Un largo viaje a Ítaca
Opinión

Un largo viaje a Ítaca

Qué mejor homenaje a Belisario Betancur, el presidente amante de la poesía, que contar ese viaje de Kavakis, el gran poeta griego alejandrino que él descubrió a los colombianos

Por:
enero 01, 2019
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Fue largo el viaje a Ítaca de Belisario Betancur. Konstantinos Kafavis, el poeta griego alejandrino que él tradujo del francés, habló en uno de sus poemas más famosos cómo Itaca, que es la meta, no es tan importante como el camino, que es la vida. Al final pobres o ricos, pobre o rica la Itaca que encontramos, es el viaje el que valió la pena y si fue muy largo mejor.

Los muertos ilustres son sometidos sin piedad al escrutinio de sus vidas. Pero no hay que ser descarnados con ellos que con seguridad mucho se equivocaron. Es una tarea para la historia. Entre nosotros a las personas que han extraviado sus días en la política poco se le perdona en vida y nunca en la muerte. No sobra aquí recordar el edicto de un alcalde francés que prohibía a los perros entrar a los cementerios.

Recordar a Belisario Betancur es grato porque fue ante todo un gran ser humano noble, generoso, refinado intelectualmente. Qué mejor homenaje a alguien que amaba la poesía y que descubrió al público colombiano a Kavafis, un gran poeta de minorías para quien su largo viaje a Itaca fue testimonio de una vida que se escurre entre los dedos en placeres fugaces e irrecuperables, que contar esa historia.

Los funcionarios de la Oficina de Riegos de Alejandría, quienes lo vieron trabajar durante treinta años con la rutina impasible del pequeño burócrata, no podían imaginar que ese funcionario sin importancia fuera un hombre de fama mundial. Tampoco que en el fondo de su alma se sintiera como un príncipe griego, exiliado por el derrumbe de sus glorias familiares, superior a quienes lo rodeaban.

Konstantinos Kavafis escribiría en griego sobre el gran pasado clásico del mundo helénico, el Imperio Bizantino y la huella que en la memoria dejan los placeres irrepetibles. Iba a ser la más bella poesía del siglo XX, con sustantivos rotundos, sin adjetivos, De frente a la sensibilidad y de espaldas al lirismo, de frente al sentimiento, de espaldas al romanticismo. Depurada de símbolos e impedimentos por un trabajo de decenios donde la emoción original que inspiraba la imagen poética había desparecido y sólo quedaba la tarea interminable de pulir el verso como si fuera un mármol de Praxiteles.

 

Konstantinos Kavafis escribiría en griego
sobre el gran pasado clásico del mundo helénico, el Imperio Bizantino
y la huella que en la memoria dejan los placeres irrepetibles

 

Kavafis, quien nace en Alejandría en 1870 y muere allí mismo en 1933, no existe fuera de su poesía al decir de Yorgos Ceferis, pues su vida convencional poco tiene que ver con el equívoco y refinado ambiente de su obra. Robert Liddel en su biografía crítica trata de desvirtuar ese hecho, con el supuesto siempre válido de que no hay obra literaria valiosa que no sea una forma de autobiografía. Descarta que haya existido un Kafavis político, a pesar de la compleja situación de la comunidad griega de Egipto y de sus propios antecedentes de ciudadano británico, nacido en Egipto, de familia griega. Su desinterés por la política de su tiempo fue notable. Su devoción personal y su poesía están comprometidas con el pasado griego, pero es un Heleno, no un nacionalista.

Descarta Liddel también, como lo afirma Malanos, su biógrafo más conocido, que el tono general de su poesía haga un énfasis exagerado en el sexo. Naturalmente, las muchas actividades homosexuales de su juventud, fueron la materia prima de su poesía, publicada toda en su madurez. Pero su obra se refiere más al poder de la evocación del placer perdido, al poder de los cuerpos desnudos de bellos efebos que mueren jóvenes, como corresponde al ideal griego antiguo. Todo ello sin duda, en el contexto equívoco de lo que fue la vida íntima del poeta, sin pareja permanente, habitante nocturno de los mundos sórdidos de la Alejandría proletaria, donde encontraba amantes de ocasión.

La música de su obra mínima, escrita en un griego más cercano al habla popular que a la gramática clásica, es virtualmente intraducible. Los lectores en inglés y en francés, idiomas que Kavafis hablaba, pueden disfrutar de versiones más o menos aprobadas por el propio autor. En español donde es tan poco conocida esa poesía sin adjetivos, suena con dureza al perder su trabajado ritmo original, pero se enriquece al darle todo el valor a la imagen poética. Destaca el fondo al endurecer la forma. Belisario Betancur hizo lo posible por suavizar ese tránsito.

Kavafis se identifica con Alejandría, una ciudad fea, polvorienta, mercantilista, mezcla de razas y civilizaciones superpuestas, de donde poco salió. Le hizo el homenaje de convertirla en escenario de los recuerdos del viejo imperio y del viejo placer, de modo que ya no podemos verla como una ciudad en decadencia sino iluminada por la poesía. Lo mismo puede decirse de la vida ordinaria y modesta del poeta atada a tantos convencionalismos, cuya obra convierte en un solitario y nostálgico peregrinar sobre la tierra, en un largo viaje sin regreso a Itaca.

 

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