Entre todos los datos que escribe el investigador chileno Iván Garzón Vallejo en su libro El pasado entrometido, hay uno que refleja la importancia que tienen para países comprometidos con su historia y con su memoria como Japón. En Hiroshima y Nagazaki quedan 130 mil hibakusha, nombre que reciben los sobrevivientes de las bombas atómicas de 1945. Cada día, debido al paso del tiempo, quedan menos de ellos y el gobierno japonés para evitar que estos testimonios desaparezcan como lágrimas en la lluvia, se implementó el programa denshora, en donde los nietos de estas personas tienen como noble trabajo escuchar a sus abuelos y perpetuar los relatos de generación en generación. Los japoneses son capaces de llevar y registrar datos como este: en Hiroshima las conversaciones sobre la bomba atómica han caído desde 1975 al 2015 de un 45% a un 25%.
Por eso, en estos momentos en donde el padre Francisco de Roux entregó el esperadísimo informe de la Comisión de la verdad, arrojando datos demoledores como que el 90% de los más de 400 mil muertos que dejaron 60 años de conflicto, un libro como El pasado entrometido de Iván Garzón Vallejo es de vital importancia para entender como el reconocimiento de las culpas, de la verdad, es lo único que puede ayudar a continuar el camino sin olvidar jamás lo que pasó.
Un libro exhaustivo que no abandona su intención de conectar con un público más allá de la burbuja teórica e histórica evocando canciones tan populares como Para no olvidar de Los Rodríguez, sólo para explicar cómo es imposible echarle tierra a los recuerdos. Es un libro que acaba de publicar la editorial Crítica.