una falsa conciencia de clase”.
En fin, aunque no lo dice en sus términos, en general en su presentación lejos de aparecer como un ‘desadaptado’ nos permite entenderlo como un adaptado a las realidades que la vida le dio.
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