Un himno pasado de moda
Opinión

Un himno pasado de moda

¿Hasta dónde se podrá apretar para no ahogar al contribuyente que está pagando el aumento de impuestos de la reforma del 2016 y ahora le anuncian los que del nuevo gobierno?

Por:
septiembre 11, 2018
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Las personas naturales que están presentando su declaración de renta por estos días no salen de su asombro por el aumento en los impuestos generado por la reforma tributaria de 2016 que se aplica por primera vez para el año fiscal de 2017, cuyas cuentas pagan ahora los contribuyentes cuando el gobierno que las estableció y la crisis que las generó ya no existen.

Ante ese aumento en las diferentes tasas impositivas de las nuevas cédulas establecidas en los formularios de declaración de renta, al pobre contribuyente no le queda más remedio que preguntarse cuál será su suerte, si la reforma tributaria propuesta por el actual gobierno (que se aplicaría para el año fiscal de 2019 y comenzaría a pagarse en el 2020), busca elevar aún más los impuestos de las personas naturales y extender los impuestos indirectos que paga todo el mundo, para compensar la reducción que se plantea hacerle a las empresas. ¿Hasta dónde se podrá apretar sin ahogar al contribuyente del sector formal de la economía cuyas rentas de trabajo, por estar bajo la completa supervisión del Estado son fáciles de gravar, pero que son solo una parte del universo de personas naturales con altos ingresos, cobijadas por la informalidad de sus transacciones, que eluden o evaden sus obligaciones tributarias?

Si lo que se quiere es aumentar los recaudos, elevar en exceso los impuestos  de modo que se afecte la demanda es una mala idea. Hace años Arthur Laffer puso de moda un dibujito escrito en una servilleta, donde demostraba que si se aumentan demasiado los impuestos, los ingresos tributarios disminuyen porque se contrae la demanda. Si como está planteado en Colombia se aumentan los impuestos a la clase media, que es la que impulsa la demanda con su capacidad de compra, pues ésta disminuirá y como consecuencia el recaudo fiscal también.

 

Laffer puso de moda un dibujito en una servilleta, donde demostraba
que si se aumentan demasiado los impuestos, los ingresos tributarios disminuyen
 porque se contrae la demanda

 

Si por el contrario, de acuerdo con Laffer, se disminuyen los impuestos al grueso de los contribuyentes, se impulsa la actividad económica y se generan más impuestos que los que se hubieran recaudado aumentándolos. Esto último fue lo que quiso aplicar Ronald Reagan en su presidencia (y ahora Donald Trump siguiendo el mismo camino), solo que los impuestos que se disminuyeron fueron principalmente los de las empresas para impulsar la generación de empleo, no los de las personas. Como consecuencia el Estado dejó de financiar los programas sociales que se pagaban con los recursos dejados de recibir, los empresarios no generaron empleo sino que con los ingresos adicionales aumentaron los dividendos de sus accionistas o adquirieron un mayor control de sus empresas. El balance general fue que el ritmo general de creación de empleo no varió, hubo una mayor concentración del ingreso y un aumento en la inequidad social.

Así que el  experimento ya ha demostrado su inefectividad y a pesar de ello quiere repetirse ahora en Colombia. No en balde ha sido tan mal recibido por la opinión pública, cobrándoselo en popularidad al gobierno que apenas se inicia, el cual puede quedarse con el pecado y sin el santo debido al mal ambiente que la idea ya tiene entre la casi inexistente coalición de gobierno, para no hablar del rotundo rechazo de la oposición.

Cuando se hizo la reforma tributaria de 2016 todo el mundo estaba dispuesto a sacrificarse ante el derrumbe de los precios del petróleo y la necesidad de financiar el proceso de paz. Dos años después, cuando empiezan a cobrarse esos ajustes, se sabe que fue más la plata que se robaron los corruptos que lo que se va a recaudar. La preocupación es que vuelva a suceder lo mismo, con el pretexto de enjugar un gran déficit fiscal, por cuenta de los ciudadanos del común, que deja a los grandes capitales y sus propietarios intocados. O sea,  concentrar aún más el ingreso en un país ya de por sí muy inequitativo.

Sabido y demostrado está, desde la Insurrección de los Comuneros en la Nueva Granada y el Motín del Té en Boston, que son los impuestos los que ponen a tambalear los gobiernos. ¿Por qué no ensayar el recurso de tratar de cobrarle al que no está pagando porque elude o evade, en vez de auKaffermentar tasas o poner a pagar a empleados de bajos ingresos para recaudar centavos, y por qué no garantizar que va a haber un manejo de los ingresos del Estado más eficaz y transparente? ¿No sería ese un recurso más políticamente correcto que gravar la canasta familiar, aumentar y extender las contribuciones de las rentas de trabajo y aliviar a los empresarios, que es como un himno pasado de moda al neoliberalismo?

 

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