Un hombrecito con mucho poder al mando de Colombia

Un hombrecito con mucho poder al mando de Colombia

El candidato Rodolfo Hernández se ha destacado por fuertes declaraciones y algunas han quedado en el voz a voz con mayor fuerza

Por: Rodolfo Lara Mendoza
junio 17, 2022
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Un hombrecito con mucho poder al mando de Colombia
Fotos: Leonel Cordero/Canva

De toda la seguidilla de idioteces pronunciadas por el candidato Rodolfo Hernández en el marco de su candidatura presidencial, hay una en particular que debería inquietarnos, dadas sus aspiraciones a la conducción del país.

Una que en apariencia no reviste gravedad, pues no tiene que ver con su oferta de zanjar un problema a tiros, ni con sus consideraciones en cuanto a las mujeres o la agresión personal a un concejal.

Antes que nada debo advertir que he usado el término “idioteces” no como un insulto sino en relación a la etimología de la palabra “idiota”, que en griego originario significaba ocuparse exclusivamente de los asuntos propios, en vez de los asuntos públicos.

Cosa grave en alguien que aspira a la Presidencia de la República y pretende tomar como modelo para ello la forma en que maneja sus asuntos personales.

Entre sus idioteces, la que más me parece preocupante se encuentra incluida en su referencia al negocio de las hipotecas.

Pues no solo saca a la luz el tema de la usura que convierte al otro en instrumento dispuesto para unos fines egoístas, sino que además le permite considerar tal manipulación y atropello de la dignidad humana como “una delicia”. Nada de eso sorprende.

No olvidemos que Hernández es un hombre de empresa, alguien que desarrolla su negocio en un país en el que el gremio empresarial presiona cada año para que el salario mínimo se mantenga dentro de unos límites claramente precarios.

Lo que me resulta preocupante es su manifiesta falta de empatía en relación con sus semejantes.

La misma que lo lleva a referirse a aquellos de quienes se sirve, en virtud de su precariedad económica, con el apelativo de “hombrecitos”:

“Yo cojo las hipotecas, que esa es la vaca e leche. Imagine, quince años un hombrecito pagándome intereses, eso es una delicia”.

Mi familia durante años pagó intereses. Fuimos “hombrecitos” para algún dueño de banco durante varias décadas. Por eso no puedo ser ajeno a sus palabras. Máxime cuando se trata de un candidato a la presidencia.

Y no digo que no se pueda tratar a un semejante de "hombrecito".

Pero que lo haga alguien que quiere llevar las riendas de un país, y que lo haga además para referirse a ese semejante en términos instrumentales, reduciéndolo al papel de mula que trabaja para darle a él lo ganado en la forma de intereses mensuales derivados de una hipoteca, me parece de una bajeza sin igual y una completa canallada.

Un presidente está para conducir su país de un modo que ayude a sus ciudadanos a realizar dignamente sus vidas, no para volverlos instrumentos de mezquinos intereses.

Pero eso es lo que se ha elegido en Colombia en los últimos periodos y en vista de los recientes resultados lo que al parecer se seguirá eligiendo: gobernantes que cosifican al otro y lo ven apenas como un medio del que valerse, una cosa que se puede quitar de enfrente cuando se vuelve un obstáculo para sus fines personales.

La segunda formulación del imperativo categórico kantiano es clara en cuanto al tema de la dignidad humana, pues nos pone en el deber de actuar de tal modo que usemos la humanidad, tanto en nosotros como en cualquier otro, siempre como un fin en sí mismo y nunca solamente como un medio.

Es decir que pone la acción moral contra un fondo de respeto por la dignidad humana, en los términos de considerar al otro como un sujeto que anhela, sueña y goza de derechos y libertades semejantes a las nuestras, nunca como un objeto susceptible de manipulación.

Nunca como una cosa dispuesta solo para satisfacer nuestros fines. Nunca como un “hombrecito”.

Y aun cuando el concepto de "hombrecito" en determinados contextos se constituya en elogio y voto de confianza (por ejemplo, cuando se aplica al niño que por su talante manifiesto semeja a un adulto o parece adelantado a lo que cabe esperar para su edad), no es ese el modo en que lo utiliza Hernández al referirse a un par reducido económicamente.

El suyo es un uso peyorativo que resiente la humanidad en el otro y en su propia persona. Pero eso Hernández no lo sabe ¿Cómo puede saberlo en un contexto en el que hacer plata pasa incluso por encima del respeto propio, y un gobernante es capaz de expresar públicamente que disciplinas como la filosofía no sirven para nada?

La suya es una pelota de goma que una vez lanzada pega y se devuelve contra él, revelando su propia pequeñez.

Pues de haber "hombrecitos" en mi país serían precisamente como lo es él, como lo son ellos, los que nos han gobernado en lo que va de este siglo y gran parte del siglo precedente: criaturas que "destacan", más que por cualquier carencia, por su enanismo moral, su falta de empatía y su sobrada mezquindad.

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